miércoles, 30 de julio de 2014

Capítulo 28



Narrado por Pablo

Sonó el despertador y me levanté de golpe. Caminaba dando suaves pasos hacia una mesa para que Andrea no lograra despertarse. Cogí mi reloj y me di cuenta de que eran las doce de la mañana. ¿Desde cuándo me levanto tan tarde y más aún habiendo dormido tan incómodo? En un sofá y ni si quiera bien tumbado... – Buenos días. Me dijo Andrea. Me di la vuelta mirándola. Ésta bostezaba y se restregaba los ojos. Su cara era un poema, la notaba totalmente cansada. – Buenos días. Le respondí sonriente. – No recordaba que te habías quedado aquí. Me devolvió la sonrisa. – Sí, me quedé porque te quedaste dormida y no iba a hacerte el feo de irme sin despedirme. Le dije mientras me hacía masajes en mi cuello. – ¡Pero mira que puedes llegar a ser majo, eh! ¿Qué te pasa en el cuello? Preguntó intentándose levantar. – Oh, no es nada, simplemente habrá sido una mala postura. La verdad es que el dolor de cuello me estaba matando. Si que habrá sido una mala postura, pero me duele una barbaridad. – Déjame que te haga un masaje. Me dijo mientras se acercaba a mí. – No hace falta. Gracias. Dije sonriente. – Pablo que no me cuesta nada, de verdad. Soy muy buena en esto. Volví a sonreír y acepté sin ningún problema. Al fin y al cabo como había dicho el dolor me estaba matando, así que si ella mejoraba mi dolor todo sería mucho mejor. Me cambié de postura para que Andrea estuviera más cómoda haciéndome el masaje. Quítate la camiseta. Desvié la mirada hacia ella rápidamente. Ésta río a carcajadas por mi reacción. Simplemente es para echarte la crema. Comprenderás que con la camiseta no puedo. – Ah vale. Sonreí mientras me quitaba la camiseta y cerré los ojos. Bueno. Abrí mis ojos de repente. ¿La crema dónde está? – Ay, ¿podrías ir tú?  Es que ya sabes… Dijo señalando su tobillo. Me fijé en que aún lo tenía hinchado por lo que pasó ayer. – Es cierto, ¿cómo estás? – Me duele bastante. Yo creo que tengo un esguince o algo, eh. Dijo sin dejar de acariciar su tobillo. – ¿Quieres que vayamos al médico después de que me eches la crema? Pregunté amablemente. Era lo mínimo que podía hacer. Andrea asintió. Se estaba portando estupendamente conmigo a pesar del poco tiempo que nos conocemos. – La tienes allí. Señaló a un armario que había bastante grande. Es la crema que tiene un tapón morado. La cogí y volví a Andrea para que me la echara. – Toma. Le dije mirándole fijamente. Andrea sonrió y yo volví a cerrar mis ojos. La verdad es que su masaje me estaba sentando divinamente, tanto que el dolor iba a menos cada vez más rápido.

Narrado por Andrea

¿Para qué voy a mentir? Pablo me gusta bastante. Y sé que es pronto para decirlo, pero además de ser el artista del momento, cantar tan dulce, tener una voz que enamora, me parece un chico muy atento, sencillo, humilde y no sigo porque podría tirarme hasta mañana diciendo buenos adjetivos de él, pero también he de decir que está genial físicamente y cuando le he visto sin camiseta lo he podido confirmar más aún. Vamos, un chico diez. Me encantaría enamorarle y sé que tiene novia, ya que lo leí en una revista, pero si él está en aquí en Madrid y ella en Málaga… las relaciones a distancia no suelen durar y al poder tenerle aquí conmigo bastantes meses va a hacer que nos conozcamos más y quién sabe, a lo mejor podremos hasta llegar a tener una relación. Yo por lo menos intentaré que eso pase.

No sé si será verdad que tenga un esguince o no, pero la realidad era que estaba deseando que Pablo me dijera de ir al médico, simplemente por el hecho de pasar más tiempo con él. Pablo me ayudó a levantarme y yo no dudé en apoyarme en su hombro. – Gracias por todo. Dije mirándole fijamente. Pablo me devolvió la sonrisa una vez más. Una sonrisa preciosa que hacía que me quedara embobada mirándola. – Lo malo es que mi coche lo tengo en el parking de mi apartamento. Vivo bastante lejos de aquí. Dijo rascándose la cabeza. – Bueno, no pasa nada, cogemos un taxi. Y eso hicimos.

Narrado por Pablo

Bajamos a la calle intentando que por fin un taxi se detuviera, ya que todos lo que pasaban estaban ocupados. En ese momento me di cuenta como un hombre vino hacia mí, sacó su cámara y nos hizo una foto a Andrea y a mí. – ¿Se puede saber qué hace? Le dije enfadado intentando coger su cámara. Había perdido mis papeles totalmente. – ¿Nuevo romance Pablo? Preguntó el hombre señalando a Andrea. – Es que no se puede mantener una amistad con una chica, ¿o qué? ¡No se puede ir tranquilo por la calle, madre mía! Alcé la voz. Y estas cosas eran las que hacía que algunas veces odiara la fama. Mi vida es mía y mi voz es el resto de la gente y yo siendo tan reservado para mi vida odio que se metan en ella. Entiendo perfectamente lo que implica ser un personaje conocido y aún más entiendo que es su trabajo, pero me llega a molestar bastante que por el simple hecho de estar con una chica ya se crean que tengo algo con ella. – Bueno, lo siento Pablo. Dijo el hombre intentándose disculpar. – Te disculparía si borras esa foto. – Sí, no te preocupes. El hombre se acercó a mí y borró la foto delante de mí. Perdone por el incomodo momento. Y muchas gracias. Y se fue.  Vaya carácter chico. Indicó Andrea riéndose a carcajadas. – Vaya carácter no. Es que odio que chica con la que me vean, la asemejen a una posible relación con ella. Contesté aún sin dejar de estar enfadado. Sí, Andrea tenía razón, vaya carácter, porque estas cosas hacían sacar mi peor lado. – Bueno tranquilo, olvidemos este momento. Ay mira Pablo un taxi. Alcé la mano y el coche se paró. Andrea y yo nos metimos en el taxi y pusimos dirección al hospital.

Llegamos y ayudé a Andrea una vez más a que se bajara. Entramos y nos sentamos en unos de los pasillos. Cerré los ojos y di paso a mis recuerdos, a mis vivencias, ya que este sitio me recuerda perfectamente a mi accidente, a Sara, a verme derrumbado cuando David me dijo que renunciara a ella. Parece que todo me recordaba a nuestra relación, a todo lo vivido. ¿Cómo estará? No podía evitar cada día que me levantaba pensar en eso. – ¡Pablo! ¡Pablo! Me dijo Andrea chillando dándome tortazos en el hombro. Abrí los ojos rápidamente. Que ya podemos pasar. Chico estás en las nubes. Rió. Entramos en la consulta y pusieron a Andrea en una camilla. 

Pasado unos minutos dieron el resultado. – Tienes un pequeño esguince. Dijo el doctor poniéndole a Andrea una escayola. – Me lo imaginaba. Dijo esta vez Andrea. 

Salimos de la consulta y mi barriga empezó a dar suaves crujidos, supongo que por el hambre. – Te invito a comer. Dije amablemente. Andrea con una gran sonrisa aceptó y pusimos rumbo a uno de mis restaurantes favoritos de Madrid. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario