viernes, 25 de julio de 2014

Capítulo 25



Narrado por Sara

Por fin hoy era el último día en el hospital. Por fin me daban el alta. Llevaba un mes después de haber salido del coma, pero en realidad llevaba tres meses empotrada en una cama y ni yo misma sé cómo expresar las ganas que tengo de salir, comerme el mundo y luchar por lo que quiero.
En ese momento entró mi madre con el doctor que siempre me ha atendido. – ¡Bueno, como se nota que hoy te dan el alta, eh! Tu sonrisa lo dice todo. Dijo el doctor muy amablemente. No sabes lo mucho que me alegra que por fin te demos el alta. Ahora a recuperarse. – Muchas gracias por todo. Dijimos mi madre y yo, a la vez, con la mayor de nuestras sonrisas. Ya prácticamente estaba preparado todo para irme, únicamente solo tenía que vestirme.

Al cabo de 10 minutos  estaba lista para irme, cogí mi maleta y quise irme. – Ey dónde vas. Sarita, tengo que ponerte guapa. Mi madre cogió un maletín dónde había todo tipo de maquillaje. – Anda, anda, quita. Sabes que no me gusta nada el maquillaje. Dije enfurruñada. – Pues esta vez tendrás que ponértelo. Además, vamos a ir a visitar a alguien, supongo que querrá verte guapa. Ilusionada y sonriente pensando en quién podría ser acepté sin ninguna pega. – Creo que sé de quién se trata. Quiero verle. ¿Sabes? Dijo mi madre aplicándome sombra en los ojos de un color marrón que la verdad, me quedaba estupendamente. No te va a costar nada verle, ya que somos vecinos. Volví a sonreír más que nunca. El simple hecho de vivir tan cerca de Pablo facilitaba muchísimo las cosas.
Ahora ya sí… Ya terminada. Mi madre cogió las maletas y pusimos rumbo al parking del hospital. Me metí en el coche bastante ilusionada y con ganas de ir a casa de Pablo y saber todo lo que pasó con él.
Iba en carretera mirando el paisaje, contemplando lo preciosa que era mi ciudad y pensando en Pablo cuando me di cuenta de algo. – Mamá, ¿tienes el disco de Pablo? – Sí hija, ahí lo tienes. Abrí la guantera y lo saqué. Era una portada maravillosa dónde tenía que decir que Pablo salía guapísimo. Puse el disco y di al play a la primera canción, Desencuentro. Conforme iba sonando la canción me sentía en un mundo paralelo, en una paz conmigo misma. ¿Sabes? Esa canción Pablo la escribió con tan sólo doce años. Dijo mi madre mirándome con una sonrisa. Abrí mis ojos no dando crédito a lo que acababa de oír. ¿Cómo un niño con tan poca edad puede ser capaz de escribir esta maravilla? – Es preciosa. Dije acomodándome en el asiento y sonriendo por la gran mágica canción que mis oídos podían escuchar.

Cuando me quise dar cuenta ya llegamos a Benalmádena. Mi madre me prometió que iríamos a casa de Pablo, pero antes tendríamos que pasar por casa para dejar todas las maletas.  ¿Te puedes creer que estoy nerviosa? Dije dando pequeños saltos. Au. Me acaricié la espalda como pude, ya que todavía del impacto del accidente me encontraba dolorida. ¡Mamá, vamos ya! Dije nerviosa al llevar más de treinta minutos en casa y no terminar. – Ay Sara, por Dios, que pareces una niña pequeña. Vamos, anda vamos. Mi madre cogió su bolso, las llaves y salimos de mi casa.
 
Tan sólo tuvimos que andar unos cuántos pasos cuando mi madre ya me dijo que esa era la casa de Pablo. Tal y como la había imaginado. Era preciosa. Mi madre aporreaba la puerta y yo ilusionada esperando a ver si sería Pablo quien la abriera. Pero no, fue una mujer de la edad de mi madre más o menos quien lo hizo. – ¡Sara! Hija. ¡Qué alegría verte! La mujer me abrazó con fuerzas y pude deducir perfectamente que sería la madre de Pablo.  ¿Eres la madre de Pablo? Pregunté confundida aunque podía imaginarme que sí. – Así es. Sonrió. Pero pasad, no os quedéis ahí. Conforme iba observando la casa algunos recuerdos venían hacia mi mente. No lo vivido con Pablo, que supongo que habrá sido mucho, si no que sabía que reconocía esta casa a la perfección. ¿Queréis tomar algo? Dijo la mujer sentándose a mi lado y acariciándome la pierna. Bueno, yo soy Helena. Dijo señalándose a ella misma. Que sepas que te quiero mucho, como a una hija. No podía evitar contener la sonrisa con esta mujer. Notaba como era una mujer ejemplar. – Pues Helena, querría preguntarle algo. Bueno, preguntarle y más bien decirle. Sé perfectamente todo lo que he vivido con Pablo, sé que hemos estado juntos, sé que David le ha amenazado y por eso ha renunciado a mí. Vamos, lo sé todo. Pero no sé que es de él… Dije apenada. Helena suspiró y eso me preocupaba. – A ver, como te lo digo. Helena no dejaba de acariciarme la pierna y mi madre me apretaba con fuerza mi mano. Pablo se ha ido. No sé si sabrás que él es cantante, entonces está con los preparativos del disco. Y todos mis planes se fueron a la basura…  Y, ¿sabes cuándo volverá? – Sinceramente no. Pueden ser dos meses, cuatro, seis. No lo sé hija. Un disco acarrea mucha preparación, lo va a sacar en este mes y ahora mismo irá de entrevista en entrevista y de firma en firma, así que bastante tiempo estará. Yo sentía la necesidad de hablar con él, de decirle que estoy dispuesta a estar con él. De vivir lo que en el pasado vivimos, a pesar de no recordar nada. Pero lo veo difícil con Pablo en otra ciudad.

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