viernes, 11 de julio de 2014

Capítulo 20



Narrado por Pablo

El mundo se me cayó encima al escuchar esas dos últimas palabras, tan solo dos, pero que me hirieron y se me clavaron como puñales. Sabía que la recuperación de Sara sería difícil, pero como he dicho tenía una esperanza de que pudiera reconocerme, aunque fuese un poco. Suspiré y una lágrima comenzó a caer por mi mejilla. Mi madre me miraba aterrada, sin saber que decir intentando quitarme las lágrimas que no podía evitar controlar. Perdona, ¿eres? Volvió a insistir. – Un amigo. Soy un amigo tuyo. Dije serio y ahogándome con mis propias palabras. – Ahhh, un amigo. Sonrió. Verle sonreír así, tan feliz y saber que no sabe quién soy me mata. ¿Y te llamas? Perdona no saber quién eres, pero es que no te recuerdo. Lo siento. – No sientas nada. Dije acercándome a ella y acariciándole su pelo. Hacía tanto tiempo que no lo hacía. Aunque hacía una semana que desperté del coma, sabía que eran dos meses los que estaba sin ella, sin poder tocarla, besarle y abrazarla y por lo menos acariciarla me hacía un poco más feliz. Me llamo Pablo. - ¡Qué nombre tan bonito! ¿Y eras muy amigo mío? – Bastante. Más que… Mi madre me dio un codazo para que no siguiera. Aunque ella no entendía que no siguiera luchando por Sara, que no volviera a enamorarla, lo que si entendió es que yo tenía miedo, así que agradezco que me haya hecho callar. Éramos los mejores amigos. Fue lo único que logré decir. – Y dime algo, ¿mi novio David es amigo tuyo? Como un jarrón de agua fría me sentaron esas palabras. Escuchar la palabra novio y que no se tratara de mí me hacía infeliz. Entendía que ya David le había contado que eran novios y eso era algo que no podía soportar. – No. Siempre hemos estado uno por un lado y otro por otro. Sara sonrió. – Pues la verdad es que no sé, pero me transmites algo, buena sensación. Se nota que hemos sido buenos amigos. De verdad siento no poder reconocerte. – No te lamentes por eso mi niña. Esas últimas palabras no pude evitar contenerlas. Era mi niña. Todavía lo seguía siendo. No sé cómo voy a poder sobrellevar verla en brazos de otro. 

En ese momento David volvió a entrar por la puerta. Se acercó a mí y me cogió del brazo para llevarme hacia él. Sara nos miraba atenta y confusa. - ¿No te he dicho que no la vieras? ¿Qué le has contado? Me dijo apretándome con fuerzas el brazo. – Suéltame idiota, Sara nos está mirando. Me ha preguntado si tu y yo éramos amigos y yo le he dicho que no, que nos hemos visto poco. Y de nuestra relación no sabe nada, para ella somos simplemente amigos. ¿Contento? Sonreí irónicamente. – Muy bien, pero no entiendo que haces aquí. Dijo volviéndome a coger del brazo. – Necesitaba verla por última vez aunque fuera. ¿Me sueltas? Volvi a decirle señalándole el brazo. – Pues ya las has visto. Ahora vete. – Déjame dale un beso aunque sea. En la frente. Yo mismo me impresionaba de la forma en que David lo mangoneaba todo, pero como he pensado, como le he dicho a mi madre, tengo miedo de que pueda hacerles daño a las personas que más quiero en mi vida. Por favor… Volví a decirle ante no conocer una respuesta definitiva. – Bueno, va, voy a ser bueno. Me aparté de David y fui hacia Sara. – Bueno amiga, tengo que dejarte. Me alegro muchísimo que hayas despertado y que estés tan bien. Te veo muy mejorada. Como quería le di un beso a Sara en la frente. Al verla tan cerca de mi me moría de ganas por besarle en los labios, pero no podía y menos aún delante de David. Si supiera que Sara no se lo contaría a él le besaría, vendría a escondidas, pero quién sabe si ella en un descuido podría contarle todo lo que sucedería. – ¿Vendrás más veces a verme? Me has caído muy bien. Preguntó. – Lo intentaré. Es que tengo mucho trabajo, pero a ver si puedo. Miré a David y él permanecía de brazos cruzados y mirándonos fijamente. Bueno, tengo que dejarte. Estate bien, eh. Sonreí y Sara me devolvió la sonrisa. Me alejé de la cama, abrí la puerta y me marché de aquel lugar donde había presenciado un bonito pero a la vez amargo momento por no poder comportarme y hacer las cosas como yo quería. 

No pude evitar derrumbarme al salir de la habitación. Mi madre, que había permanecido conmigo en todo momento, me ayudó a sentarme en una de las sillas del pasillo. – Mamá, me sorprende como puede haber tanta gente mala en el mundo. De verdad. Decía llorando y mirándola con lágrimas en los ojos. – Yo también me sorprendo hijo. Mucho. No te mereces todo esto. Apoyé la cabeza en la pared y cerré los ojos pensando en todo lo ocurrido. – Tenía tantos planes con Sara, en serio. Ayudarla, que fuera a rehabilitación. Permanecería con ella todo el tiempo, pero el estúpido de David lo ha tenido que estropear todo, una vez más. Esto es un volver a empezar. Bueno, sería un volver a empezar si David no lo hubiese impedido. Todas mis palabras hacia mi madre era lo que tenía en mente hacer con Sara, ayudarla y estar a su lado apoyándola siempre, pero todo ha cambiado. Mi madre me abrazó ante mis palabras. Un abrazo era algo que lo necesitaba desde que David me contó todo y por fin llegó. Creo que con la mirada lo estaba pidiendo tanto que no hacían falta palabras. 

Narrado por David

La realidad es que me siento el mayor hijo de puta que hay en esta tierra, pero por tener lo que quiero a mi lado hago lo que sea. Bueno, eso de lo que quiero… No siento nada absolutamente nada por Sara, pero es mía y de nadie más. Quería separarle de Pablo y lo he conseguido. Es cierto que soy capaz de cometer la mayor locura si los volviera a ver juntos, de ahí al haber amenazado a Pablo.
  
Y voy a confesar algo... También es cierto que yo fui el culpable de su accidente. Yo lo provoqué. Yo fui quien se chocó con ellos. Me enteré que iban a ir a los montes de Málaga y celoso fui en su búsqueda. Esto no lo sabe nadie, ni la policía, ya que actué como que no les conocía, como que fue un accidente sin más y nadie nunca se va a enterar. Será un secreto que lo guardaré siempre y lo llevaré conmigo hasta la tumba. Tuve suerte de que ningún familiar ni de Sara, ni de Pablo me vieran cuando estuve aquí y tuve suerte de que estaba casi ileso, no fue grave y estuve un día nada más, si no mi plan podría haberse ido a la basura y hubiesen empezado a sospechar, pero eso no es el tema, ni lo que me preocupa, lo que si me preocupa es que vuelvan a estar juntos. Los quiero separados siempre. Yo mismo me lo digo, pero es que bicho malo nunca muere.

Salí de la habitación de Sara y vi a Pablo con su madre en el pasillo, derrumbado. Le miré fijamente, serio y él igual y me marché de aquel lugar riéndome por haber conseguido lo que quería.

Narrado por Pablo

Después de bastantes minutos hablando con mi madre y sentados nos trasladamos a la habitación. Allí nos esperaba el doctor que había estado buscándonos. – Hola Pablo. Pasa. Tengo una buena noticia. Nos dijo el médico. Si queréis podéis pasar todos. Les dijo a demás familiares. Mi padre, hermanos y cuñados entraron en la habitación, yo me senté dispuesto a escuchar las palabras del médico. Bueno Pablo, mañana es el último día que vas a estar aquí. Te damos el alta. Prácticamente ya estás recuperado. Sonreí tras escuchar esas palabras, pero a la vez no podía evitar que me iba a ir de aquí dejando a Sara y lo que es peor, mal, porque aunque le he notado bien físicamente, psicológicamente no lo está y eso me preocupa. – Muchas gracias doctor. Por el trato, por todo. Ahora solo os pido algo. Cuidar de mi chica bien. No le digáis nada sobre mí, por favor. Como si no existiera, pero cuidarla. Mi hermana me miraba preocupada y algo confusa sobre lo que acaba de decir y no dudó en abrazarme con fuerzas. – Serás fuerte.

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