martes, 8 de julio de 2014

Capítulo 19



Narrado por Pablo.

Poco a poco pasaban los días y mi recuperación iba a mejor. Ya habían pasado dos meses del accidente. Dos meses sin ver a Sara, dos meses desde que he estado en coma, cosa que yo no me enteré. Era increíble cómo a pesar del poco tiempo había cambiado mi vida por completo. De nuevo me vuelve a ir mal. Cada día tengo más ganas de saber por fin cuándo podré salir de aquí. Lo estoy deseando con todas mis fuerzas. 

Iban pasando las horas y empecé a pensar en mi familia twittera, mi familia musical, o bueno, como siempre se suele decir, mis fans, pero no me gusta llamarles así, siempre he dicho que son como la familia de mis canciones, las que la cuidan, las que le dan sentidos. Al pensar en ellos se me ocurrió mandar un tweet, seguramente se abrían enterado de mi accidente, de todo lo que había pasado y estarían preocupados, así que cogí el móvil, me eché una foto y empecé a escribir en Instagram un largo texto para que supieran de mi estado.
‘’Hola familia Alboranista. Supongo que os habréis enterado, tuve un accidente hace dos meses, he estado en coma y hace unos días que desperté. Mi familia me ha hablado de la cantidad de mensajes de apoyo que he recibido y sé que algunos habéis querido venir a visitarme. Os agradezco en el alma el amor que me mostráis siempre, pero en estos duros momentos os lo quiero agradecer aun más. Os subo foto para que os quedéis más tranquil@s, porque me han comentado que estáis mal y no quiero. No quiero que os preocupéis, estoy bien, de verdad. Pronto subiré un vídeo que seguramente ya mismo me den el alta. Besotes enormes a todos. Os quiero. GRACIAS Y MILES DE GRAAAAACIAS POR TANTO.’’ Como dije, subí la foto que me hice. Salía sonriente, me apetecía que me vieran así aunque por lo que ha pasado este tiempo me cueste. Es increíble el apoyo que me muestran y lo que les afecta lo que me pase.
También quise aprovechar para twittear más o menos lo mismo, pero que en Twitter se me viera conectado.
Pablo Alborán @pabloalboran
Familia Alboranista, ya estoy por aquiiiii!!! Estoy sano, recuperado y bastante feliz por todo el amor que me habéis transmitido. Gracias por tantísimo apoyo!! Os quierooooo!!!

Coloqué el móvil en la mesita que tenía al lado y logré levantarme para coger uno de los libros que mi madre me había traído y comencé a leerlo, pero una visita me interrumpió. Vi abrir la puerta y me quedé impresionado al saber de quién se trataba. - ¿Qué haces aquí? Pregunté enfadado. Era David y me sorprendía el verle aquí. Le contesté enfadado por todo el año que ha hecho a Sara, porque no me cae bien y no me apetece tenerle enfrente de mí. – ¿Encima que he venido a visitarte me hablas de esa manera? Contesto acercándose a mí. – No, si te parece soy amable contigo después de todo el daño que le has hecho a Sara. – Veo que no se puede ir de buenas contigo, aunque bueno, ¿para qué mentir? Si yo no iba a ir en ese plan, vengo a advertirte algo. - ¿El qué? Dije arqueando una ceja, rascándome la cabeza y mirándole fijamente ante sus palabras. – No quiero que te acerques a Sara. Como ya sabes ella ha perdido la memoria. Quiero que a ella le quede claro que con la última persona que estuvo fue conmigo. Contigo quiero que sea como si nunca te hubiera conocido, como si no hubiese tenido nada contigo. Resumiendo, Sara tiene que tener claro que está conmigo. - ¿Y tú quién eres para pedirme eso? ¿Con que derecho te crees para hacerlo? Le corté. Me negaba a hacerle creer a Sara que no habíamos tenido nada y menos que le diera a entender que estaba con David. – Tengo todo el derecho del mundo porque como estés con ella, como vuelvas a enamorarla le hago daño a ella, a ti y a tu familia. Mi mirada hacia David se clavaba como puñales ante sus últimas palabras. Eran palabras de odio y mis miradas hacia él también. – Eres un hijo de puta. Movía la cabeza hacia los lados riéndome irónicamente. – Sólo te digo que no seas capaz de querer estar con ella porque ya sabrás las consecuencias. Volvió a decirme. Yo seguía mirándole con cara de asco, con odio, no podía evitar que esas fueran mis miradas. Y créeme que soy capaz de hacer cualquier cosa como te acerques a ella. Así que ya sabes Pablito. Se acercó a mí y yo me aparté rápidamente. ¿Qué me dices entonces? – Que no mereces nada bueno en esta vida y que todo lo malo, todo el daño que estás haciendo lo vas a pagar. David empezó a aplaudir al escuchar mis palabras. – Que sí, que muy bonito todo, no te pregunto eso, te pregunto sobre qué me dices pero ante que hacer sobre Sara. – Que acepto. Toda tuya. No me acercaré a ella más, pero lo hago por ella y mi familia, pero ten algo claro, la quiero con todas mis fuerzas y ten algo más claro, como te atrevas a volver a ponerle una mano encima sabiendo cómo está te juro que el que te hace daño soy yo. – Uhhhhh, que miedete. No me hagas reír, anda. ¿Tu a mi? ¿¡Tú te estás viendo!? ¡Si eres un completo maricón! Rió. – Mira David, te partiría la cabeza ahora mismo, pero tan solo decirte que ese maricón, al que tienes delante de ti, ha hecho pasar los mejores momentos a Sara en la cama y no sólo allí. Te digo esto para que la envidia te reconcoma aún más. Le guiñé el ojo. – Yo no tengo que envidiarte nada. – Más quisieras vivir mi vida. Más quisieras… En fin, sal ahora mismo de mi habitación, de mi vista. No te quiero ver nunca más en mi vida. David me hizo caso y se marchó. 

La idea de perder a Sara para siempre me mataba por dentro, pero el que David pudiera hacerle daño y ya no solo a ella, si no a mi familia también, ese miedo ganaba más que todo. Y sé que este chico es capaz de todo y más por salirse con la suya, de hecho hasta me sorprendió de que nos dejara tranquilos durante el tiempo que estuvimos juntos Sara y yo.
Después de que David se fuera volví a coger un libro y de nuevo otra visita me interrumpió. Esta vez era mi madre. – Paaaaaaaaablo, ¡Sara se ha despertado! - ¿¡Qué!? Nuestras caras eran un poema, pero de felicidad. Por fin podía estar tranquilo. Mamá, necesito verla, aunque sea por última vez. Dije apenado y cabizbajo. - ¿Por última vez? Preguntó mi madre confusa. – Si. David me ha amenazado. Dice que si estoy con ella que le hará daño, a ella, a mí y a vosotros, la familia. – No puede ser. Mi madre se puso las manos en la cabeza. Pablo no dejes de luchar por ella. Ahora es cuando te necesita más que nunca, no a ese chico que le va a volver a hacer daño. – Lo sé mamá, pero el miedo de que os haga daño me puede. – Seguro que lo hace para asustar. – No, no mamá no, le conozco y es capaz de lo que sea por conseguir lo que quiera. Pero bueno, dejemos de hablar de este tema. Necesito verla. – Está bien, hablo con el médico y vamos. Si todo acabaría para siempre, necesitaba verla una última vez. Pasado unos minutos entró mi madre por la puerta y yo nervioso me encontraba por saber si podría verla o no. Yo se puede decir que estoy totalmente recuperado y en breve me darán el alta, así que necesito verla cuanto antes. – Sí, Pablo, si puedes verla. Dijo mi madre sonriente.

Salí de mi habitación acompañado de mi madre con un papel que ponía el número de la habitación de donde Sara se encontraba. Abrí la puerta con un nudo en el estomago por volver a ver a la que todavía podría decirse que es mi chica, por saber y conocer su reacción, por tener una mínima esperanza de que me reconozca. La vi como siempre, tan guapa, con su pelo ondulado, con bastantes rasguños y arañazos. Estábamos los dos igual en ese sentido. Según me contaron el impacto del accidente fue fuerte y por eso aún todavía teníamos secuelas. No sabía que me pasaba pero algo me detenía, algo no me dejaba acercarme, pero mi madre me tranquilizó y conseguí acercarme a ella. Debía contener la emoción, la emoción de besarle, abrazarle, ya que debía de recordar las palabras de David. Tampoco sabía que podría decirle respecto a su reacción, si no sabría quien era yo, no sé quién podría decirle que sería. Poco a poco me iba acercando más a su cama y mis nervios aumentaban por segundos. Sara se dio cuenta de que mi madre y yo nos íbamos acercando y nos miraba fijamente. A veces creía que si podría acordarse de mí, otras veces no, por eso decidí lanzarme, lanzarme a decirle algo. – Hola Sara. Sonreí. - ¿Hola? ¿Tú eres?

No hay comentarios:

Publicar un comentario