Narrado por
Pablo
Sonó el despertador y
Sara y yo despertamos. – Buenos días mi
vida. Le dije dándole un tierno beso. –
Buenos días amor. ¿Qué hora es? – Las 11. ¿Qué quieres hacer hoy? – Con estar
contigo me da igual el sitio. Sara y yo sonreímos ante mis últimas
palabras. Ella tan sólo se tumbó encima de mí dándome besos en el cuello y
acariciando mi pecho. – Estaría así toda
mi vida, pero algo tenemos que hacer, ¿no? Dijo con sus palabras más
sinceras. – Pues a ver, ya que no dices
nada, me apetecería que fuéramos a los montes de Málaga. Me parece un sitio
bastante bonito para estar con una pareja. Siempre he dicho y de hecho lo he
dicho en entrevistas que será el sitio donde me gustaría pedirle matrimonio a
mi futura esposa y espero que seas tú. Sonreí tímidamente y notaba como mis mejillas tomaban ese color rojizo por momentos. - ¿Te imaginas a nosotros casados? Que
mi padre y tu madre nos llevaran hacia el altar, yo vestida de novia. Soy una
persona bastante religiosa y me encantaría casarme por la iglesia. De tan solo
pensarlo mira. Sara señaló sus brazos tratando de hacerme saber que se le
había erizado la piel y a mí también me pasaba. Tan sólo de pensar que podría
verme junto a ella casado y quien sabe hasta con hijos, pues eso hace que se me
pongan los vellos de punta. – Me
encantaría la idea. Me encantaría vivir una vida entera junto a ti. Y que nos
hiciéramos viejitos y nuestros hijos nos cuidaron. Ambos reímos. – Ay por dios, ¡qué somos muy jóvenes! ¡No
digas eso! Tu veinticinco y yo veintidós. ¡No nos queda nada de vida! – Es
verdad, es verdad. Bueno, ¿vamos o no? Sara aceptó y fui al armario a ver
qué ropa me pondría. - ¿Puedo darme un
baño? No sé, me siento sudosa. – Normal, con la noche que pasamos ayer. Dije
con mi sonrisa más picara y arqueando una ceja. Puedes, puedes. No hace falta ni que me lo preguntes. Sara se
levantó de la cama y se acercó a mí para darme un beso dándome un tortazo en el
trasero que hizo que me entraran ganas de cogerla y volver a hacerla mía.
Últimamente todo ha ido un poco mal y las veces que hacemos el amor es cuando
mejor nos encontramos, sinceramente. No quiero que suene como un obsesivo con
el sexo, pero me encanta cuando nuestros cuerpos se unen.
Sara salió de la ducha
y se puso la ropa que llevaba ayer. – Me
ducho y ahora voy y me pongo la ropa de ayer. Soy tonta. Voy a mi casa y me
pongo algo limpio, ¿vale? No tardo nada. Sara volvió a darme un beso, se
marchó y yo me metí en la ducha.
Después de unos
cuarenta y cinco minutos Sara tocó el timbre. Yo ya listo, me eché unas gotitas
de uno de mis perfumes favoritos, Cool Water y abrí la puerta. – Es increíble como cada día me enamoras
más. Sara sonrió avergonzada. – Lo
mismo digo guapetón. Cada día más guapo. Fuimos al parking donde dejo
siempre mi coche y cogimos rumbo a Málaga. Hacía bastante tiempo que no iba a
la capital y la verdad que la echaba de menos, sobre todo mi barrio de siempre,
la malagueta.
Subimos los montes de
Málaga. Lo único que no me gusta de este sitio son las curvas, que algunas
veces me marean, pero por pasar un día inolvidable junto a mí chica hago lo que
sea.
Después de veinte
minutos en la carretera llegamos a uno de mis restaurantes favoritos donde ya
me conocían porque desde pequeño siempre he venido a comer aquí. Mientras Sara
estaba en su casa reservé mesa y como en algunos restaurantes de la ciudad
siempre me ponen en un sitio más apartado por el tema del ser conocido aquí no
iba a ser menos. Cuanta menos gente me vea, mejor. – Pedro, ¡cuánto tiempo! Saludé al hombre que tantas veces he visto
y que podría considerar parte de la familia.
– Hombre Pablo, que alegría me da verte por aquí. Mi mujer me ha dicho que
venías y de veras que me ha hecho muy feliz. Allí tenéis vuestra mesa. Pedro
era un gran conocido en la familia y gran amigo de mi padre desde siempre. El
hombre nos acompañó y aparté la silla para que Sara se sentara. Yo también me
senté y rápidamente nos llegó la carta.
Después de la comida
unas natillas caseras hicieron la noche mucho más especial ya que desde siempre
me habían encantado. La tarde-noche había sido increíble y todavía quedaba lo mejor,
pensaba hacerle una gran sorpresa a Sara. Pagamos la cuenta, saludé amablemente
a todos los camareros que ya conocía, a Pedro y a su mujer y nos fuimos de
aquel lugar.
Tan sólo tuve que
conducir unos cuantos kilómetros porque el sitio más especial de los montes de
Málaga se encontraba bastante cerca. Era bastante mágico, desde allí se veía
Málaga preciosa y un cielo estrellado lo hacía aún bastante más espectacular.
Cogí a Sara de la cintura y le puse un pañuelo que llevaba guardado en los ojos. Allí no
había nadie, tan solos ella y yo. – Te
voy a dejar sola unos minutos, pero estoy aquí al lado, no te preocupes. Le
susurré al oído dándole un beso en la mejilla que hizo que se le erizara la
piel. Fui al coche y saqué un mantel que tenía, vino y unas velas. Con ellas
hice un corazón y las iniciales de nuestros nombres, P Y S. Si no me equivoco,
esto a Sara ningún hombre se lo ha hecho y creo que le va a encantar. – Pablo, me estoy poniendo nerviosa y tengo
frío. ¡Quítame esto ya por favor! Decía acariciando sus brazos por el frío. –
Dame unos minutos mi niña. Ya me queda poco. - ¡A saber que estarás tramando! No
respondí, tan sólo volví a cogerla de la cintura y Sara dio un pequeño salto
por el susto. Ayyy que me has asustado. Ambos
reímos. – Ya. Con ella di la vuelta y
le quité poco a poco el pañuelo de los ojos para que pudiera observar lo
precioso que había quedado todo. Sara se quedó asombrada ante todo lo que le
había preparado, sin palabras, sólo me abrazó y empezó a darme tiernos besos
que hicieron que todo lo que había preparado mereciera aún más la pena de lo
que ya merecía. – Esto es precioso. Nunca
nadie me lo había hecho. Estoy emocionada. Una lágrima empezó a cobrar vida
deslizándose por su mejilla y acabando en su boca. – Ay mi niña, no me llores. – Es que de verdad Pablo, no sabes lo que
me encantan estas cosas. Son detalles, pero ya que soy una persona bastante
romántica esos detalles me encantan. Gracias de verdad. Y volvió a besarme.
Besos tan dulces que hacían que me enamorara cada vez más. Sara y yo nos
sentamos y brindamos por todo lo que estábamos viviendo y lo que quedaba
por venir, porque pensaba vivir una vida entera junto a ella.
Narrado por
Sara
Fui una estúpida al
querer apartar a Pablo de mi vida, si lo hubiese hecho me hubiese perdido cosas
tan bonitas como las que me ha preparado. Como a él le he dicho, son detalles,
pero me encantan. De verdad, por una parte hasta agradezco el accidente, porque
hicieron que nos uniéramos aún más. Yo ya me niego a vivir sin Pablo, le
necesito como el aire que respiro. Con él me siento inmensamente feliz, de
hecho ya no pienso en lo que ocurrió entre él y yo en el pasado. Como bien es,
es pasado y atrás queda como he dicho en alguna ocasión. – Te quiero tanto. Pero tanto. Le dije con mis palabras más
sinceras. Creo que nunca he dicho un te quiero tan sincero como se lo he dicho
a él. Con David nunca me había sentido así. Con Pablo me siento en una nube,
cada vez que estamos juntos las horas se pasan como segundos. – Yo sí que te quiero, mi vida. Y cada vez
más. Contestó sonriente y acariciándome el pelo. – Te juro que si hace unos meses me dijeran que me iba a enamorar tan
locamente de Pablo Alborán no me lo creería. Pablo sonrió siguiendo
acariciando mi pelo y haciendo que me tumbara en su pecho.
– Ven. Me dijo. Me llevó hasta la parte delantera del coche y nos
tumbamos mirando el precioso cielo que nos regalaba esta noche malagueña. – Esta mañana nos dijimos que estaríamos una
vida abrazados en una cama, pero mira que está duro el coche, pero prefiero
hasta mil veces este momento. Ambos nos reímos ante mis palabras. Me encanta el cielo de hoy. – Es mucho más
bonito cuando tú le miras. Con esas palabras hicieron que mis ganas de sentir
a Pablo mío aumentaran por segundos. –
Necesito besarte. Necesito volver a hacerlo una vez más. Le dije
acercándome a él y susurrándole esas palabras. – Bésame, hazme tuyo. Todo lo que hagas conmigo me encantará. Bajamos
del capó del coche y nos acomodamos en el mantel. Pablo miraba de vez en cuando
hacia atrás por si podría venir alguien, pero no lo creo.
Cuando menos nos lo
esperamos estábamos casi desnudos. Mi sujetador y la falda que llevaba era lo
único que me tapaba y en el caso de Pablo su pantalón, aunque iba por las
rodillas. Y volvimos a sentirnos que éramos uno del otro una vez más... Adoraba
esa sensación.
Después de bastantes
minutos en el que los besos, caricias y suspiros hicieron acto de presencia nos
colocamos nuestra ropa y nos metimos en el coche para irnos. Eran cerca de las
tres de la mañana. Pablo me había hecho pasar una de las mejores noches de mi
vida, aunque me atrevería a decir que la mejor, porque desde hace bastante años
no vivo una noche completamente feliz.
Nos pusimos el cinturón,
Pablo encendió la radio y que Propuesta Indecente de Romeo Santos sonara hacía
un clima aún mucho más romántico de lo que ya había sido. Canciones tras
canciones pasaban los minutos y yo recordando la gran noche que había vivido,
todavía no quería que terminara. Íbamos bajando cada vez más los montes, yo
acariciándole a Pablo el pelo mientras conducía, el mirándome, todo de lo más
perfecto hasta que un coche se interpuso en nuestro camino y…
No hay comentarios:
Publicar un comentario