Narrado por
Sara
Destino… Madrid. La
locura que dije que pensaba hacer la he hecho y antes de lo que yo creía. En
aproximadamente dos horas y media llegaría a la capital. Me hacía especial
ilusión, ya que he vivido bastante tiempo aquí, pero por motivos de estudios
tuve que volverme a Málaga. He decidido venirme sola, más que nada por la
tranquilidad, pero también porque sé que en esta ciudad nunca podré perderme
por sus amplias calles, ya que la conozco a la perfección. Por otra parte he
sacado el billete para la ida, pero no para la vuelta. No sé qué es lo que
pasará con Pablo, por lo cual prefiero sacar mi billete de vuelta el mismo día
que me venga a Málaga.
A mi madre le dejé una
nota para que se enterara, sé que si se lo contaba me pondría pegas para que no
viniera así que decidí hacerlo de esa manera. En ese momento noté que mi móvil
vibraba y como era de esperar, un whatsApp de mi madre. ‘’¡¡¡Nena, estás
loca!!! Acabo de llegar a casa y he visto tu nota. ¿Cuánto te vas a quedar?
¿Dónde estás?’’ Pensé que sería mucho
mejor llamarle, así que eso hice. – Hola
mama. Le decía mientras cerraba los ojos temiendo su reacción. – Nena, ¿¡por dónde vas!? Dijo mi madre eufórica. ¿Por qué no me has avisado? ¿Qué vas a hacer? – Mamá, ¿te puedes tranquilizar? Hace prácticamente una hora que he
salido de Málaga, así que llegará en una hora y media. Suspiré. Perdona por no haberte avisado, pero sabía
que si lo hacía no me dejarías venir. – Pero a ver Sara, ¿a qué has ido a Madrid?
¿En búsqueda de Pablo? – Sí. Contesté alegre. – Estás loca. – Sí, estoy loca por Pablo. Mis mejillas empezaron a
cobrar ese rojizo que he mencionado muchas veces. Bueno mama te dejo. Te quiero. Besos. Lo mejor que podía hacer para
que el viaje fuese más ameno era o escuchar música, o leer, pero esta vez me
decanté por lo primero. Y sí, mi reproductor hacia que sonara Pablo
constantemente, tanto que parece que es cosa del destino.
Cuando me quise dar
cuenta faltaban solamente minutos para llegar a Atocha. Debí de quedarme
dormida… El tren paró y me bajé sonriente, por volver a una ciudad que amo con
todas mis fuerzas y por todo lo que me acarreará el estar aquí, que espero, que
sea bueno.
Saqué mi maleta y me
fui directa a buscar un taxi. En unos minutos llegó y me adentré en él con una
esperanza y una sonrisa por lo que podría vivir con Pablo. – Esta es la dirección. Le dije dándole el papel al hombre que
conducía. Me acomodé en el asiento mirando el paisaje que nos regalaba la
capital. Intente ir rápido por favor,
tengo prisa. Volví a decirle. Prisa
más que nada por las ganas de ver a Pablo, no por otra cosa. De nuevo cogí mi
móvil para que mi reproductor diera paso a sus canciones. Me transmite una paz
con su música brutal y es que siempre digo que sus canciones son pura magia y
sentimiento.
Mirando el paisaje mientras seguía escuchando música y centrada en mis pensamientos me di cuenta como ya estábamos llegando. – Aquí puede
parar. Le dije al hombre que
aparcó el coche en seguida. Pagué lo que le debía al taxista y salí con mis
maletas y mi gran ilusión. Piqué en el porterillo unas cuantas veces, pero al
parecer no se encontraba nadie. Miré la lista de mi agenda y vi el número de
Lolo, así que no dudé en llamarle. Él sabría donde Pablo podría encontrarse.
Nerviosa le di a llamar… – ¿Si? Dijo Lolo. – Hola Lolo, soy Sara. Dije sonriente. – ¡Hombre Sara, cuánto tiempo! ¿Cómo estás? – Estoy genial. Pero mejor
podría estar, necesito tu ayuda. Estoy en Madrid, he venido en búsqueda de
Pablo, pero estoy en su puerta y no contesta. ¿Sabes si está? – Creo que no, ya
que esta mañana le he llamado y no me lo ha cogido. Suspiré. – Vale Lolo, muchas gracias. Dije
apenada. Espero que te vaya todo bien. –
Un beso te mando. Disfruta de Madrid. Colgué y guardé mi móvil en el bolso.
Me fui derecha a sentarme en un banco que había enfrente del apartamento de
Pablo.
La desesperación se
apoderaba de mí por momentos, cada vez más. Miraba cada segundo el reloj, los
minutos pasaban y cada vez me ponía más nerviosa. Con decir que mis esperanzas
de ver a Pablo eran pocas. Si en medía hora no vendría me iría de aquí. En todo
caso probaría en cualquier otro lugar, ya que a pesar de mi desesperación no me
quiero ir de Madrid sin verle. Cogía el móvil, lo
guardaba y así sucesivamente. Mi nerviosismo iba a acabar conmigo.
Pero de
pronto me paralicé, le vi llegar, pero no iba solo… Iba con una chica que al parecer
se apoyaba en su hombro dándome cuenta de que llevaba una escayola. Me levanté
intentando ir en búsqueda de él, aunque pensé que sería mejor esperar a que la
chica se fuera… Así que me detuve y me escondí como pude detrás de un árbol, era
mejor que no me vieran. Estaba siendo testigo de una larga conversación. Las
miradas y sonrisas entre Pablo y la chica hacían bastante acto de presencia.
Pero de repente algo amargo noté, cada vez estaban más cerca, mirándose
fijamente y… sí, pude ser testigo de un beso. Un beso que acaba de derrumbarme
por completo. Me di la vuelta, ya que no quería seguir presenciando ese incómodo
momento.
Cuando me volví a dar
la vuelta, la chica ya no estaba, pero si Pablo intentando entrar en su casa.
Ahora mismo no sabía qué hacer. ¿Para qué voy a ir a hablar con él e intentar
volver a estar juntos si acaba de besar a esa chica? Sería inútil… Pero por
otro lado, tengo tantísimas ganas de decirle que sé todo lo que hubo entre
nosotros. Que aunque nadie lo sepa, cada vez voy recordando más momentos que
tuvimos juntos. Estaba entre la espada y la pared.
Mi móvil comenzó a
vibrar interrumpiéndome mi momento de indecisión. Me imaginé que podría ser
Lolo avisándome de que Pablo ya estaba allí, pero al coger el móvil me di
cuenta de que era un número desconocido. –
Hola, ¿eres Sara Rodríguez? Me sorprendí al escuchar la voz de un hombre, ya
que no sabía a qué se debía esa llamada ni que podría ser. – Así es. ¿Quién es? – Soy Hugo Martínez, el jefe del Hotel Mac Puerto
Marina en Benalmádena. Hemos visto su currículum y nos gustaría hacerle una
entrevista de trabajo. ¿Le interesa? – Claro, por supuesto. ¿Cuándo sería? Respondí
bastante contenta. La verdad que la
noticia me había conseguido sacar una gran sonrisa, que la verdad, en este
momento necesitaba como el aire para respirar. – Nos gustaría que fuera lo más pronto posible, ya que necesitamos a un
ayudante cuanto antes y usted nos parece que podría encajar perfectamente en
nuestra plantilla. ¿Le vendría bien esta tarde? Por un momento estuve
pensando que contestar, ya que no sabía qué hacer. No sabía si quedarme a
hablar con Pablo, pero como he dicho, ¿para qué? Si veo que me ha olvidado
completamente. Y por otra parte, tal y como está el trabajo en estos momentos no
estoy para desaprovechar oportunidades, además si me aceptaran, ese hotel me
parece de los mejores de Benalmádena. –
Sí. Me vendría perfecto. Lo único es que estoy en Madrid, pero me voy a ir ya.
Contesté sin pensármelo dos veces. Creo que era la mejor decisión que podría
tomar. – Oh bueno, no se preocupe. Si le
parece mejor lo dejamos para mañana. Contestó el hombre. – No. Miré el reloj y me di cuenta cómo
eran las cuatro de la tarde. Supongo que
para las siete estaré en Málaga. – Entonces, ¿a las ocho le vendría bien? –
Perfecto. Muchas gracias. Sonreí y colgué, aunque por otra parte mi sonrisa
se borró rápidamente. Mi viaje no había servido para absolutamente nada.
Con lágrimas en los
ojos me alejé del apartamento de Pablo, sin ninguna ilusión puesta en nuestra
relación. Ya definitivamente, sí, llegó el momento de olvidarme de él. Como
tantas veces he dicho y nunca he cumplido, esta vez sí que lo tengo que
conseguir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario