jueves, 7 de agosto de 2014

Capítulo 31



Narrado por Sara

Miré el reloj y quedaba poco más de quince minutos para poner destino a Málaga. Ahora más que nunca era cuando no dejaba de pensar. La imagen de Pablo besándose con esa chica de pelo rubio se repetía en mi cabeza una y otra vez… Quiero intentar olvidarme de lo ocurrido y sobre todo de Pablo, pero está visto y comprobado de que no puedo. 

Esta vez sí que lo mejor que podría hacer era desconectar de todo lo que había pasado leyendo y eso hice. Saqué uno de mis libros favoritos e intenté relajarme un poco.

– ¡Sara! Esa voz… Me levanté de mi asiento intentando buscar a Pablo. Quizás sería obsesión, pero esa era su voz. Es inconfundible. Cuando me quise dar cuenta noté la respiración de Pablo a mi lado, a mi oído. Mi amor. Me dijo susurrándome sus palabras, acariciándome el pelo con una mano y con la otra cogiendo mi cintura. Pablo me rodeó con su brazo para que me detuviera frente a él y sonrió acariciándome esta vez mi mejilla. Ahora mismo sentía una mezcla de sentimientos, de cúmulos de sensaciones que no podía evitar controlar. El tenerle de nuevo frente a mí, después de tanto buscar este momento hacía que mi piel se erizara por momentos. Pero por otro lado sentía rabia por ser capaz de decirme ‘’mi amor’’ cuando hacía unas dos horas que estaba besándose con otra. No sabía que camino optar, o más bien que palabras elegir o cómo reaccionar. No sabía si abalanzarme a sus brazos y decirle que le quiero a pesar de que mi pérdida de memoria impida quererle más. O en este caso optar por el peor camino, decirle que no quiero saber nada más de él. Sara, dime algo por favor. Bajé mi cabeza, ya que no sabía qué hacer. Sólo te voy a preguntar algo, ¿sabes que estuvimos juntos? No sé por qué pero al venir aquí a buscarme me ha hecho pensar que sí. Dijo ilusionado y sonriente. – Sí, si lo sé todo. Mi madre me lo contó. Logré decirle al fin. – ¿Y David? Preguntó arqueando una ceja. – David me daba igual. Y me sigue dando igual, pero me he dado cuenta de que he sido idiota al venir aquí. No ha merecido la pena para nada. Contesté sincera. – No, mi vida no. No has sido idiota. Dijo cogiendo mis mejillas. El venir aquí te hace ser una mujer muy valiente. Volvió a decir sin dejar de sonreír. – No sé como tienes tanta cara de decirme mi vida, mi amor y demás. No sé cómo eres capaz de acariciarme de esa manera después de haberte estado besando con otra hace unas horas. Y al fin decidí elegir torturarme. Podría elegir perfectamente sus caricias y olvidar ese beso, pero algo en mí me dice que no. Me dice no Sara no, olvídale. Más que nada porque siento que me ha fallado. Todo el mundo me decía que él me quería, que no me iba a olvidar y ser testigo de un beso ha sido lo peor que me ha podido pasar. – Sara, me besó ella. Contestó entristecido.  – Me da igual quien besara a quien. La cuestión es que se nota que me has olvidado pronto. Indiqué enfadada y apartándome de sus brazos. – No digas eso por favor. Te lo ruego. Es imposible olvidarte. Miré el reloj y me di cuenta como faltaban únicamente cinco minutos para que el AVE saliera. – Mira Pablo, el AVE sale dentro de cinco minutos. Indiqué señalando al gran reloj. Además, tengo una entrevista de trabajo y no quiero hablar contigo más. Me voy. Dije separándome de él, cogiendo mis maletas e intentando irme. – No. Apretó mi brazo con fuerza para evitar que me fuera. Te quiero. Se acercó a mí e intentó besarme. Yo aunque me moría de ganas de besarle, entre lo que había pasado y el poco tiempo que tenía para hacerlo me retiré. – Adiós. Dije yéndome de su lado. – Iré a buscarte Málaga te lo juro. Tenemos pendiente una conversación. Te quiero. Esas fueron las últimas palabras de Pablo, que por cierto, las decía gritando. Todo el mundo nos miraba, sobre todo a Pablo. Supongo que ni se creerían que tenían a su lado al mismísimo Pablo Alborán mostrando sus sentimientos a otra persona, eso debería de ser algo raro para los presentes. Yo seguí alejándome de él y no pudiendo evitar derrumbarme ante todo lo vivido. 

Miré hacia atrás como pude y observé perfectamente como Pablo seguía allí, inquieto, pero sin dejar de fijar la vista en mí. Me metí rápidamente dentro para irme. Adiós Madrid… Adiós Pablo…

No hay comentarios:

Publicar un comentario