lunes, 25 de agosto de 2014

Capítulo 34



Narrado por Pablo

Llegué a Málaga con más ganas que nunca. Pisar mi tierra siempre me hacía feliz, pero esta vez aún más. Cogí mis maletas y Rafa, Rubén y yo nos metimos de nuevo en la furgoneta. Antes de prepararme para la firma de hoy tenía que pasar por casa para dejar todo. La realidad es que no sé cómo voy a hacerlo para hablar con Sara, ya que mañana mismo tenía que volver a Madrid, pero conseguirlo lo tengo que conseguir. – Rafa, hoy o mañana tengo que hablar con Sara. Recuérdalo. No sé cómo me organizaré, pero tengo que hacerlo. Le dije mientras me acomodaba en el asiento.Pablo y yo quiero que le veas, pero recuerda tu que mañana mismo tienes que estar en Madrid. Yo no sé como lo harás pero vas a tener que organizarte muy bien para tener hueco para todo. Contestó mirándome. – Vamos Rafa, seguro que tendrá tiempo para todo. Indicó Rubén esta vez. – Bueno, bueno, yo solo digo que espero que dé tiempo a todo. Volvió a decir Rafa.

Al cabo de treinta minutos llegamos a Benalmádena. Me bajé de la furgoneta, recogí mis maletas, miré el reloj y quise meterme rápidamente a casa. – Te pasamos a recoger dentro de dos horas, Pablete. Gritó Rafa desde el coche. Miré de nuevo el reloj y me di cuenta de que si Sara estaba por aquí tendría tiempo para prepararme para la firma y lo más importante, hablar con ella. Me di cuenta como no había nadie en casa, así que no me entretuve más. Subí como pude y muy rápidamente las escaleras con las maletas, llegué a mi habitación, cogí mi móvil y comencé a escribirle un whatsApp a Sara contandóle todos mis planes. Necesitaba hablar con ella ya.

Narrado por Sara

Me encontraba en mi habitación leyendo, como habitualmente hacía, cuando una llamada hizo que me levantara de golpe. Pensé que podría ser del hotel y me puse bastante contenta. Crucé dedos para que así fuera y cogí el teléfono. – ¡Dígame! Contesté eufórica. – Sara Rodríguez, ¿verdad? – Sí, soy yo. Contenta reconocí perfectamente la voz de Hugo y una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en mi rostro. – Hola Sara, soy Hugo Martínez, ya me conoces. Rió. Voy a darte una muy buena noticia. – ¡No me digas que! Volví a decir eufórica. ¿¡Me admitís!? – Así es Sara. Enhorabuena y bienvenida al hotel Mac Puerto Marina. – Miles de gracias. Dije con la mayor de mis sonrisas. – Ya le explicaré los horarios en la oficina, pero de momento tendrá que venir el lunes a las ocho de la mañana. Le espero. Hasta luego. Colgué y empecé a dar saltos por toda mi habitación. ¡Por fin una buena noticia!

Mi móvil empezó a vibrar y sonreí aún más pensando de quien podría tratarse ese mensaje. Vaya, veo que hoy no me equivoco. ¡Pablo! Leí sus palabras y como loca le contesté que por supuesto que iría. Así que me puse lo primero que pillé, un poco de colorete y lista. La verdad es que estaba de los nervios, ya que ni yo misma sabía cómo iba a reaccionar. No sé que me dirá Pablo, no sé nada, absolutamente nada. Lo que sí sé es que me guiaré por lo que sienta mi corazón en ese momento e intentaré olvidarme de todo. Cogí mis llaves y puse dirección hacia su casa.

Llegué, tragué saliva y aporreé la puerta, porque sí, me moría de ganas por verle ya. En unos segundos la abrió. La verdad es que quería abalanzarme hacia sus brazos, pero algo me detenía. – Pasa. Dijo Pablo sonriente. Le hice caso y entré. ¿Me dejas que te de un abrazo? Preguntó tímidamente. Acepté y me dejé llevar por ese cálido abrazo que necesitaba como el comer. Y es que de las ganas que tenía de tenerle entre mis brazos le abracé aún con más fuerzas. Sí, pienso guiarme por lo que siento, y lo que siento es que le quiero, que quiero estar junto a él. Vamos arriba. Pablo iba delante de mí y yo le observaba tímidamente. Conforme iba subiendo, algunos momentos recordaba en mi mente y sonreía como una tonta, y es que como he dicho alguna vez, esta casa la reconozco a la perfección. – Cada vez que vengo aquí recuerdo muchos momentos contigo. Me pasó hace unos días cuando vine a ver a tu madre. Dije entrando en su habitación, sentándome en su cama y observando cada detalle, cada figura de su estantería. – Oh, eso es fantástico. Contestó sentándose a mi lado. Pero, ¿cuándo has venido aquí? Preguntó confuso. – Unos días antes de irme a Madrid, a, buscarte. Respondí fijándome en su mirada, que tenía que decir, que notaba sus ojos vidriosos. – Bueno, hablando de eso, te lo dije el otro día, pero fuiste muy valiente de irme a buscar a Madrid, sola. Me dijo pausadamente sus palabras mientras acariciaba sus piernas rápidamente. Le notaba nervioso. Y yo estaba prácticamente igual, ya que mi corazón, mi palpitación aceleraba conforme Pablo me miraba, o incluso con cada palabra que me decía. Era inevitable que no te pasara eso cuando estás con la persona que quieres. De verdad, valoro mucho todo esto. Sonreí y me enrojecí ante sus palabras. – No me considero una persona valiente por eso. Llámame en todo caso luchadora, por luchar por lo que quiero. Pablo me miró rápidamente. – ¿Acabas de oírte? Preguntó acercándose a mí cada vez más. – ¡Claro! Sé perfectamente lo que digo. No sé de qué te sorprendes. – Pues sí, sinceramente me sorprende. Contestó mientras suspiraba. – Y yo te repito que no sé porqué. ¿Porqué eh? Repetía mis palabras. Si sabes que te quiero a rabiar. Dije mientras mis mejillas enrojecían cada vez más, tanto que me las notaba ardiendo. Te quería antes del accidente, te quiero ahora y te querré siempre. Y fue en este momento dónde me sinceré como nunca antes lo había hecho en mi vida. Te quiero, esas son las palabras que más me han costado pronunciar en toda mi vida, ya que me considero una mujer que nunca dice lo que siente. O bueno, más bien, me consideraba, porque con Pablo he cambiado totalmente, en todos los sentidos. Irónico que tan sólo dos palabras cuesten tanto decirlas y en mucho casos sentirlas, pero cuando se dicen enamorada lo dices de lo más a gusto y convencida de que lo que sientes es verdadero. 

Cuando me quise dar cuenta Pablo me cogió de la barbilla, sonriente, pero a la vez con los ojos aún más vidriosos de cómo le había visto anteriormente. Y es que la realidad es que no me había atrevido a decirle esos Te quiero mirándole a los ojos. – Gracias por luchar tanto por mí. Me dijo por fin él. Ambos sonreímos. – No tienes porque agradecer eso. Cuando se lucha con tanta verdad en mi opinión, ¿de qué sirve el agradecimiento? Ambos nos quedamos callados. No sabía de qué forma actuaría Pablo. Suspiró. Supongo que comenzaría a hablar en breves segundos. – Lo que sí quiero es pedirte perdón. Y así fue. Le miré fijamente ante la forma en la que me rogaba mi perdón. Me sorprendía, sinceramente. Perdón por renunciar a ti por culpa de David, pero aún más por ese beso que sé que te dolió. Dijo cabizbajo. – Eso ya me da igual. Pablo levantó su mirada y clavó sus ojos marrones con los míos. – ¿De verdad? Volvió a sonreír. – De verdad. Y esta vez sonreí yo. 
Pablo se acercó a mí, notando como solo nuestra respiración separaba nuestros labios. Tan sólo centímetros que lo hacían todo mucho más especial. Él suspiraba y mi palpitación seguía acelerando conforme me sonreía, me miraba. Miraba mis labios, hasta que llegó una caricia que hizo que cerrara los ojos y me trasladara a otro mundo, sí, a ese mundo paralelo del que a veces hablo. Pablo lo había conseguido una vez más y es que todo lo que me hace sentir es como estar en un sueño. De ese sueño del que nunca te gustaría despertar. ‘’Perdámonos en este sueño de niños’’ ¿Y sabes? El que nunca va a dejar de quererte voy a ser yo. Dijo acariciando mi pelo y por fin, me besó. Le seguí el beso empujándole suavemente para colocarme encima de él en esa cama donde recordaba perfectamente que había sido testigo de una noche de pasión entre los dos. 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario