Narrado por
Sara
[Unos días después]
Sonó el despertador a
las seis y media de la mañana, me desperté bostezando y restregándome mis ojos.
Hacía años que no me levantaba tan prontísimo, por eso me costaba tanto, además
de que soy una persona bastante dormilona. Me levanté de la cama, miré el
armario y ya tenía el mismo dilema de siempre, la ropa. Pero esta vez no era
por una tontería, si no porque a mi primer día de trabajo tenía que ir
presentable. Cogí un vestido negro por encima de la rodilla y un pañuelo rojo
burdeos para atármelo al cuello. Dejé la ropa en mi cama y puse camino a la
planta de abajo para prepararme algo de desayunar. Pasé por el pasillo, por la
habitación de mi madre y hermana que estaban entornadas, así que me asomé para
ver si las había despertado, pero no, me fijé como todavía estaban dormidas,
así que sin hacer ruido bajé. Un zumo de naranja y unas tostadas con cualquier
tipo de mermelada para mí son un desayuno perfecto, así que como habitualmente
hacía, eso me preparé.
Al cabo de unos minutos
subí para ducharme, ya que si no lo hacía ya se me haría tarde.
¡Ya estaba lista! Me
cogí una coleta alta, me maquillé muy poco, como siempre, tan solo un poco de
colorete que casi nunca suele faltar en mí, un poco de rímel y salí de casa.
Fui al parking para coger mi coche y puse camino al hotel, la verdad es que
estaba perfecto, porque no era tampoco mucho camino de casa a allí y lo conocía
perfectamente, ya que había pasado anteriormente.
Llegué justamente a las
ocho y es que me encanta ser puntual. Estaban justo en ese momento abriendo las
puertas y entré para sentarme en la recepción. – ¿Perdona, es usted una cliente? Preguntó una chica morena, alta,
bastante guapa, y podía asegurar que sería de la misma edad que yo, o si no,
nos variarían muy pocos años. – No, soy
la nueva recepcionista. La chica sonrió. – Oh, vaya disculpa, no me lo había imaginado. Pues ya que vamos a ser
compañeras, tendré que presentarme, ¿no? Sonreí y le hice una seña para que
me dijera su nombre. Me llamo Cristina,
pero puedes llamarme Cris o Cristi, Cristina lo odio. Dijo la chica
amablemente dándome dos besos. Yo reí ya que me pasaba igual cuando me llamaban
Sarita. No entendía que siendo mi nombre Sara, así, tal cual, me llamaran de
otra forma, pero bueno. – Encantada Cris.
Yo soy Sara. Respondí. Bueno,
¿podrías explicarme como va todo esto? Subimos a las habitaciones y Cris
empezó a enseñármelas. En general, me acompañó por todo el hotel y me fue
enseñando cada rincón de él. – Bueno,
supongo que ya habrá venido el jefe. Tenemos que bajar. Acepté sin ningún
problema y al bajar nos encontramos a Hugo. –
Bienvenida Sara. Dijo mi jefe mientras me daba la mano. ¿Puedes pasar al despacho? Miré a Cris y
ésta me guiñó un ojo sonriente levantando sus pulgares, supongo que sabría que
todo iba a salir bien. Pasa. Me decía
Hugo. Siéntate. Le hice caso y rápidamente
me acariciaba mis piernas, tanto que me temblaban, estaba bastante nerviosa. Bueno, pues este será tu horario de trabajo.
Lo cogí y me sorprendió bastante, ya que no eran muchas horas las que tenía
que trabajar, únicamente de ocho de la mañana a tres de la tarde, prácticamente
como si fuera el horario de un instituto, tendría toda la tarde libre. Los
domingos era mi único día libre y la verdad es que me venían muy bien. Y ven acompáñame. Salí del despacho con
Hugo y me llevó hacia el vestuario. Ahí
tienes tu uniforme. Dijo sonriente. –
Muchas gracias. Le correspondí con una sonrisa.
La verdad es que era un
sitio increíble, además había notado una gran complicidad con Cris y creo que
si siguiéramos así podríamos llegar a ser grandes amigas. Irónico como la vida
te puede cambiar de un día para otro. Cuando piensas que todo te va mal, la
vida te demuestra de que no todo es tan color negro y viceversa, porque por
otra parte, pasa al revés, cuando estás bien te demuestra que no todo es de
color de rosa, pero ahora mismo, en todos los aspectos me siento bastante a
gusto con lo que es mi vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario