Narrado por
Pablo
Besaba, acariciaba,
miraba, sonreía, todos los momentos con Sara me parecían mágicos, se me pasaban
como segundos y nunca pensé que estos momentos volvieran a pasar, pero vaya
cuantas vueltas da la vida. – Pablo, hoy
no vamos a poder hacerlo. El periodo. Reí ante las palabras de Sara y ella
hizo lo mismo. – No pasa nada, mi amor.
Ya tendremos toda una vida juntos para hacer el amor las veces que queramos. Sonreímos
y la abracé con fuerzas. Acariciaba su pelo, mientras ella me daba suaves besos
en mi pecho. No quería despertarme de este sueño nunca. No quería que Sara
volviera a separarse de mí nunca más.
Tras bastantes minutos
en los que los besos entre Sara y yo se repetían constantemente una llamada nos
interrumpió. Rafa era esta vez. – Pablo,
pasamos en diez minutos a recogerte. Puse mi mano en mi boca. – Perfecto. Nos vemos en un rato. Colgué
y rápidamente, aparté a Sara y me levanté de la cama. – ¿Pablo, que pasa? Preguntó preocupada. – ¡La firma! Se me había olvidado por completo. Me descolocas. Dije
acercándome a ella y dándole un tierno beso. ¡Me voy a duchar! Como un loco me metí en la ducha. Me quité la
ropa, me metí en la ducha, me enjaboné rápidamente y salí.
Al cabo de unos cinco
minutos me fui directo a mi habitación y cogí una toalla que tenía en una silla
para sacudir mi pelo mojado. Por otra parte, únicamente me tapaba una toalla en
la zona de abajo y dejaba mi cuerpo al descubierto. – Maldita menstruación. Solté una carcajada una vez más ante sus palabras.
Sentido del humor a esta mujer no le falta y eso está más claro que el agua. – Mi niña, las babas. Le decía haciendo
la gracia y señalándole su boca mientras podía observar como no apartaba su
mirada de mi torso desnudo. Y sí, para que nos vamos a mentir, maldita
menstruación. Si no llega a ser por ella hubiésemos vivido una tarde mágica,
pero como le dije, podremos hacer el amor todas las veces que queramos.
Abrí mi armario, cogí
un polito negro de manga corta, una chaqueta de cuero negra y unos pantalones
vaqueros de un tono bastante oscuro y me vestí con bastante prisa. Había algo
que no podía faltar y era mi colonia favorita, Cool Water. Me eché unas gotitas
y cogí unas cuantas cosas que podrían hacerme faltar en la firma. – ¡Ya
estoy listo! Dije mientras abría los brazos. – Guapísimo, como siempre. Contestó mientras se hacía la
desmayada y caía en mi cama. – Anda, no
seas boba. Volví a decirle riéndome. Vámonos,
que si no me matan. Cogí de la mano a Sara y lo hice con fuerzas, ya que
hacía mucho que no la sentía conmigo. De algún modo apretarle la mano de esa
manera hacía que sintiera que por fin podía ser mía. Para siempre.
Antes de salir de casa
me detuve y miré fijamente a Sara acariciando sus mejillas con mis dedos. – Mañana intentaré verte. Tengo que irme a
Madrid y de aquí no me voy sin volver a verte. Te quiero. Y la besé. – Yo a ti más. Salimos de casa y Sara se
despidió de mí y de los chicos yéndose a la suya.
Me metí rápidamente en
la furgoneta y sonreí por haber logrado lo que estos meses tanto deseaba,
volver a tener a Sara conmigo. – Me
parece que dos tortolitos hoy han vuelto. Dijo Rafa en todo de burla. Sonreí de oreja a oreja ante sus
palabras mientras mis mejillas cada vez empezaban a cobrar un color rojizo. – Mira que sonrisilla. Indicó esta vez
Rubén mientras Rafa y yo nos reíamos a carcajadas. – Sí, Sara y yo hemos vuelto. Contesté cerrando los ojos y
reviviendo todo mientras poníamos rumbo a Málaga capital.
Después de largas
conversaciones con Rubén y Rafa llegamos al Carrefour la Rosaleda. Mi madre y
mi hermano se encontraban a dentro del recinto y les abracé. Ahora entendía por
qué no se encontraban en casa. – Dios, no
puedo estar más nervioso. Decía mientras caminaba de un lado para otro. Mi
madre intentó tranquilizarme dándome una tila, que para estos casos me venían
siempre muy bien. – Tranquilo cariño, si tú ya
eres un experto en esto. Dijo sin dejar de abrazarme y sonriendo.
Llegó la hora y salí
con la mejor y más grande de mis sonrisas. Me emocionaba ver toda la gente que
había. Agradecía, agradecía y no podía hacer otra cosa que agradecer, eso sí,
sin dejar de sonreír. Comenzó la firma y personas tras personas pasaban.
Las horas pasaban y de
vez en cuando salía a comer o beber algo. Quería estar el mayor tiempo posible,
pero no sé por qué, pero no me encontraba del todo bien. Quizás sería todo el
ajetreo, ayer estuve bastantes horas firmando en Madrid, más el viaje y ahora
aquí, pero me quedaré, por ellos, mis fans, ellos lo dan todo por mí y yo
también tengo que hacerlo.
Llegaron las doce de la
noche y mi madre me exigió que dejara de firmar. A penas se encontraban
personas en la cola, así que terminé las que me quedaban y me fui, agradeciendo
todo el apoyo y cariño que me habían mostrado en el día de hoy.
Salí sin ningún
problema, ya que la gente que había entendía que a pesar de ser tan tarde y lo
cansado que estaba no podía atenderles mucho. Así que puse de nuevo camino a
Benalmádena. Había sido un día increíble, perfecto, mágico en absolutamente
todos los sentidos.
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