Narrado
por Sara
Un nuevo día
comenzaba. Hacía mucho que no hablaba de lo que era el ir al trabajo.
Llegué al
hotel y rápidamente me metí en la recepción. Al parecer Cris no había llegado,
ya que no se encontraba allí, cosa que me preocupaba, más que nada por Hugo. Él
siempre suele llegar más tarde que yo y seguramente si me vea querrá que
hablemos y lo que menos me apetece ahora mismo es eso. Odio tantísimo expresar
mis sentimientos, porque a veces no lo hago bien, complico las cosas y hago
dudar a la persona y aún más dudo yo de lo que quiero elegir para mi vida.
Encendí el
ordenador, ya que hoy era un día ajetreado de mucho papeleo. Iban a venir tres
autobuses de gente de la capital y tenía que estar todo listo en menos de dos
horas. – ¡Corazón! Cris alzaba la voz
al verme allí. Este fin de semana no hemos podido vernos y la verdad, ya le
empezaba a echar de menos. Era curioso, pero la quería tanto, en tan poco
tiempo que la conozco se ha convertido en una hermana para mí. Siempre que
necesito algo ahí está ella para aconsejarme, cuidarme, apoyarme y hoy en día
la amistad no está muy bien que digamos y para mí es un gran privilegio y
orgullo tener una persona así a mi lado. –
Mi niña. Le decía mientras le abrazaba. Mis pensamientos y el nunca haber
tenido a una amiga tan cercana me había dado a que nos fundiéramos en un
precioso y cálido abrazo. – Hoy te veo
muy mimosa, eh. Indicaba riéndose. –
Lo sé. ¿Pero sabes por qué es? Cris encogió de brazos y me hizo saber que
le contara el por qué. Porque nunca he
tenido una conexión tan fuerte con una amiga y tú la palabra amiga la cumples
perfectamente. Además de las miles de virtudes que tiene, una de las que
más me gustan es lo sentimental que es, tanto o igual más que yo. Mis palabras
habían causado que una lágrima callera por su mejilla. – Ay mi Sarita, ¡cuantísimo te quiero! Sabes que aquí me vas a tener
siempre. Ambas sonreímos y nos volvimos a abrazar. Nos dimos cuenta de que
teníamos que seguir con el trabajo, que ya nos quedaba nada para terminar.
Al cabo de
unos minutos comenzaron a llegar los autobuses. Cada vez veía a más y más gente
bajar de allí y me resultaba agotador. Sabía que iba a ser un día muy duro…
Me di la
vuelta para coger un papel del suelo que se me había caído cuando una voz me
resultó familiar. Quizás sea una voz que se le parezca, aunque él la tiene
única, así que supongo que sí que será. Rápidamente me di de nuevo la vuelta
para conocer si mis suposiciones eran ciertas y una sonrisa de oreja a oreja
decidí mostrar al mundo al verle. –
¡Sara! – ¡Alex! Ambos nos habíamos reconocido, a pesar de llevar casi
cuatro años sin vernos. Salí del mostrador para recibirle. Aún más cálido fue
el abrazo que me di con él que el de Cris, pero sentía hacerlo así. Necesitaba
estrujarle.
Alejandro
desde pequeño había sido mi mejor amigo, mi confidente. Hablaba de que nunca
había tenido una amiga anteriormente, pero un chico sí y ese era él. Siempre
había estado ahí, apoyándome en todo, sobre todo cuando mis padres se
separaron, ahí me di cuenta de quién estaba y quién no y él sí. El final de
nuestra relación, relación de amistad llegó al confesarme que estaba enamorado
de mí. Él quiso distanciarse de mí, ya que sabía que yo no le iba a ser
correspondida, que para mí solo era un amigo, y me comunicó que lo mejor era
que no nos viésemos por un tiempo y yo no pude hacer otra cosa, no tuve otro
remedio que aceptar, por mucho que me doliera. Nunca lo entendí, pero no quedó
otra… Por eso ahora me alegro tantísimo de verle, porque nunca le he olvidado.
¡Qué alegría
sientes ver que estás curada del todo y que puedes reconocerle perfectamente!
No creía que mi recuperación iba a ser tan rápida, y lo mejor, que iba a recordar
mi pasado.
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