domingo, 9 de noviembre de 2014

Capítulo 48



Narrado por Pablo

[Al día siguiente]

Que cierto es eso de que los fracasos en el amor son los momentos dónde más ganas tienes de contarle al mundo como te sientes, a mí me pasaba en forma de canción. Me senté en la cama, cogí mi guitarra y comencé a acariciarle. De ella salieron algunos acordes mágicos, que oye, quien sabe si puedan servirme para el próximo disco. Cada vez me sorprende más a mí mismo de la forma en la que compongo y de la forma en la que salen mis canciones, como suceden y por qué, pero es mágico tener esa facilidad para componer.

Tras unos minutos pensando había llegado a la conclusión de que necesitaba despejarme, eso sí, solo. Me daba exactamente igual en qué lugar, pero mi momento de soledad siento que lo necesito. Me coloqué mi gorra y gafas de sol, para como digo yo, camuflarme y salí de mi casa. Estaba ya preparado porque había salido esta mañana, así que no tenía que vestirme.

Caminaba por las calles madrileñas mientras escuchaba música. ¡Cuánta paz sientes contigo mismo cada vez que escuchas música! ¡Cuánta! La música es mi vida, sin ella como dijo el gran Bob Marley sería un gran error. También mientras caminaba iba pendiente a la gente. Soy una persona muy observadora y me gusta mirar a las personas, hasta que me fijé en una de ellas. – ¿Alejandro? Pregunté confuso y no muy alto, por si me equivocaba de persona. En ese momento el chico se dio la vuelta para fijar su mirada en mí y sí, no había fallado, era él. Pero tío, ¿qué haces aquí? Pregunté sonriente. – ¡Pablo! Alzó su voz sonriéndome.
Alejandro era un gran amigo mío desde prácticamente toda mi infancia, uno de los mejores, además. Perdimos el contacto desde que lo dejé con Marta... Él era el mejor amigo de ella y por pensar distinto y algunas discusiones que tuvimos perdimos la amistad y la cosa se quedó ahí, estancada, ninguno hizo nada por recuperar la amistad que un día tuvimos y sinceramente, ha sido con el único amigo de mi infancia con el que eso me ha pasado, pero el cariño sigue y siempre seguirá ahí, a pesar de todo lo que haya pasado. ¡Qué alegría verte! Que vueltas da la vida, eh. Indicó sonriente de nuevo. Parece que se alegraba bastante de verme. – Ya te digo, ¿quién me iba a decir a mí que te encontraría aquí? ¿Pero qué haces que no estás en Málaga? Alejandro o Alex (siempre le ha dado igual como llamarle) es malagueño, por eso me sorprende encontrarle aquí, porque no tiene pinta de estar de vacaciones. – Pues mi estancia en Málaga se complicó, Pablete. Me he peleado con Marta bastantes veces y también por motivos de trabajo he tenido que venirme aquí. – Ay Marta, Marta… Suspiré. – ¿Quién nos iba a decir que la persona que nos separó nos iba a volver a juntar? Por ella, entre una cosa aún más importante es que estoy aquí sobre todo y si no hubiese pasado todo lo que pasó, ahora no estaríamos hablando. Comencé a pensar en todas mis discusiones con ambos, fuertes además y llegué a la conclusión de que necesitábamos una charla. – Creo que tenemos mucho de qué hablar. ¡Te invito a un café! Decía mientras le acariciaba el hombro. – ¡Acepto! Tengo muchas ganas. Los dos pusimos rumbo a mi bar madrileño favorito. Es un bar tranquilo, dónde ya me conocen por haberles visitado en más de una ocasión, por lo cual nunca tengo ningún percance. 

Llegamos al sitio y rápidamente pedimos. – Cuéntame si te apetece, ¿qué pasó con Marta? Pregunté mientras le daba un sorbo al café. – A ver, sinceramente me da cosa por ti, pero tengo que soltarlo, tengo que confesártelo. Veía a Alex bastante nervioso, miraba sus manos y las notaba sudosas y no entendía el por qué. No sé que me iría a decir y menos que lo que me fuera a decir provocara tanta tensión. Alex suspiró, eso me daba que pensar que iría a decirme lo que tanto quería en pocos segundos. Atentamente le escuchaba mientras le miraba fijamente. Marta y yo nos liamos. Dijo directo. Mi cara fue totalmente un poema cuando me confesó lo sucedido. Me impresionó, me dejó en shock y no sólo por la traición por su parte de saber que te lías con la ex de un amigo, si no porque sé que ellos siempre no han ido más allá de una amistad. Vamos, eso pensaba… – ¿Y cómo pasó eso? No sabía que decirle, no sentía la necesidad de reprocharle nada, sólo necesitaba aclarar algunas dudas. – No lo sé, simplemente pasó. Creo que tanto roce hizo el cariño, pero el cariño más allá de la amistad. Me rasqué la cabeza al oír sus palabras y comencé a ponerme un pelín más nervioso. – ¿Sabes qué? Pienso que me has traicionado. Yo nunca, jamás, me liaría con la ex de mi amigo, aunque todo acabara como acabó entre los dos, sin comunicación, sin saber nada el uno del otro, por un mínimo de cariño que creo que has tenido hacia mí deberías tenerme respeto. – Y te lo tengo Pablo, créeme que te lo tengo. Por eso mismo, por ti, era que no quería que sucediera nada entre los dos, pero sin saberlo me enamoré como un loco de ella. Al escuchar su última frase solté una risa sarcástica. – Lo siento, pero no te creo. Puedo creer que te hayas enamorado, pero que pensaras en mí no. Le dije disgustado. – Piensa lo que quieras Pablo, tengo mi conciencia muy tranquila. Y sobre todo, me siento mucho mejor al haberte contado esto. Agachó su cabeza. Siempre dicen que los cobardes lo suelen hacer, pero también es de valentía que me estuviera contando todo esto. – Bueno, que si no nos hubiésemos visto tampoco me lo hubieses contado, así que no vayas ahora de que te sentías mal. Contesté diciendo mis palabras más sinceras. – Te veo tan cambiado Pablo... Me dijo poniendo un poco cara de asco, ese rostro que provocó que me pusiera aún más nervioso y enfadado. – Probablemente lo esté, sí. Contesté directo.
Hablamos un poco más de lo sucedido, esta vez de según Alex mis cambios en mi forma de ser y salimos del bar para ir hacia mi casa. La conversación todavía no había finalizado y era mejor hacerlo en un sitio mucho más tranquilo. 

Llegamos a mi casa, solté mis llaves y rápidamente fui hacia la cocina para coger dos vasos de agua. – Alex, siéntate. Le decía con un tono alto desde la cocina. Seguidamente volví al salón y seguimos con nuestra conversación… – ¿Sabes? Hay otra cosa que tengo que decirte. Me decía nerviosa. – ¿El qué? Le preguntaba mientras bebía un sorbo de agua. – Soy gay. Contestó rápidamente. En ese momento no puede evitar escupir el sorbo que estaba bebiendo. ¿Alex? ¿Gay? ¿Ese hombre que se llevaba a todas las mujeres de calle? ¿Ese que cada vez que íbamos a alguna discoteca y me decidía por alguna chica siempre me la quitaba? No me cuadra. – Estás de broma, ¿no? Conseguí decir. Es que era incapaz de creerme tal cosa. – ¿En serio que me crees capaz de decirte esto de broma? Preguntó serió. – Es que lo siento, pero no me lo creo. ¿Tú gay? Por favor… Reí. Pero si recuerdo que un día de coña me enseñaste los nombres de todas las chicas con las que te habías liado y era un folio por delante y por detrás. Venga Alejandro, venga por favor. Alex era el típico chulo que como anteriormente había mencionado se las llevaba a todas de calle, pero cuando estaba en pareja era un romanticón, un hombre legal, pero lo dicho, cuando estaba soltero era un mujerón… Sigo diciendo que es imposible de creerme eso. – Ya, pero hace poco en una apuesta tuve que liarme con un chico, que por cierto, era gay y no sé, sentí algo raro y sabía que a él le gustaba, así que un día se lanzó y desde ahí nos estuvimos viendo en su estancia en Málaga. Nos hemos besado muchas veces y me he dado cuenta de que me gusta. Por eso estoy aquí también, ese es el mayor motivo, él es madrileño y estamos juntos, por eso me he mudado aquí con él. Contestó nervioso, cabizbajo. Me acomodé en el asiento mirando hacia el techo, sin seguir dando crédito a lo que me estaba contando. – Bueno, tendré que creerte, pero vamos, que me cuesta porque te conozco. Le dije lo primero que se me pasó por la cabeza, porque me parecía de locos todo lo que me estaba contando. – Pablo, de verdad, que es cierto todo lo que te estoy diciendo. Sabes perfectamente que cuando miento se me nota porque me río y te lo estoy diciendo lo más serio del mundo. No soy tan buen actor. – Es que como sea mentira te deberían de dar un Goya. O te deberías apuntar a teatro, porque te vería muy buen futuro, vaya lo serio que me lo estás contando, macho. Ambos reímos, por lo menos había conseguido sacarle una sonrisa, que desde que nos vimos no la había visto. – Que de verdad, es cierto lo que te digo. Sonrió.

Seguimos un poco con la conversación hasta que llegó la hora en la que tenía que irse. Prometimos volver a vernos... Después de este día tan raro llegó la hora de irse a dormir. Mañana será otro día…


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