Narrado
por Sara
Pasaban las
horas y seguíamos en aquel bar. La verdad, me había sorprendido este día para
bien. Bailaba sin parar con las chicas, me olvidaba del mundo con cada canción,
simplemente disfrutaba, que después de estos meses de idas y venidas creo que
merezco ser completamente feliz aunque sea por un día.
– ¿Quieres? Preguntó Marta ofreciéndome un cigarrillo
mientras se acercaba a mí. Miraba cada calada que le daba y aunque dudé varios
minutos si aceptar o no, al final me decidí que sí. Nunca he sido de fumar
mucho, con decir que a la semana me podría fumar tan solo dos cigarros, pero
muchas veces siento que puedo olvidarme de todo con cada calada. ¿Y bien? ¿Algún nuevo amor? Preguntó
mirándome fijamente. – ¿Por qué tanto
interés sobre mis romances? Pregunté esta vez yo mientras le daba un sorbo
a un Whisky que acababa de pedir. Yo
todavía no te he preguntado nada sobre tu vida privada. Indiqué. – Puedes hacerlo, eh, que no me importa. Yo
simplemente tengo curiosidad, me gustaría conocerte más. Contestó
apartándose un mechón de su pelo. – ¿Es
que sabes que creo? Marta encogió de hombros para que le dijera lo que pensaba.
Creo que me preguntas tanto sobre mi vida
privada porque quieres tener el campo libre con Pablo y si es por eso sabes de
sobra que lo tienes. Marta arqueó su ceja izquierda y su rostro cambió por
completo, su cara era totalmente un poema. –
Ya te dije esta mañana que no sentía nada hacia él. Dijo con tono de mal
humor. – Permíteme que dude de tus
palabras. Antes no te lo he dicho porque estábamos con las chicas, pero no te
creo. Una relación de tantos años no se olvida de la noche a la mañana. Dije
mientras me sentaba en un taburete. – Es
que no ha sido de la noche a la mañana, lo suyo me ha costado y hasta hace muy
poco le he olvidado, pero, ¿de qué sirve seguir enamorada de él si ya no me
quiere y si estaba con otra? O sea, contigo. Respondía Marta con las lágrimas
saltadas. – Y dime, ¿cómo lo has
conseguido? ¿Cómo le has olvidado? Me interesaba bastante como le había
olvidado, ya que en cierto modo yo también tendré que hacerlo. – Sólo te diré que un clavo saca a otro
clavo. – Y, ¿cómo olvidar a ese clavo si te ha marcado tanto? Pregunté
cabizbaja, prácticamente estaba como Marta, con los ojos vidriosos. – Con el tiempo… En ese momento un chico se acercó a Marta
y acto seguido le acarició su hombro. Aquí
está mi clavo. Y se fue con él sonriente. Yo me quedé pensando en sus
palabras y recordando otras de la gran Malú ‘’Te voy a olvidar, te arrancaré de
mi memoria, será en los labios de otras bocas, dónde borraré tu historia’’. Cuánta
razón tienen algunas canciones, son simplemente historias que quieren enseñarte,
demostrarte, la realidad. La realidad del amor y del desamor.
– Hoooombre, la loca de la carretera. Me di la vuelta sentada en el taburete y
no pude evitar contener la risa ante las palabras de Hugo. Bajé del asiento y
le di un tortazo de broma por sus palabras. –
No te rías de mi, ¿vale? Respondía mientras le sacaba la lengua. – Voy a tener que darte clases de conducir,
porque no puedes ir así por la carretera. Ambos reímos a carcajadas. – Sí, sinceramente es que me saqué el carnet
de pura chorra. En aquel momento era muy fácil, ahora todo ha cambiado y he
tenido suerte, la verdad. Le decía sonriente. – Pues entonces no se hable más, a ver cuando empezamos esas clases,
porque nunca se sabe que puede pasar o a quien podrás darle. – Vas a
recordármelo siempre, ¿verdad? – Mmmmm sí. Ambos volvimos a reír. Me di
cuenta como Cris que estaba con Bea nos miraba atentamente a Hugo y a mí. Ésta
me guiñó el ojo. Recordaba cada palabra suya en la recepción, como me decía que
Hugo tarde o temprano se pillaría por mí. Y es que me pregunto, ¿será él mi
clavo?
– Chica, estás en las nubes. Por unos minutos estuve callada, perdida
en mis pensamientos y con la mirada fija, por eso Hugo reaccionaba así. Estaba
pensando en que camino debería de escoger, en cómo construir mi vida y me
atrevía a decir que veía a Hugo en ella. Es un chico exageradamente atractivo
del que quién sabe si podría llegar a enamorarme y olvidar por fin a Pablo.
Volvía a recordar las palabras de Cris y ni yo misma sabía por qué lo hacía. Sí
que es cierto que soy la chica más enamoradiza que te puedes echar a la cara, a
pesar de todo lo que he vivido, cuando un hombre me llega, me llega bien. ¡Sara! Hugo alzó la voz y yo tan sólo
sonreí dejando por fin de lado mis pensamientos. ¿Me puedes decir que te ocurre? Preguntaba apoyando su mano en mi
hombro. – Nada, simplemente estaba
pensando en mis cosas. – Es que me preocupabas, tenías la mirada perdida. – Se
puede decir que estaba empanada. Ambos soltamos una carcajada. – Pueeeees, vamos a bailar, así no pensarás
tanto en esas cosas. En cuanto escuché sus palabras me eché hacia atrás.
Era una chica totalmente arrítmica, por lo cual, para hacer el ridículo me
quedo sentada. Era mucho mejor. – Me
niego, bailo fatal. – ¡Qué vas a bailar fatal! Anda, vamos. Insistió y cogió
mi brazo para llevarme con él hacia la pista de baile. Había conseguido lo que
quería.
Canción tras
canción las horas pasaban. Canciones de todo tipo, unas más ritmosas, otras
menos, unas de bachata, otras de merengue, otras de pop. Hoy había sido un día
que me había olvidado totalmente de todo. Va a ser verdad eso de que hay que
subir el volumen de la música y bajar el de los problemas. Frase totalmente
cierta.
Miré mis pies
y me atrevía a decir que me los notaba hinchados. Nunca y cuando digo nunca, es
nunca, había bailado de esta manera, únicamente me había sentado diez minutos,
así que estaba lo que se dice, muerta. Pero lo agradecía enormemente, a Hugo,
está claro.
Miré el reloj
y me di cuenta cómo eran las tres de la mañana. ¿Cuántas horas llevaba aquí?
Pensaba. Se me había pasado el día rapidísimo. – Creo que ya es tarde, ¿no? Te llevo a casa. Me decía Hugo
sonriente. – No, no te preocupes, me voy
con las chicas. Contesté dándole dos besos y yéndome en búsqueda de Cris. En
ese momento ésta vino hacia mí y me dijo que Bea y ella se iban a ir con dos chicos
a otro local, cosa que me había sentado un poquitín mal, porque creo que si
venimos juntas es para irnos juntas, no que ahora me dejen sola. Estaba
viviendo de nuevo aquella situación de hace unos años, mis amigas me dejaban
sola y tenía que volverme a casa con miedo. Pero esta vez era diferente, esta
vez tenía a Hugo. – Ya no tienes excusas.
Me dijo. No me quedaba otra que aceptar, aunque no sabía por qué ponía pegas
cuando en el fondo me moría de ganas por irme con él.
Salimos de
aquel local y pusimos rumbo hacia la calle dónde Hugo tenía aparcado su coche.
Mientras andábamos me iba contando un poco más sobre su vida personal y yo
hacía lo mismo. La verdad, era un chico con el que se podía hablar de todo, muy
risueño, un chico 10, sí.
Entramos en el
coche y me acomodé en el asiento poniéndome el cinturón. – ¿Te apetece que nos tomemos la última en mi casa? Preguntaba. Le
miré fijamente un poco avergonzada, no sabía si aceptar o no. Por unas partes
me apetecía muchísimo, pero por otras no estaba preparada. Podía imaginarme lo
que acarrearía si nos fuéramos juntos. Pero… tras mucho pensármelo asentí. – Me apetece. Contesté sonriente. Hugo
sonrió de oreja a oreja y pusimos de nuevo rumbo esta vez a su casa.
Aparcó el
coche, salió de él y abrió mi puerta para que saliera yo también. Esta
situación me recordaba bastante a las vividas con Pablo. En realidad, Hugo
también me recordaba a él, en muchos sentidos y eso que le conocía desde hace
muy poco. Entramos en su casa, era también tipo chalet, muy parecida a la mía,
pero con otra estructura. – Tienes una
casa preciosa. Me atreví a decirle. Sonrió e inmediatamente se fue a la
cocina. – Siéntate por favor. Le hice
caso y cerré los ojos pensando en el día de hoy, que como había dicho, había
sido un día casi perfecto. Hugo vino hacia mí trayéndome una copa con vino. – Gracias. Dije tomando un sorbo. Gracias por hacer de esta noche una gran
noche. En este momento Hugo soltó su copa en la mesa y se fue acercando a
mí quedándose a tan sólo centímetros de mi boca. Yo enseguida me separé de él
levantándome del sofá. No podía, no estaba preparada para besar los labios de
otro hombre. No todavía… – Lo siento,
perdóname. Decía Hugo yendo detrás de mí. Cogí mi bolso y le miré
fijamente. De verdad, no sé que me ha
pasado. – No te preocupes. Tengo que irme. Contesté sonriente. – ¿Pero cómo te vas a ir siendo tan tarde? Y
sola. Preguntaba mientras me cogía del brazo para que me detuviera. – De verdad, necesito estar sola. Necesito… Suspiré.
Necesito pensar. Indiqué mientras me
ahogaba con mis propias palabras. – Pero
me da miedo. Contestó cabizbajo. – No
te preocupes, de verdad. Dije acariciando su mejilla mientras volvía a
sonreír y yéndome de su casa.
Caminaba por
las calles en dirección hacia mi casa. Me sentía confusa, rara, pero a la vez
feliz. Era una mezcla que ni yo misma sabía cómo explicar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario