jueves, 27 de noviembre de 2014

Capítulo 55


Narrado por Sara

Prácticamente llevábamos 3 horas en la cafetería, seguíamos contándonos todo lo que nos había ocurrido en este tiempo. Cosas buenas, otras no tan buenas… Vivencias junto con Pablo, tanto de Alex como mías. Este día había sido genial. Y se suponía que yo ya había terminado mi jornada de trabajo y debería de haber vuelto a casa hace bastante, pero me sentía tan a gusto con Alex, que las horas se me había pasado volando. Pero ya era hora de volver…

Ambos nos levantamos y nos fundimos de nuevo en esta vez, un mágico abrazo. Cada vez lo defino con una palabra mejor, pero así sentía hacerlo. Le di un beso en la mejilla mientras le cogía de las manos. Le apretaba con fuerza para que sintiera mi calor. – Prométeme que ya no nos vamos a separar más. Le decía mientras le volvía a abrazar. – ¡Prometido! Respondió alzando la mano, seña de que cumpliría lo que le pedía. 

Mientras me despedía de nuevo vi a Hugo caminando rápidamente. Parecía nervioso, intranquilo, enfadado… De repente se dio la vuelta y fijó su mirada en mí. Nos separaban unos pocos de metros y aún así podía sentir perfectamente sus ojos vidriosos, pero no entendía el por qué. Necesitaba saber el por qué actuaba así, ya que me estaba preocupando, así que llegó el momento de despedirme de Alex. – Cielo, tengo que dejarte ya. Hablamos pronto, ¿vale? Te quiero. De nuevo Alex me abrazó y acto seguido fui en búsqueda de Hugo.

Salí a la gran terraza que tenía nuestro hotel y le vi apoyado en la barandilla. También me fijé como apoyaba su cabeza con las manos. Este chico me descolocaba totalmente. Me acerqué a él y posé mi mano en su hombro. – Hugo, ¿te ocurre algo? Él no me contestó. No sé que había podido enfadarle tanto, pero por lo que se ve había sido algo bastante gordo, porque para ni contestarme... ¿Por qué no me contestas? Preguntaba mientras me colocaba a un lado, a su lado. Necesitaba ver su cara, sus ojos… Pero nada, por más que lo intentaba seguía sin decir ni media palabra. Te estás comportando como un niño de cinco años y no me gusta nada. ¿Me puedes decir que te pasa o no? – No me pasa nada. Contestó seco. Por fin contestaba a mi pregunta, aunque era una respuesta más falsa que un billete de 3€. – Y yo soy tonta y me lo creo. ¿Me vas a decir que no te pasa nada cuando acabo de ver la mirada que me has echado? Preguntaba esta vez interponiéndome entre la barandilla y su cuerpo. Nunca había estado tan cerca de él, ni si quiera la vez que quiso besarme. – Claro que te he mirado de esa manera, pero tú sabrás el por qué. Respondía mirándome directamente a los ojos. Sus pupilas marrones color café me impresionaban tantísimo que hasta me daban miedo. – ¿Puedes explicarte mejor? Porque con tus no-respuestas me estás mosqueando, que lo sepas. Alcé mi voz. Era típico en mí cuando me ponía nerviosa y enfadada. – ¿Quieres que me explique mejor? Pues va. Me ha mosqueado verte con ese chico tan cariñosa. Supongo que con la persona que quieres. – Es un amigo. Contesté rápidamente. – Y yo me lo creo… Respondió con una risa sarcástica. – Créete lo que quieras, yo tengo mi conciencia muy tranquila. Estaba tan cariñosa con él porque hacía años que no nos veíamos. – ¿De verdad te piensas que con esto me lo voy a creer aún más? – Te repito que puedes pensar lo que quieras. A nadie le convenía que mi enfado aumentara, porque yo soy muy buena, pero cuando me sacan de mis casillas saco mi peor lado. Además, no sé qué tiene que molestarte cuando no somos nada. Con estas últimas palabras se ha podido comprobar hasta dónde había podido llegar mi enfado. Odio que no me crean cuando sé que lo que estoy diciendo es completamente real. Pero es lo que le he dicho, yo tengo mi conciencia muy tranquila… – ¿Sabes por qué me molesta? Pues mira, me molesta porque me gustas mucho, ya lo sabes joder. Y estoy harto ya de todo. No puedo obligarte a que estés conmigo, pero cada vez que te veo siento unas cosquillas por dentro imposibles de controlar. Me muero de ganas de besarte, hacerte mía y que estés conmigo siempre. 

Me quedé sin palabras ante lo que acababa de decir. Muda. Con ganas de abalanzarme hacia sus labios, pero a la vez yo misma me decía que tenía que contenerme, así lo sentía. La conversación con Alex había provocado que volviera a echar de menos a Pablo y que recordara toda mi historia con él. Ahora mismo estaba en un mar de dudas…


martes, 25 de noviembre de 2014

Capítulo 54



Narrado por Sara

Terminé mi horario de trabajo y rápidamente busqué el número de Alejandro para vernos. Me moría de ganas por la conversación que teníamos pendiente.
En seguida cogió el teléfono y me dijo que quedábamos en una hora en la cafetería del bar, así que aunque había terminado mi jornada me quedé la hora que faltaba para completar unas horas que me faltaban de otros días anteriores.

Al cabo de una hora Alex bajó las escaleras y nos abalanzamos de nuevo en un cálido y bonito abrazo, tanto o más que la de la vez anterior, de ese reencuentro. – Vamos a la cafetería, ¿no? Pregunté con una sonrisa de oreja a oreja. Alex asintió y en nada llegamos al bar. Nos sentamos y nos miramos fijamente a los ojos. Le echaba más de menos de lo que yo creía… Pensaba que le había olvidado, pero un amigo tan especial como lo es él siempre te marca. Pedimos unos sándwichs y cafés y comenzamos con nuestra charla… Charla que ambos necesitábamos. – Y bueno, ¿qué ha sido de ti todo este tiempo? Fui yo la que me atreví a romper el hielo. – Ay Sarita, si supieras… Ha sido todo una montaña rusa. ¿Te acuerdas de mi mejor amigo? Asentí mientras le daba un mordisco al sándwich. Pues allá voy. Nos peleamos, él lo dejó con su ex, y yo encima me enamoré de su chica como un loco, estuve un tiempo con ella, pero todo terminó. Pero lo mejor ha sido que nos hemos reencontrado mi amigo y yo en Madrid y nos hemos perdonado. – Guau, y tan montaña rusa… Pero bueno, me alegro mucho que por lo menos te hayas perdonado con él. Sonreí. – Yo también me alegro. Y ahora me queda decirte lo más fuerte que me ha pasado en estos cuatro años. – ¿El qué? Preguntaba mientras cogía mi vaso de café para darle un sorbo. – No te lo vas a creer, pero… soy gay. Y fue en ese momento cuando todo el café que estaba bebiendo terminó en su rostro. Comencé a toser tanto por haberle empapado la cara, pero también por la impresión. Y tanto que no me lo creo… Alex cogió rápidamente una servilleta y comenzó a secarse. A la próxima persona que le cuente que soy gay voy a tener que asegurarme que no esté bebiendo en ese momento, porque con Pablo me pasó lo mismo el otro día. – Pero es que Alex, es normal que ambos hayamos reaccionado así, cuando has sido un ligón toda tu vida. – Prácticamente lo mismo me dijo él, parece que estáis conectados. No pude evitar sonreír al pensar que hablaba del nombre del chico que más he querido en toda mi vida. ¿Y esa sonrisa de tonta? Preguntó Alex mientras soltaba varias carcajadas. – Simplemente es que ese nombre me trae muchos recuerdos. Contesté cabizbaja. – ¿Cuál? ¿Pablo? – Sí, he estado con uno de ellos y uno muy especial… Yo también te tengo que contar muchas cosas. Sonreí con las mejillas prácticamente encendidas. Sus recuerdos provocaban una sensación única, que para mí, era imposible de controlar. – Pues háblame de ese chico. Me decía mientras juntaba sus manos y me miraba atentamente. – Es que te vas a quedar con la cara del emoticono del whatsApp cuando te diga de que Pablo se trata. – No me digas que… Tú verás. No sé si Alex ya estaba sospechando que al ser Pablo de Málaga supiera que había tenido algo con él o qué, pero ese ‘’Tú verás’’ me resultaba extraño. No dudé en liar más las cosas, fui directa al decir el nombre, de quién verdaderamente se trataba. – Con Pablo Alborán. – No puede ser… Indicó llevándose sus manos a la cabeza. – Pues sí Alex, sí. Decía volviendo a beber un sorbo del café que me quedaba. – No, no, pero si el ‘’no puede ser’’ no lo digo por sorpresa de que sea un famoso. Lo digo porque Pablo, el Pablo del que te acabo de hablar es el mismísimo Pablo Alborán. Sí, mi gra amigo es tu ex, por lo que se ve. ¿¡QUÉ!? Al final la que resultó ser la sorprendida y la que se quedó con la cara de sorpresa del emoticono del whatsApp era yo. ¡Trágate rápidamente ese sorbo! Decía rápidamente sus palabras y poniendo sus manos frente a mí impendiendo no mancharle esta vez. Me causaba risa la situación, pero rápidamente no pude evitar volver a intranquilizarme al recordar sus palabras. – Ahora la que no me lo puedo creer soy yo. ¿Tú? ¿Amigo de Pablo? – ¿Tú? ¿Novia de Pablo? Estamos en las mismas, querida. Sí, definitivamente era una sorpresa para ambos… Que curiosa la vida, es un pañuelo totalmente. ¿Quién me iba a decir a mí que Alex y yo, dos personas que han sido tan amigos, pierden el contacto, y ahora resulta que tienen a una persona tan especial en común? Pero, ¿cómo fue, chiqui? Cuéntame tu historia con él de principio a fin. Aunque bueno, quién sabe, a lo mejor no tendrá ningún final. – Fue tan gracioso cuando nos conocimos. Hace dos años… Que rápido pasaba el tiempo… Y parecía que era ayer cuando le conocí. Conocerle en el sentido de más a fondo. No podía evitar la melancolía, de echarle de menos cada vez que a alguien le contaba mi gran historia con Pablo. Pero tenía que seguir… Yo tenía problemas, acudí al psicólogo y allí estaba él, fíjate por dónde que mis primeras palabras hacia él fueron las más bordes del mundo, ya que salí de la consulta con muchos papeles, nos chocamos y me lo tiró todo al suelo. –  Me lo puedo imaginar. Conociéndote. Indicó Alex cortándome mientras se reía. Bueno sigue. Y eso hice. – Mi madre se acercó a él ya que le conocía cuando íbamos cuando era pequeña a casa de mi abuela de la malagueta. Por lo que se ve jugábamos de pequeños, fui a su casa para hablar con Helena por una venta de una casa aquí en Benalmádena y eso hizo que poco a poco nos fuéramos conociendo hasta que acabamos estando juntos. Hemos tenido más malos momentos que buenos, pero a pesar de eso, ha sido al chico que más he querido en mi vida. Y ya todo se acabó, me ha sido infiel y yo no se lo he perdonado. Y como era de esperar, comenzaron a deslizarse lágrimas por mis mejillas imposibles de controlar. Alex me apoyó, como los viejos tiempo y yo no podía hacer otra cosa que agradecérselo mil veces, por lo de ayer, lo de hoy y lo de siempre… Porque esto ya va a ser para siempre. Un amigo como él no lo quiero perder nunca más. 

Que gracioso todo, porque recordando las palabras de Alex, había dicho que ambos habíamos reaccionado exactamente igual al decirnos que era gay. Si es que somos tan iguales, conectábamos tan bien, prácticamente me atrevería a decir que a la perfección… Y pensar que todo eso se ha perdido, se ha acabado… 


domingo, 23 de noviembre de 2014

Capítulo 53



Narrado por Sara

No podía expresar con palabras la felicidad que sentía al tener a Alex entre mis brazos. – Ni te imaginas las ganas que tenía de verte. Le dije al separarnos. Prácticamente habíamos estado así bastantes minutos. – Ay Sara, han cambiado tantísimo las cosas que gracias a eso vamos a volver a tener esa gran amistad que un día tuvimos. Te tengo que contar mucho. Me sorprendía bastante y me intrigaba el saber por qué todo tendría que cambiar, pero me moría de ganas de saberlo ya. Estaba claro que necesitábamos una charla ya, pero que ahora mismo no podía ser. – Me hace muy feliz escuchar eso Alex. Sonreí de nuevo de oreja a oreja al escuchar sus palabras. No te he olvidado nunca. Mira. Decía agachándome para coger un papel. Te dejo mi número para que hablemos, que ahora estoy muy liada. Sonreí. – Si, la verdad es que tengo que irme ya para arriba. Te llamo. Dame un beso amor. De nuevo volví a abrazarle, aún más fuerte que la vez anterior. 

Alex se fue y yo volví de nuevo a la recepción a atender a los demás clientes. – Uy, este niño tiene más pluma… Indicaba Cris sacando su vena marujona. – Ay Cris, pues este niño ha estado con media Málaga. – Sí… Claro… con media Málaga. Si es lo que yo digo. No pude evitar contener la risa. La verdad es que si que es verdad que estaba mucho más femenino, tanto vistiendo, como hablando. Pero no me imaginaba a Alex siendo gay. – De verdad, que no es gay. Vamos, a no ser que haya cambiado de acera. – A ver, ¿cuánto haces que no ves a este chico? Porque me ha dado la impresión que desde hace mucho. – Desde hace casi cuatro años. – Buah, desde hace cuatro años aquí todo se ha disparado. Ya quién menos te imagines lo es, si no fíjate en Pablo Alb… Le miré con cara asesina. No pudo terminar lo que decía porque sabía que la hostia se la llevaba. A veces soy idiota. Sé que Cris me dice esto para picarme, porque ella misma sabe que Pablo gay no es, pero como sabe que con eso me enfado, pueees… 

Seguimos atendiendo a todo el mundo y me moría de ganas de que terminara el día ya y que Alex me llamara. Teníamos mucho que decirnos como habíamos comentado anteriormente.    

                                                   

viernes, 21 de noviembre de 2014

Capítulo 52



Narrado por Sara

Un nuevo día comenzaba. Hacía mucho que no hablaba de lo que era el ir al trabajo.
Llegué al hotel y rápidamente me metí en la recepción. Al parecer Cris no había llegado, ya que no se encontraba allí, cosa que me preocupaba, más que nada por Hugo. Él siempre suele llegar más tarde que yo y seguramente si me vea querrá que hablemos y lo que menos me apetece ahora mismo es eso. Odio tantísimo expresar mis sentimientos, porque a veces no lo hago bien, complico las cosas y hago dudar a la persona y aún más dudo yo de lo que quiero elegir para mi vida.

Encendí el ordenador, ya que hoy era un día ajetreado de mucho papeleo. Iban a venir tres autobuses de gente de la capital y tenía que estar todo listo en menos de dos horas. – ¡Corazón! Cris alzaba la voz al verme allí. Este fin de semana no hemos podido vernos y la verdad, ya le empezaba a echar de menos. Era curioso, pero la quería tanto, en tan poco tiempo que la conozco se ha convertido en una hermana para mí. Siempre que necesito algo ahí está ella para aconsejarme, cuidarme, apoyarme y hoy en día la amistad no está muy bien que digamos y para mí es un gran privilegio y orgullo tener una persona así a mi lado. – Mi niña. Le decía mientras le abrazaba. Mis pensamientos y el nunca haber tenido a una amiga tan cercana me había dado a que nos fundiéramos en un precioso y cálido abrazo. – Hoy te veo muy mimosa, eh. Indicaba riéndose. – Lo sé. ¿Pero sabes por qué es? Cris encogió de brazos y me hizo saber que le contara el por qué. Porque nunca he tenido una conexión tan fuerte con una amiga y tú la palabra amiga la cumples perfectamente. Además de las miles de virtudes que tiene, una de las que más me gustan es lo sentimental que es, tanto o igual más que yo. Mis palabras habían causado que una lágrima callera por su mejilla. – Ay mi Sarita, ¡cuantísimo te quiero! Sabes que aquí me vas a tener siempre. Ambas sonreímos y nos volvimos a abrazar. Nos dimos cuenta de que teníamos que seguir con el trabajo, que ya nos quedaba nada para terminar.  

Al cabo de unos minutos comenzaron a llegar los autobuses. Cada vez veía a más y más gente bajar de allí y me resultaba agotador. Sabía que iba a ser un día muy duro…

Me di la vuelta para coger un papel del suelo que se me había caído cuando una voz me resultó familiar. Quizás sea una voz que se le parezca, aunque él la tiene única, así que supongo que sí que será. Rápidamente me di de nuevo la vuelta para conocer si mis suposiciones eran ciertas y una sonrisa de oreja a oreja decidí mostrar al mundo al verle. – ¡Sara! – ¡Alex! Ambos nos habíamos reconocido, a pesar de llevar casi cuatro años sin vernos. Salí del mostrador para recibirle. Aún más cálido fue el abrazo que me di con él que el de Cris, pero sentía hacerlo así. Necesitaba estrujarle. 

Alejandro desde pequeño había sido mi mejor amigo, mi confidente. Hablaba de que nunca había tenido una amiga anteriormente, pero un chico sí y ese era él. Siempre había estado ahí, apoyándome en todo, sobre todo cuando mis padres se separaron, ahí me di cuenta de quién estaba y quién no y él sí. El final de nuestra relación, relación de amistad llegó al confesarme que estaba enamorado de mí. Él quiso distanciarse de mí, ya que sabía que yo no le iba a ser correspondida, que para mí solo era un amigo, y me comunicó que lo mejor era que no nos viésemos por un tiempo y yo no pude hacer otra cosa, no tuve otro remedio que aceptar, por mucho que me doliera. Nunca lo entendí, pero no quedó otra… Por eso ahora me alegro tantísimo de verle, porque nunca le he olvidado. 

¡Qué alegría sientes ver que estás curada del todo y que puedes reconocerle perfectamente! No creía que mi recuperación iba a ser tan rápida, y lo mejor, que iba a recordar mi pasado.