Narrado por Sara
Prácticamente
llevábamos 3 horas en la cafetería, seguíamos contándonos todo lo que nos había
ocurrido en este tiempo. Cosas buenas, otras no tan buenas… Vivencias junto con
Pablo, tanto de Alex como mías. Este día había sido genial. Y se suponía que yo
ya había terminado mi jornada de trabajo y debería de haber vuelto a casa hace
bastante, pero me sentía tan a gusto con Alex, que las horas se me había pasado
volando. Pero ya era hora de volver…
Ambos nos
levantamos y nos fundimos de nuevo en esta vez, un mágico abrazo. Cada vez lo
defino con una palabra mejor, pero así sentía hacerlo. Le di un beso en la
mejilla mientras le cogía de las manos. Le apretaba con fuerza para que
sintiera mi calor. – Prométeme que ya no
nos vamos a separar más. Le decía mientras le volvía a abrazar. – ¡Prometido! Respondió alzando la mano,
seña de que cumpliría lo que le pedía.
Mientras me
despedía de nuevo vi a Hugo caminando rápidamente. Parecía nervioso,
intranquilo, enfadado… De repente se dio la vuelta y fijó su mirada en mí. Nos
separaban unos pocos de metros y aún así podía sentir perfectamente sus ojos vidriosos,
pero no entendía el por qué. Necesitaba saber el por qué actuaba así, ya que me
estaba preocupando, así que llegó el momento de despedirme de Alex. – Cielo, tengo que dejarte ya. Hablamos
pronto, ¿vale? Te quiero. De nuevo Alex me abrazó y acto seguido fui en
búsqueda de Hugo.
Salí a la gran
terraza que tenía nuestro hotel y le vi apoyado en la barandilla. También me
fijé como apoyaba su cabeza con las manos. Este chico me descolocaba
totalmente. Me acerqué a él y posé mi mano en su hombro. – Hugo, ¿te ocurre algo? Él no me contestó. No sé que había podido
enfadarle tanto, pero por lo que se ve había sido algo bastante gordo, porque
para ni contestarme... ¿Por qué no me
contestas? Preguntaba mientras me colocaba a un lado, a su lado. Necesitaba
ver su cara, sus ojos… Pero nada, por más que lo intentaba seguía sin decir ni
media palabra. Te estás comportando como
un niño de cinco años y no me gusta nada. ¿Me puedes decir que te pasa o no? –
No me pasa nada. Contestó seco. Por
fin contestaba a mi pregunta, aunque era una respuesta más falsa que un billete
de 3€. – Y yo soy tonta y me lo creo. ¿Me
vas a decir que no te pasa nada cuando acabo de ver la mirada que me has echado? Preguntaba
esta vez interponiéndome entre la barandilla y su cuerpo. Nunca había estado
tan cerca de él, ni si quiera la vez que quiso besarme. – Claro que te he mirado de esa manera, pero tú sabrás el por qué. Respondía
mirándome directamente a los ojos. Sus pupilas marrones color café me
impresionaban tantísimo que hasta me daban miedo. – ¿Puedes explicarte mejor? Porque con tus no-respuestas me estás
mosqueando, que lo sepas. Alcé mi voz. Era típico en mí cuando me ponía
nerviosa y enfadada. – ¿Quieres que me
explique mejor? Pues va. Me ha mosqueado verte con ese chico tan cariñosa.
Supongo que con la persona que quieres. – Es un amigo. Contesté
rápidamente. – Y yo me lo creo… Respondió
con una risa sarcástica. – Créete lo que
quieras, yo tengo mi conciencia muy tranquila. Estaba tan cariñosa con él
porque hacía años que no nos veíamos. – ¿De verdad te piensas que con esto me
lo voy a creer aún más? – Te repito que puedes pensar lo que quieras. A
nadie le convenía que mi enfado aumentara, porque yo soy muy buena, pero cuando
me sacan de mis casillas saco mi peor lado. Además,
no sé qué tiene que molestarte cuando no somos nada. Con estas últimas
palabras se ha podido comprobar hasta dónde había podido llegar mi enfado. Odio
que no me crean cuando sé que lo que estoy diciendo es completamente real. Pero
es lo que le he dicho, yo tengo mi conciencia muy tranquila… – ¿Sabes por qué me molesta? Pues mira, me molesta porque me gustas mucho, ya lo
sabes joder. Y estoy harto ya de todo. No puedo obligarte a que estés conmigo,
pero cada vez que te veo siento unas cosquillas por dentro imposibles de
controlar. Me muero de ganas de besarte, hacerte mía y que estés conmigo siempre.
Me quedé sin
palabras ante lo que acababa de decir. Muda. Con ganas de abalanzarme hacia sus
labios, pero a la vez yo misma me decía que tenía que contenerme, así lo
sentía. La conversación con Alex había provocado que volviera a echar de menos
a Pablo y que recordara toda mi historia con él. Ahora mismo estaba en un mar
de dudas…