Narrado
por Sara
[Por la noche]
Llegamos al
restaurante. Prácticamente no habían pasado ni tres horas desde que salimos de
la iglesia y ya me sentía con la necesidad de cruzar de nuevo esas miradas con
Pablo y quién sabe si serán más que miradas, palabras.
Nos sentamos
en una mesa apartada de la de toda la familia y comenzaron a traernos los
platos.
–
Dime que no te gustaría estar sentada junto a Pablo. Decía Rafa acercándose a mí.
Yo cabizbaja
logré sonreír un poco. Alguna que otra vez que miraba hacia Pablo él no me la
apartaba y eso producían mis ganas de irme hacia él, abalanzarme hacia sus
brazos y besarle, sin que me importara lo más mínimo el revuelo que pudiera
ocasionar. Sólo haría como si estuviéramos él y yo, solos, pero siento que tengo
que controlarme las ganas. Por ahora…
Después de dos
horas la cena llegó a su fin y nos trasladamos hacia un salón, enorme por
cierto. La música comenzó a sonar y todos comenzamos a bailar. Sinceramente, me
dolía la situación de ni siquiera haber cruzado ni un ‘’Hola’’ con Pablo,
solamente unas miradas que parecían decirlo todo, pero que a la vez no decían
nada. No dejaba de quitarle la vista, no podía evitarlo, hasta que me fijé como
se fue del salón. No le di la menor importancia ya que sabía que volvería, así
que seguí bailando junto a Alex y más amigos de la familia que conocía.
Al cabo de
unos diez minutos un hombre cogió un micro y se subió al escenario.
–
Por favor, os invito a salir fuera. Hay una muy buena sorpresa.
Podía deducir
perfectamente de cuál y de quién se trataba. Rápidamente cogí de una mano a
Alex y de la otra a mi madre y nos fuimos corriendo para vivir todo aquello en
primerísima fila como de un concierto se tratase.
Y sí, mis
suposiciones eran ciertas; Pablo, acompañado de su piano. Era lo más lógico,
una sorpresa de él no podía faltar en este día tan importante.
–
¿Estamos todos? Preguntó
sonriente.
–
Espera Pablo, antes de que empieces a cantar yo quiero decir algo. Dijo Alejandro. Le miré confusa y
él rápidamente se subió al escenario. Pablo también le miraba descolocado. ¿Qué
irá a decir este hombre ahora? Me temo lo peor… Alex cogió el micro y garraspeó
mientras se rascaba el pelo. Tengo que decir que como sé que Pablo no se
atreve a decirlo, por eso, yo que soy amigo de los dos y me muero de ganas de
que se reconcilien y verles juntos de una vez por todas, sé que esta canción va
también dedicada para ti, Sara. Decía mientras me señalaba.
Definitivamente,
tener en común un amigo con la persona que quieres es lo peor, o quién sabe, lo
mejor… Depende. Pablo permanecía con la cabeza agachada y yo no sabía dónde
meterme. Había sido un gesto precioso por parte de mi amigo, pero me gustaría
que esas palabras hubiesen salido de Pablo. Helena intentó tranquilizarme
cogiéndome de la cintura y acariciándome la espalda. Alejandro se bajó del
escenario y las primeras notas de Solamente tú comenzaron a sonar.
–
Te mato. Le decía a
Alejandro.
–
No, me lo vas a agradecer toda tu vida. Disfruta de la canción, anda. Y eso hice.
Una lágrima
comenzó a deslizarse por mi mejilla. No había canción que me emocionara más que
esta. La gran mayoría de parejas comenzaban a bailar y en ese momento me
imaginaba a Pablo y a mí haciéndolo.
De pronto noté como él también se estaba
emocionando, no sé si por ser la boda de su hermano, porque esta canción le
emociona el 80% de las veces por ser la que le llevó al éxito, o quién sabe si
por mí…
Espero que sea esta última.
En el momento
en el que terminó la canción Pablo salió escopeteado cruzando la carpa y
yéndose hacia un mirador. Quise ir tras él, pero Alex me detuvo.
–
Déjame hacerlo yo primero. Éste
se fue tras él y yo me quedé pendiente de su conversación. Me daba cuenta como
Pablo lloraba, tanto que podía deducir que lo hacía como nunca antes lo había
visto. Alex hablaba con él, le abrazaba, le acariciaba la espalda, hasta que
dejaron de hablar y vino hacia mí.
–
Alex, ¿qué le pasa a mi hijo? Preguntaba Helena preocupada.
–
¿Qué le va a pasar? Contestaba
mientras me miraba.
–
Sara, te suplico que le perdones. Helena cogió mis manos rogándome sus palabras. Todos sabemos
y tú también que no sabe vivir sin ti. Si os queréis como nadie, ¿por qué no
estar juntos?
Escuchaba
atentamente las palabras de Helena, sus súplicas y entendía que tenía toda la
razón. ¿Por qué no estar juntos si me moría de ganas de tenerle junto a mí para
siempre y que nunca más nos volviéramos a separar?
–
Cariño, perdona por entrometerme, pero he escuchado las palabras de mi madre y
tiene toda la razón. No entiendo porque seguís con el orgullo cuando os queréis
tantísimo. Decía
esta vez Casilda. Mírale, llorando por ti, ¿no te dan ganas de ir hacia él y
abrazarle y besarle? Le miré como me dijo y eso era lo que necesitaba
hacer, abrazarle y besarle.
–
Mi niña, tienen toda la razón. Tú ya sabes todo lo que pienso, ¿para qué voy a
decírtelo? Me
decía mi madre esta vez.
–
Venga, no seas tonta, ve con él. Indicó esta vez Rafa.
Miré hacia
Alex, mi confidente, la persona que más me entendía y me hizo una seña con la
cabeza para que me fuera. No me lo pensé dos veces, me despedí de ellos
agradeciéndole sus palabras y fui a dónde Pablo se encontraba.
Crucé el
puente con un nudo en el estómago, tragué saliva y poco a poco me iba acercando
más a él.
Permanecía
apoyado a la barandilla y me daba cuenta como se secaba sus lágrimas.
Prácticamente ya notaba su respiración. Coloqué mi mano sobre su hombro y se
dio la vuelta intentando averiguar de quién se trataba.
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