domingo, 18 de enero de 2015

Capítulo 75



Narrado por Sara
 

[Por la noche]

Llegamos al restaurante. Prácticamente no habían pasado ni tres horas desde que salimos de la iglesia y ya me sentía con la necesidad de cruzar de nuevo esas miradas con Pablo y quién sabe si serán más que miradas, palabras.

Nos sentamos en una mesa apartada de la de toda la familia y comenzaron a traernos los platos. 

– Dime que no te gustaría estar sentada junto a Pablo. Decía Rafa acercándose a mí.

Yo cabizbaja logré sonreír un poco. Alguna que otra vez que miraba hacia Pablo él no me la apartaba y eso producían mis ganas de irme hacia él, abalanzarme hacia sus brazos y besarle, sin que me importara lo más mínimo el revuelo que pudiera ocasionar. Sólo haría como si estuviéramos él y yo, solos, pero siento que tengo que controlarme las ganas. Por ahora…

Después de dos horas la cena llegó a su fin y nos trasladamos hacia un salón, enorme por cierto. La música comenzó a sonar y todos comenzamos a bailar. Sinceramente, me dolía la situación de ni siquiera haber cruzado ni un ‘’Hola’’ con Pablo, solamente unas miradas que parecían decirlo todo, pero que a la vez no decían nada. No dejaba de quitarle la vista, no podía evitarlo, hasta que me fijé como se fue del salón. No le di la menor importancia ya que sabía que volvería, así que seguí bailando junto a Alex y más amigos de la familia que conocía.

Al cabo de unos diez minutos un hombre cogió un micro y se subió al escenario. 

– Por favor, os invito a salir fuera. Hay una muy buena sorpresa. 

Podía deducir perfectamente de cuál y de quién se trataba. Rápidamente cogí de una mano a Alex y de la otra a mi madre y nos fuimos corriendo para vivir todo aquello en primerísima fila como de un concierto se tratase. 

Y sí, mis suposiciones eran ciertas; Pablo, acompañado de su piano. Era lo más lógico, una sorpresa de él no podía faltar en este día tan importante.

– ¿Estamos todos? Preguntó sonriente. 

– Espera Pablo, antes de que empieces a cantar yo quiero decir algo. Dijo Alejandro. Le miré confusa y él rápidamente se subió al escenario. Pablo también le miraba descolocado. ¿Qué irá a decir este hombre ahora? Me temo lo peor… Alex cogió el micro y garraspeó mientras se rascaba el pelo. Tengo que decir que como sé que Pablo no se atreve a decirlo, por eso, yo que soy amigo de los dos y me muero de ganas de que se reconcilien y verles juntos de una vez por todas, sé que esta canción va también dedicada para ti, Sara. Decía mientras me señalaba. 

Definitivamente, tener en común un amigo con la persona que quieres es lo peor, o quién sabe, lo mejor… Depende. Pablo permanecía con la cabeza agachada y yo no sabía dónde meterme. Había sido un gesto precioso por parte de mi amigo, pero me gustaría que esas palabras hubiesen salido de Pablo. Helena intentó tranquilizarme cogiéndome de la cintura y acariciándome la espalda. Alejandro se bajó del escenario y las primeras notas de Solamente tú comenzaron a sonar. 

– Te mato. Le decía a Alejandro.

– No, me lo vas a agradecer toda tu vida. Disfruta de la canción, anda. Y eso hice.

Una lágrima comenzó a deslizarse por mi mejilla. No había canción que me emocionara más que esta. La gran mayoría de parejas comenzaban a bailar y en ese momento me imaginaba a Pablo y a mí haciéndolo. 

De pronto noté como él también se estaba emocionando, no sé si por ser la boda de su hermano, porque esta canción le emociona el 80% de las veces por ser la que le llevó al éxito, o quién sabe si por mí… 
Espero que sea esta última.

En el momento en el que terminó la canción Pablo salió escopeteado cruzando la carpa y yéndose hacia un mirador. Quise ir tras él, pero Alex me detuvo.

– Déjame hacerlo yo primero. Éste se fue tras él y yo me quedé pendiente de su conversación. Me daba cuenta como Pablo lloraba, tanto que podía deducir que lo hacía como nunca antes lo había visto. Alex hablaba con él, le abrazaba, le acariciaba la espalda, hasta que dejaron de hablar y vino hacia mí.

– Alex, ¿qué le pasa a mi hijo? Preguntaba Helena preocupada.

– ¿Qué le va a pasar? Contestaba mientras me miraba.

– Sara, te suplico que le perdones. Helena cogió mis manos rogándome sus palabras. Todos sabemos y tú también que no sabe vivir sin ti. Si os queréis como nadie, ¿por qué no estar juntos?

Escuchaba atentamente las palabras de Helena, sus súplicas y entendía que tenía toda la razón. ¿Por qué no estar juntos si me moría de ganas de tenerle junto a mí para siempre y que nunca más nos volviéramos a separar?

– Cariño, perdona por entrometerme, pero he escuchado las palabras de mi madre y tiene toda la razón. No entiendo porque seguís con el orgullo cuando os queréis tantísimo. Decía esta vez Casilda. Mírale, llorando por ti, ¿no te dan ganas de ir hacia él y abrazarle y besarle? Le miré como me dijo y eso era lo que necesitaba hacer, abrazarle y besarle.

– Mi niña, tienen toda la razón. Tú ya sabes todo lo que pienso, ¿para qué voy a decírtelo? Me decía mi madre esta vez.

– Venga, no seas tonta, ve con él. Indicó esta vez Rafa. 

Miré hacia Alex, mi confidente, la persona que más me entendía y me hizo una seña con la cabeza para que me fuera. No me lo pensé dos veces, me despedí de ellos agradeciéndole sus palabras y fui a dónde Pablo se encontraba. 

Crucé el puente con un nudo en el estómago, tragué saliva y poco a poco me iba acercando más a él.


Permanecía apoyado a la barandilla y me daba cuenta como se secaba sus lágrimas. Prácticamente ya notaba su respiración. Coloqué mi mano sobre su hombro y se dio la vuelta intentando averiguar de quién se trataba.


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