lunes, 12 de enero de 2015

Capítulo 72



Narrado por Sara

[Unas semanas después]

Estas semanas habían sido muy duras, pero ya prácticamente tenía aclaradas mis dudas, ya sabía que es lo que quería en mi vida. 

Hoy tocaba salir a comprar los vestidos para la boda de Salva con mi madre y Alejandro. 

Ya estábamos listas, solo faltaba que viniera Alex en el coche y nos recogiera.

He de decir que en estas semanas ni he visto a Pablo, ni a Hugo. Éste último sí que me ha llamado para salir, pero le he pedido tiempo y creo que si no es hoy, es mañana cuando tenga mi conversación con él. Con Pablo desde aquel día que hablé con él y quedamos en que hablaríamos en la boda no hemos vuelto a saber nada el uno del otro, pero tampoco ha pasado tanto, solo tres semanas. El sábado que viene ya será la boda y ya por fin tendremos esa conversación. 

[Unas horas después]

Después de unas veinte tiendas por fin di con mi vestido. Era tan ideal que hasta me emocionaba… 
Bonito, ¿verdad? Sí, parecía muy pava, pero soy muy fan de los vestidos de eventos así y tener uno me hace feliz y más cuando sé que será para una gran ocasión.

[Por la noche]

Llegué a casa agotada tras un día intenso, pero mucho más lo iba a ser tras comunicarle a Hugo la decisión de que no quería seguir con él. Miedo me dará lo que acarreará esto, pero no puedo mentirme más a mí misma, no puedo seguir con una persona con la que ya no quiero estar. Será mejor para mí, pero sobre todo, para él, ya que no quiero hacerle daño.   

No hizo falta el avisarle ya que cuando veníamos de vuelta ya lo hice, así que supongo que dentro de poco ya estará en mi casa.

Después de unos cuantos minutos sonó el timbre. Tragué saliva comenzándome a poner nerviosa, pero rápidamente respiré, suspiré. Tenía que tranquilizarme como pudiera.

– Hola. Mi saludo no era muy efusivo, que digamos. Pasa. Le dije mientras él entraba y cerraba la puerta.

– Bueno, ¿qué tenías que decirme? Preguntaba ya sentado.

– Me cuesta tanto tener que decirte esto, pero tengo que hacerlo. Antes de nada decirte que hago esto por el bien de los dos, pero sobre todo por el tuyo, porque lo último que quiero es hacerte daño. 

Hugo me miraba confuso, descolocado, arqueaba sus cejas seña de que no entendía hacia dónde irían mis tiros. Y es que yo tampoco lo entendería si fuera al revés. 

Me estás poniendo nervioso.

– Ya voy. Indiqué guiñándole el ojo. Quiero hacerte un resumen de toda nuestra relación. Llegaste a mi vida en el momento justo, cuando me di por vencida, cuando ya no creía en el amor y pensaba que no estaba hecha para ningún hombre, pero tú me hiciste sentir lo contrario. Cuando comenzamos a estar juntos mis expectativas hacia ti subieron como la espuma, cada día me sentía más cómoda a tu lado, pero no todo es tan color de rosa, comenzaron las peleas y para colmo llegó hace un mes la muerte de mi hermana y con ella Pablo. 

– No sigas. Sabía que en cuánto escuchara su nombre iba a saltar. No sé por qué, pero sabía que el motivo era ese, Alborán. ¿Cuál si no? Pero me duele mucho.

Y tiene toda la razón… Ningún motivo ha habido. Que prácticamente de la noche a la mañana alguien te diga que no quiere estar contigo no habiendo pasado nada debe de doler.

– Déjame seguir Hugo. Éste levantó sus brazos para que siguiera. Cuando hablé con él volví a recordar todo, encima para colmo Alejandro me dijo que no se había olvidado de mí y desde ahí por fin me di cuenta de que yo tampoco. Ni te imaginas las veces que me he auto convencido de que ya no le quería, de que le había olvidado o de que tenía que hacerlo, pero aún así, aunque pensé que estando contigo lo había hecho, al verle, al hablar con él me he dado cuenta de que no… Dije cabizbaja. Entonces para estar contigo cuando me acuerdo de otra persona pues yo así no quiero, porque como te he dicho anteriormente nos hacemos daño los dos. 

Y por fin solté todo lo que llevaba acumulado este mes. Me acabo de quedar más a gusto que nada… Guardarte las cosas nunca es placentero para nadie y yo que llevo unos años que lo único que hago en esta vida es sincerarme, siempre que digo lo que pienso me siento mucho mejor conmigo misma, como que ya estoy lista parque venga lo que tenga que venir, pero sabiendo que lo he soltado todo me siento en paz.

– No voy a negarte que ahora mismo estoy intentándome controlar para no saltar. Indicó después de unos cuantos minutos de pleno silencio. Sabes como soy, pero lo único que voy a decirte es que agradezco y me alegro mucho de que me hayas hablado con sinceridad y hayas pensado en mí para no hacerme sufrir.
Sonreí y me abracé a él. 

– Gracias por entenderme. Gracias por este tiempo a tu lado. Que sepas que solamente me voy a quedar con lo bueno y que aquí tienes a una amiga para lo que sea.

– Agradezco tus palabras, pero yo ahora mismo no puedo verte como a una amiga. Pero estoy seguro que dentro de un tiempo sí. Sonreímos ambos. 

– No sabes cómo me alegra que te lo hayas tomado de esta manera. 

– Ah y bueno, en cuánto a Alborán, pídele disculpas por mi vena celosa el día del cementerio. Espero de todo corazón que seas muy feliz junto a él, porque lo que he podido observar, creo que te quiere. 

– No sé por qué, pero esto me está sonando a despedida y no quiero eso.

– Te pido un tiempo. Necesito olvidarte y viéndote me lo vas a poner dificil.

 – ¿Pero y el trabajo?

  No te lo dije porque lo rechacé por ti, pero ya que no hay nada cerrado, ni han elegido a nadie, me llamaron de Canarias para ser el jefe de un hotel de allí. La oferta es mucho mejor que la de aquí y habiendo pasado esto, creo que es mi oportunidad.

– Claro que es tu oportunidad, no la desaproveches.

– No lo haré. Y es por eso que me estaba despidiendo de ti. En ese momento se levantó del sofá y abrió sus manos. Rápidamente me fui de nuevo hacia sus brazos.

– Gracias por todo.

Nos separamos y le acompañé hasta la puerta.

– Adiós Sara.

– Adiós Hugo.

Sonreímos y cerré la puerta con calma.

Suspiré pensando en todo lo que había ocurrido, en como se lo había tomado. Que duro y difícil se me había hecho este momento… 

De repente me di cuenta de que tenía que darle a Hugo una cadena de oro que me regaló, así que cogí rápidamente mis llaves y salí de casa.

– ¡Hugo!

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