miércoles, 17 de septiembre de 2014

Capítulo 43



Narrado por Pablo

Llegué a Benalmádena con una ilusión puesta en una nueva reconciliación con Sara. Me parece fortísimo que todas las veces que lo hemos vuelto a intentar, cada reconciliación haya durado nada más que días. Muy pocos momentos hemos pasado buenos. Son idas y venidas que cada vez estoy más convencido de decir que el destino se empeña en separarnos… 

Llegué a casa de Sara nervioso. Miré a mi casa y suspiré. Ni si quiera quería avisar a mi familia de que estaba aquí por si todo saliera mal con ella… Para qué. Si fuera así tendría que volverme a Madrid y no quiero decirles que he venido para hacer el imbécil, por mucho que me apetezca verles, no me apetece contarle lo sucedido.
Con un nudo esta vez en mi estómago empecé a aporrear la puerta de casa de Sara. Lo hacía una y otra vez y no encontraba respuesta. – Sara, Sara, ábreme por favor. Decía nervioso. Llevaba bastantes minutos aporreando su puerta y nadie abría, pero sabía que alguien se encontraba porque había luz en una habitación. – Pablo, por favor. Una voz de una chica se oía tras la puerta, pero no se trataba de Sara. Vas a tirar abajo la puerta, para. Se trataba de la hermana de Sara, Laura, una chica a la cual adoro. ¡Sara! ¡Sara! Le decía continuamente Laura alzando la voz. Ya podía deducir perfectamente que ella se encontraba en casa. Pablo vete de aquí. Mi hermana no quiere verte. – Sara, ábreme, por favor. Seguía insistiendo y es que hasta que no me abriera yo no me movería de aquí, ya tuviera que soportar miles de rechazos, me daba exactamente igual. 

De repente, tras unos minutos sin saber qué decisión llegaría a tomar Sara, la puerta se abrió. Ella cruzada de brazos, seria, mirándome fijamente. – Te he abierto porque no quiero que sigas dando el espectáculo. Decía sin dejar de mirarme. Pasa antes de que me arrepienta, di lo que sea y vete. Entré en su casa y la seguía para que me llevara a su habitación. ¿Qué haces aquí? Preguntó cerrando la puerta. – Luchar por ti. En ese momento rió irónicamente ante mis palabras. – ¿Luchar por mí? ¿Ahora? Demasiado tarde. Contestó volviendo a cruzar sus brazos. – ¿Demasiado tarde por qué? Pregunté apenado, cabizbajo. – Porque ahora he decidido renunciar a ti, olvidarte y esta vez ni tus palabrerías bonitas van a hacer que cambie de decisión. Esas palabras habían sido las que más me habían dolido en toda mi vida. Sí, me atrevía a decir semejante exageración, pero era así. Oír esas palabras que suenan tan a despedida de la persona que quieres es como si te atravesaran un cuchillo por el estómago. – No me digas eso… Entiende que simplemente fue un error. – El error ha sido el mío, pero de enamorarme de ti. – ¿Por qué eres tan dura? Pregunté intentando que todo se calmara. No eres la primera persona a la que se le es infiel, eh. Pero con estas palabras la lié un poco más, pero las decía con total sinceridad y me salieron solas, sin pensar, pero en realidad era exactamente así. – Ah, ¿qué encima quieres excusarte? – No me quiero excusar de absolutamente nada, porque te he repetido en más de una ocasión que la cagué y es por eso que estoy aquí, para intentar recuperarte. Decía acercándome a ella. – Ni te me acerques. Decía deslizando sus manos. Pongamos un punto y final a esto, ya. – ¿En serio que quieres hacerlo? – Sí. Decía mientras me apartaba la mirada. – No puedo creerte. Contesté sin más. – Créetelo. Vete con esa chica, que yo intentaré rehacer mi vida con otra persona. Ya te lo dije por teléfono. – ¿Cuándo te vas a dar cuenta de que con la única persona que quiero estar es contigo? Le dije con mis palabras más sinceras. Hablar con la verdad siempre viene bien, decir todos tus pensamientos, todo lo que sientes, hace que te sientas cómodo contigo mismo. Por lo menos eso a mí me pasa. – Te dije al principio que no quería nada de palabras bonitas, porque simplemente, no vas a conseguir nada con ellas. Estás haciendo el tonto. Probablemente sí, fuera una tontería contarle mis sentimientos, ya que ella misma lo ha dicho, no voy a conseguir nada, pero para una esperanza que tengo, no voy a tirarla a la basura, ¿no? – Sólo te voy a preguntar algo… ¿Ya no me quieres? Pronuncié esas últimas con un nudo en la garganta que era imposible de controlar. – Los sentimientos no se van de un día para otro y más aún cuando has sentido tanto, por eso quiero que te marches de mi vida, para olvidarte de una vez por todas. – Nunca vas a poder olvidarme. Nunca vas a encontrar a alguien que te quiera más que yo. Simplemente porque nunca nadie te hará sentir esto. Me fui hacia Sara buscando sus labios, sus caricias. – Déjame. Decía continuamente, pero yo no podía parar, seguía besuqueándole mientras ella quería apartarme. Así que me encontré con algo amargo, un bofetón que hizo que me doblara la cara. – No sé quién te crees para bofetearme. Dije enfadado. – ¿Y quién te crees tú, eh? – Pablo Moreno de Alborán Ferrándiz. Respondí. Sara rió sarcásticamente. – Eres patético actuando de esa manera. En ese momento fui yo quien le devolvió la bofetada tanto que Sara acabó en la cama de lo duro que había sido mi tortazo. Pero al segundo reaccioné. Abrí mis ojos y me fui hacia ella para intentar levantarle de la cama, pero intentó apartarme con sus brazos. Me miraba fijamente con decepción, tristeza, odio. Me mataba decir que esas eran sus miradas, pero no podían ser de otra forma. – Sara por favor, perdóname. Sara perdóname, por favor. No hacía otra cosa que repetir esas palabras. En ese momento ambos comenzamos a llorar. Verla llorar entre sollozos me quemaba por dentro y más aún si era por mi culpa. 

Tras varios minutos sin dejar de mirarme cogió mi brazo y me llevó con ella hacia la planta baja. Yo seguía repitiendo mis palabras continuamente, rogando su perdón, porque ni yo mismo me reconocía. Ni yo mismo podía creerme que le haya puesto una mano encima y además, por unas palabras por su parte que tampoco han sido para tanto. Quizás el miedo de perderla me haya llevado a esto, pero esta vez sí que no hay excusas, esta vez me siento el mayor hijo de puta que hay en este mundo, aunque esté y suene malamente decirlo.

Llegamos a la puerta y yo seguía insistiendo que me perdonara, pero no había manera. – Ahora sí, pido que te olvides de mí para siempre. Decía mientras cogía de mi camiseta, abría la puerta, me echaba de su casa y volvía a cerrarla de un fuerte portazo. Comencé a llorar desconsoladamente apoyado en su puerta, tanto que era incapaz todavía de creerme todo lo que acababa de ocurrir. No me esperaba una nueva reconciliación entre Sara y yo, pero lo mínimo que me creía que podría llegar a pasar era esto. 

Narrado por Sara

Cerré la puerta y me apoyé en ella suspirando, llevándome mis manos a mi cabeza y sin dejar de llorar. No podía creer que Pablo me hubiese puesto una mano encima. Era incapaz de creerlo. Rápidamente subí a mi habitación y volví a cerrar la puerta de un fuerte tortazo. Cogí todo lo que tenía de Pablo o todo lo que me recordaba a él y comencé a tirarlo al suelo... Hasta que me cansé de hacerlo y caí en mi cama, recordando todo lo que acaba de vivir, recordando todo, recordando todas mis vivencias con Pablo, buenas y malas.
He repetido muchísimas veces estas palabras, pero ya sí que llegó la hora olvidarme de él para siempre.

1 comentario:

  1. En este capítulo no me agradó que Pablo le pegara a Sara, mi Pablito no es así :D continúo con mi lectura, está muy interesante. En este mismo día me leído 43 capítulos.

    ResponderEliminar