Narrado
por Pablo
Llegué a
Benalmádena con una ilusión puesta en una nueva reconciliación con Sara. Me
parece fortísimo que todas las veces que lo hemos vuelto a intentar, cada
reconciliación haya durado nada más que días. Muy pocos momentos hemos pasado
buenos. Son idas y venidas que cada vez estoy más convencido de decir que el
destino se empeña en separarnos…
Llegué a casa
de Sara nervioso. Miré a mi casa y suspiré. Ni si quiera quería avisar a mi
familia de que estaba aquí por si todo saliera mal con ella… Para qué. Si fuera
así tendría que volverme a Madrid y no quiero decirles que he venido para hacer
el imbécil, por mucho que me apetezca verles, no me apetece contarle lo
sucedido.
Con un nudo esta vez en mi estómago empecé a aporrear la puerta de
casa de Sara. Lo hacía una y otra vez y no encontraba respuesta. – Sara, Sara, ábreme por favor. Decía
nervioso. Llevaba bastantes minutos aporreando su puerta y nadie abría, pero
sabía que alguien se encontraba porque había luz en una habitación. – Pablo, por favor. Una voz de una chica
se oía tras la puerta, pero no se trataba de Sara. Vas a tirar abajo la puerta, para. Se trataba de la hermana de
Sara, Laura, una chica a la cual adoro. ¡Sara!
¡Sara! Le decía continuamente Laura alzando la voz. Ya podía deducir
perfectamente que ella se encontraba en casa. Pablo vete de aquí. Mi hermana no quiere verte. – Sara, ábreme, por
favor. Seguía insistiendo y es que hasta que no me abriera yo no me movería
de aquí, ya tuviera que soportar miles de rechazos, me daba exactamente igual.
De repente,
tras unos minutos sin saber qué decisión llegaría a tomar Sara, la puerta se
abrió. Ella cruzada de brazos, seria, mirándome fijamente. – Te he abierto porque no quiero que sigas dando el espectáculo. Decía
sin dejar de mirarme. Pasa antes de que
me arrepienta, di lo que sea y vete. Entré en su casa y la seguía para que
me llevara a su habitación. ¿Qué haces
aquí? Preguntó cerrando la puerta. –
Luchar por ti. En ese momento rió irónicamente ante mis palabras. – ¿Luchar por mí? ¿Ahora? Demasiado tarde. Contestó volviendo a
cruzar sus brazos. – ¿Demasiado tarde por
qué? Pregunté apenado, cabizbajo. – Porque
ahora he decidido renunciar a ti, olvidarte y esta vez ni tus palabrerías
bonitas van a hacer que cambie de decisión. Esas palabras habían sido las
que más me habían dolido en toda mi vida. Sí, me atrevía a decir semejante
exageración, pero era así. Oír esas palabras que suenan tan a despedida de la
persona que quieres es como si te atravesaran un cuchillo por el estómago. – No me digas eso… Entiende que simplemente
fue un error. – El error ha sido el
mío, pero de enamorarme de ti. – ¿Por qué eres tan dura? Pregunté
intentando que todo se calmara. No eres
la primera persona a la que se le es infiel, eh. Pero con estas palabras la
lié un poco más, pero las decía con total sinceridad y me salieron solas, sin
pensar, pero en realidad era exactamente así. – Ah, ¿qué encima quieres excusarte? – No me quiero excusar de
absolutamente nada, porque te he repetido en más de una ocasión que la cagué y es por eso que estoy aquí, para intentar recuperarte. Decía acercándome a
ella. – Ni te me acerques. Decía
deslizando sus manos. Pongamos un punto y
final a esto, ya. – ¿En serio que quieres hacerlo? – Sí. Decía mientras me
apartaba la mirada. – No puedo creerte. Contesté
sin más. – Créetelo. Vete con esa chica,
que yo intentaré rehacer mi vida con otra persona. Ya te lo dije por teléfono. –
¿Cuándo te vas a dar cuenta de que con la única persona que quiero estar es
contigo? Le dije con mis palabras más sinceras. Hablar con la verdad
siempre viene bien, decir todos tus pensamientos, todo lo que sientes, hace que
te sientas cómodo contigo mismo. Por lo menos eso a mí me pasa. – Te dije al principio que no quería nada de
palabras bonitas, porque simplemente, no vas a conseguir nada con ellas. Estás
haciendo el tonto. Probablemente sí, fuera una tontería contarle mis
sentimientos, ya que ella misma lo ha dicho, no voy a conseguir nada, pero para
una esperanza que tengo, no voy a tirarla a la basura, ¿no? – Sólo te voy a preguntar algo… ¿Ya no me
quieres? Pronuncié esas últimas con un nudo en la garganta que era
imposible de controlar. – Los
sentimientos no se van de un día para otro y más aún cuando has sentido tanto,
por eso quiero que te marches de mi vida, para olvidarte de una vez por todas.
– Nunca vas a poder olvidarme. Nunca vas a encontrar a alguien que te quiera
más que yo. Simplemente porque nunca nadie te hará sentir esto. Me fui
hacia Sara buscando sus labios, sus caricias. – Déjame. Decía continuamente, pero yo no podía parar, seguía
besuqueándole mientras ella quería apartarme. Así que me encontré con algo
amargo, un bofetón que hizo que me doblara la cara. – No sé quién te crees para bofetearme. Dije enfadado. – ¿Y quién te crees tú, eh? – Pablo Moreno
de Alborán Ferrándiz. Respondí. Sara rió sarcásticamente. – Eres patético actuando de esa manera. En
ese momento fui yo quien le devolvió la bofetada tanto que Sara acabó en la
cama de lo duro que había sido mi tortazo. Pero al segundo reaccioné. Abrí mis
ojos y me fui hacia ella para intentar levantarle de la cama, pero intentó
apartarme con sus brazos. Me miraba fijamente con decepción, tristeza, odio. Me
mataba decir que esas eran sus miradas, pero no podían ser de otra forma. – Sara por favor, perdóname. Sara perdóname,
por favor. No hacía otra cosa que repetir esas palabras. En ese momento
ambos comenzamos a llorar. Verla llorar entre sollozos me quemaba por dentro y
más aún si era por mi culpa.
Tras varios
minutos sin dejar de mirarme cogió mi brazo y me llevó con ella hacia la planta
baja. Yo seguía repitiendo mis palabras continuamente, rogando su perdón,
porque ni yo mismo me reconocía. Ni yo mismo podía creerme que le haya puesto
una mano encima y además, por unas palabras por su parte que tampoco han sido
para tanto. Quizás el miedo de perderla me haya llevado a esto, pero esta vez
sí que no hay excusas, esta vez me siento el mayor hijo de puta que hay en este
mundo, aunque esté y suene malamente decirlo.
Llegamos a la
puerta y yo seguía insistiendo que me perdonara, pero no había manera. – Ahora sí, pido que te olvides de mí para
siempre. Decía mientras cogía de mi camiseta, abría la puerta, me echaba de
su casa y volvía a cerrarla de un fuerte portazo. Comencé a llorar
desconsoladamente apoyado en su puerta, tanto que era incapaz todavía de
creerme todo lo que acababa de ocurrir. No me esperaba una nueva reconciliación
entre Sara y yo, pero lo mínimo que me creía que podría llegar a pasar era
esto.
Narrado
por Sara
Cerré la
puerta y me apoyé en ella suspirando, llevándome mis manos a mi cabeza y sin
dejar de llorar. No podía creer que Pablo me hubiese puesto una mano encima.
Era incapaz de creerlo. Rápidamente subí a mi habitación y volví a cerrar la
puerta de un fuerte tortazo. Cogí todo lo que tenía de Pablo o todo lo que me
recordaba a él y comencé a tirarlo al suelo... Hasta que me cansé de hacerlo y
caí en mi cama, recordando todo lo que acaba de vivir, recordando todo,
recordando todas mis vivencias con Pablo, buenas y malas.
He repetido
muchísimas veces estas palabras, pero ya sí que llegó la hora olvidarme de él
para siempre.
En este capítulo no me agradó que Pablo le pegara a Sara, mi Pablito no es así :D continúo con mi lectura, está muy interesante. En este mismo día me leído 43 capítulos.
ResponderEliminar