Narrado
por Sara
Me encontraba
en mi cama desconsolada, sin ganas de nada. No dejaba de sacar clínex del
paquete. Ya había perdido la cuenta de cuántas lágrimas había derramado en el
día de hoy. Soy incapaz de creer que esto esté pasando. Y pensar que le dije a
Pablo que no me fallara y no lo ha cumplido. Se ve que no me quiere tanto como
yo pensaba y él me juraba.
En ese momento
noté como tocaban a la puerta. Rápidamente me levanté y me sequé las lágrimas
como pude para que no me vieran llorar. –
Pasa. Dije mientras me sentaba al filo de mi cama con las piernas cruzadas.
– Sara,
tienes una visita. Dijo mi madre entrando a mi habitación. Extrañada
pregunté de quién se trataba, pero no obtuve respuesta. Entra. Le dijo a la persona de la que se te trataba. Y fue David quien entró. Me quedé
impresionada al verle ya que hacía mucho que no sabía de él. Mi madre se fue y
me decidí por fin a hablar, ya que no quería que ella presenciara este momento
estando aquí. – ¿Qué cojones haces tú
aquí? Preguntaba levantándome enfadada y yéndome hacia él para echarle de mi
habitación. – Shh, Sara, por favor,
escúchame. Dijo posando su dedo en mi boca para que me callara. – Ni me toques imbécil. Respondí
apartándome de él. Tú tienes la culpa de
todo. Dije entre sollozos. – ¿Qué
dices Sara? Por favor, quiero pedirte perdón. Suplicaba sus últimas
palabras acercándose a mí. – ¿Ahora?
¿Ahora me quieres pedir perdón? No sabes el daño que me has hecho. Lo que
querías lo conseguiste, Pablo y yo no vamos a estar juntos nunca. Dije
tirándole de mala gana la revista. Él la miró y se puso la mano en su boca seña
de sorpresa ante la noticia. – Lo siento. – ¿Pero cómo puedes ser tan
falso? Le pregunté moviendo mi cabeza de lado a lado. – Sara, yo no tengo la culpa de esto. Decía mientras señalaba la
revista. – Sí, si la tienes, si no nos
hubieses querido separar yo estaría ahora mismo con Pablo. Respondí volviéndome
a sentar y poniendo mis manos en mi cara, sin dejar de llorar. – Sara, ¿me puedes escuchar de una vez? Alzó
la voz. – Mira, di lo que sea ya. Pero en
cuanto lo digas te vas. No quiero verte más. – Vale… Respondió con un tono
bajo y sentándose en mi cama. Te pido que
me dejes hablar, por favor. Esta vez mis disculpas son sinceras, no como las
otras veces. Esta vez quiero pedirte perdón por lo imbécil que he sido, por
haberte hecho la vida imposible, por todo el daño que te he hecho, en nuestra
relación y después. Pero sobre todo, por haberos separado a Pablo y a ti. Por
eso me voy, lejos, para siempre, para que puedas rehacer tu vida con él. Intenté
hablar pero David no me dejó. Si, ya sé
que es lo que vas a decir, que ya Pablo está con otra chica. O bueno, esto es
lo que quiere decir la revista. Ojalá me hubiese arrepentido antes y te lo digo
con el corazón en la mano. Ojalá. Entre la noticia de Pablo y el perdón de
David no podía evitar llorar a más no poder. – ¿Y quién me dice a mí que tus disculpas son sinceras? Dije
lográndome secar las lágrimas y hablándole con rabia. Hoy parecía que todo iba
dirigido hacia esa palabra, rabia. – Creo
que con el simple hecho de querer irme de aquí ya demuestro que son sinceras, porque
no quiero que mi presencia siga haciéndote daño. No te lo mereces. Sonrió. Por favor créeme. Le he explicado todo a tu
madre, lo ha entendido y me ha logrado perdonar, aunque no del todo, ¿por qué
tu no? Dijo acariciándome la pierna.
– Porque todo el daño que me has hecho lo he tenido que soportar yo, tanto
psicológicamente como físicamente. Es duro perdonarte y más bien imposible.
Ojalá pudiera. – Solo te pido una oportunidad. Me di cuenta como una
cuantas lágrimas se deslizaban por sus mejillas y eso me hacía pensar que
quizás pudiera ser cierto lo que me estaba diciendo, que se arrepentía de todo.
Pero por otra parte, ¿quién sabe si no son lágrimas de cocodrilo? Por favor. Volvió a decirme y la verdad
es que le notaba bastante arrepentido. –
¿Sabes? El perdón y la oportunidad tienes
que ganártelo con los hechos, no con las palabras. Estoy harta de palabras. – Y
lo haré, te lo prometo. Solo te pido algo, ¿puedo abrazarte? Logré sonreír
un poco y sinceramente, nunca imaginé que David pudiera lograr eso. Acepté y
nos fundimos en un bonito abrazo. David no dejaba de llorar y eso tocaba mi
fibra sensible, más que nada porque nunca le había visto así. – Bueno, deja de llorar. Esta vez era yo
la que secaba las lágrimas al otro. –
Gracias por este abrazo. Significa un paso más para tu perdón. Me quedo mucho
más tranquilo sabiendo eso. Y ahora me voy. Te deseo que seas muy feliz, con o
sin Pablo, pero déjame decirte que desde fuera haré todo lo posible para que
volváis a estar juntos. Y de verdad, lo siento, lo siento por todo. No dije
nada a pesar de sus palabras, tan sólo sonreí y él sin dejar de llorar me
volvió a abrazar, tan fuerte que casi me dejaba sin respiración.
Y se marchó…
Resultaba
gracioso, pero era increíble lo mucho que me molestaba que se fuera, aún
sabiendo el daño que me había hecho, sí, pero me dolía. Al fin y al cabo
también había vivido cosas bonitas con él y le he querido mucho, por eso en
cierta parte sé que podré perdonarle. A veces pienso que de buena soy tonta,
muy tonta.
Ya que es un capítulo más redondeado quiero dedicárselo a todas las personas que lean esta historia, en especial, a las que siempre comentan, sabéis quiénes sois. GRACIAS Y MILES DE GRACIAS. No sois muchos los que me leéis, pero sí los suficientes para querer seguir con esta historia, para motivarme, porque vuestras ganas, espera y comentarios son los que me dan la fuerza para todo esto. Un besazo enorme os mando y espero que os siga gustando lo que leéis. ¡Gracias de nuevo! #Marina.
ResponderEliminarSigue así marina!! Me encantaaa!!!!
ResponderEliminarMil gracias mi Alex.
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