lunes, 8 de septiembre de 2014

Capítulo 40



Narrado por Sara

Me encontraba en mi cama desconsolada, sin ganas de nada. No dejaba de sacar clínex del paquete. Ya había perdido la cuenta de cuántas lágrimas había derramado en el día de hoy. Soy incapaz de creer que esto esté pasando. Y pensar que le dije a Pablo que no me fallara y no lo ha cumplido. Se ve que no me quiere tanto como yo pensaba y él me juraba. 

En ese momento noté como tocaban a la puerta. Rápidamente me levanté y me sequé las lágrimas como pude para que no me vieran llorar. – Pasa. Dije mientras me sentaba al filo de mi cama con las piernas cruzadas. Sara, tienes una visita. Dijo mi madre entrando a mi habitación. Extrañada pregunté de quién se trataba, pero no obtuve respuesta. Entra. Le dijo a la persona de la que se te trataba. Y fue David quien entró. Me quedé impresionada al verle ya que hacía mucho que no sabía de él. Mi madre se fue y me decidí por fin a hablar, ya que no quería que ella presenciara este momento estando aquí. – ¿Qué cojones haces tú aquí? Preguntaba levantándome enfadada y yéndome hacia él para echarle de mi habitación. – Shh, Sara, por favor, escúchame. Dijo posando su dedo en mi boca para que me callara. – Ni me toques imbécil. Respondí apartándome de él. Tú tienes la culpa de todo. Dije entre sollozos. – ¿Qué dices Sara? Por favor, quiero pedirte perdón. Suplicaba sus últimas palabras acercándose a mí. – ¿Ahora? ¿Ahora me quieres pedir perdón? No sabes el daño que me has hecho. Lo que querías lo conseguiste, Pablo y yo no vamos a estar juntos nunca. Dije tirándole de mala gana la revista. Él la miró y se puso la mano en su boca seña de sorpresa ante la noticia. Lo siento. – ¿Pero cómo puedes ser tan falso? Le pregunté moviendo mi cabeza de lado a lado. – Sara, yo no tengo la culpa de esto. Decía mientras señalaba la revista. – Sí, si la tienes, si no nos hubieses querido separar yo estaría ahora mismo con Pablo. Respondí volviéndome a sentar y poniendo mis manos en mi cara, sin dejar de llorar. – Sara, ¿me puedes escuchar de una vez? Alzó la voz. – Mira, di lo que sea ya. Pero en cuanto lo digas te vas. No quiero verte más. – Vale… Respondió con un tono bajo y sentándose en mi cama. Te pido que me dejes hablar, por favor. Esta vez mis disculpas son sinceras, no como las otras veces. Esta vez quiero pedirte perdón por lo imbécil que he sido, por haberte hecho la vida imposible, por todo el daño que te he hecho, en nuestra relación y después. Pero sobre todo, por haberos separado a Pablo y a ti. Por eso me voy, lejos, para siempre, para que puedas rehacer tu vida con él. Intenté hablar pero David no me dejó. Si, ya sé que es lo que vas a decir, que ya Pablo está con otra chica. O bueno, esto es lo que quiere decir la revista. Ojalá me hubiese arrepentido antes y te lo digo con el corazón en la mano. Ojalá. Entre la noticia de Pablo y el perdón de David no podía evitar llorar a más no poder. – ¿Y quién me dice a mí que tus disculpas son sinceras? Dije lográndome secar las lágrimas y hablándole con rabia. Hoy parecía que todo iba dirigido hacia esa palabra, rabia. – Creo que con el simple hecho de querer irme de aquí ya demuestro que son sinceras, porque no quiero que mi presencia siga haciéndote daño. No te lo mereces. Sonrió. Por favor créeme. Le he explicado todo a tu madre, lo ha entendido y me ha logrado perdonar, aunque no del todo, ¿por qué tu no? Dijo acariciándome la pierna. – Porque todo el daño que me has hecho lo he tenido que soportar yo, tanto psicológicamente como físicamente. Es duro perdonarte y más bien imposible. Ojalá pudiera. – Solo te pido una oportunidad. Me di cuenta como una cuantas lágrimas se deslizaban por sus mejillas y eso me hacía pensar que quizás pudiera ser cierto lo que me estaba diciendo, que se arrepentía de todo. Pero por otra parte, ¿quién sabe si no son lágrimas de cocodrilo? Por favor. Volvió a decirme y la verdad es que le notaba bastante arrepentido. ¿Sabes? El perdón y la oportunidad tienes que ganártelo con los hechos, no con las palabras. Estoy harta de palabras. – Y lo haré, te lo prometo. Solo te pido algo, ¿puedo abrazarte? Logré sonreír un poco y sinceramente, nunca imaginé que David pudiera lograr eso. Acepté y nos fundimos en un bonito abrazo. David no dejaba de llorar y eso tocaba mi fibra sensible, más que nada porque nunca le había visto así. – Bueno, deja de llorar. Esta vez era yo la que secaba las lágrimas al otro. – Gracias por este abrazo. Significa un paso más para tu perdón. Me quedo mucho más tranquilo sabiendo eso. Y ahora me voy. Te deseo que seas muy feliz, con o sin Pablo, pero déjame decirte que desde fuera haré todo lo posible para que volváis a estar juntos. Y de verdad, lo siento, lo siento por todo. No dije nada a pesar de sus palabras, tan sólo sonreí y él sin dejar de llorar me volvió a abrazar, tan fuerte que casi me dejaba sin respiración.
Y se marchó…   

Resultaba gracioso, pero era increíble lo mucho que me molestaba que se fuera, aún sabiendo el daño que me había hecho, sí, pero me dolía. Al fin y al cabo también había vivido cosas bonitas con él y le he querido mucho, por eso en cierta parte sé que podré perdonarle. A veces pienso que de buena soy tonta, muy tonta.

3 comentarios:

  1. Ya que es un capítulo más redondeado quiero dedicárselo a todas las personas que lean esta historia, en especial, a las que siempre comentan, sabéis quiénes sois. GRACIAS Y MILES DE GRACIAS. No sois muchos los que me leéis, pero sí los suficientes para querer seguir con esta historia, para motivarme, porque vuestras ganas, espera y comentarios son los que me dan la fuerza para todo esto. Un besazo enorme os mando y espero que os siga gustando lo que leéis. ¡Gracias de nuevo! #Marina.

    ResponderEliminar