Narrado por
Sara
Escuché un fuerte golpe, miré hacia atrás y no daba crédito a lo que estaba viendo, a lo que acaba de ocurrir. – Paaaaaaaablo. Corrí hacia él y comencé a llorar. ¡No podía ser! Un coche le había atropellado… ¿Por qué, por dios? ¿Por qué? Ahora me siento culpable… Si le hubiese hecho caso... Suspiré. Ahora mismo no es momento de lamentaciones. Me dije a mí misma. Cogí mi móvil nerviosa, los dedos me temblaban, tanto que era incapaz de poder teclear correctamente, pero conseguí poder llamar. – Una ambulancia, por favor. Le indicaba la calle llorando a la mujer que me entendía. El hombre del coche intentaba tranquilizarme y yo no sabía qué hacer. – Lo siento. Me decía. – Tú no tienes la culpa. Le contesté un poco más tranquila. En ese momento empezaron a salir vecinos de los alrededores. El impacto del coche lo había provocado. Pensé en la familia de Pablo y le pedí por favor al hombre del coche que se quedara con Pablo. Rápidamente fui hacia la casa, toqué el timbre y salió Helena. – Sara, ¿qué pasa por dios? Te veo aterrada. – Pablo... Dije llorando y con miedo al pronunciar su nombre por la reacción de Helena. Ésta salió de casa y al ver a su hijo tendido en el suelo, lleno de sangre se quedó pálida.
Tras un minuto así
acudimos las dos hacia Pablo y en ese momento llegó la ambulancia. – ¿¡Qué ha pasado!? Me decía Helena entre
sollozos. – Yo… Estábamos hablando Pablo
y yo. Ayer nos peleamos y me fui y el cruzo la carretera y… Abracé a
Helena. Ella se caía en mis brazos, no podía soportar tanto dolor de ver a su
hijo así. Los médicos sacaron una camilla y cogieron a Pablo. - ¿Podemos ir las dos en la ambulancia? Pregunté
nerviosa. – No. Solo una persona. Es
mejor para la salud del paciente. Me contestó uno de los médicos. – Por favor señor, no sé cómo ir, el coche
de mi madre está roto y el mío lo tengo bastante lejos de aquí y tardaría mucho
en coger un taxi o un autobús. - Por favor te lo pido, yo necesito estar con
alguien. Le dijo Helena. – Vale, está
bien. ¡Vamos! Dije ayudando a Helena a subir.
Nos metimos en la ambulancia y ninguna de las dos dejaba de llorar. Veía a
Pablo muy grave, con el suero puesto, con sangre y me temía lo peor. No podría
soportar si falleciera, me sentiría culpable y además, me niego a una vida sin
él. Ahora mismo lo que pasó en el pasado es lo de menos, de hecho si saliera de
esta le perdonaría. Me estoy dando cuenta de que no quiero vivir sin él.
Después de unos veinte
minutos llegamos al hospital e ingresaron a Pablo de urgencias. – Dentro de unos cinco minutos intentaremos
daros los resultados. Sólo os puedo adelantar que el señor está grave. El
mundo se me caía encima tras escuchar esas últimas palabras. Volvía a temerme
lo peor y no podía soportarlo. – Lo
siento Helena. Dije apoyándome tras una pared. – No sientas nada. No sé lo que pasaría entre tú y Pablo ayer, pero tú
seguro que no has tenido la culpa. Ahora mismo no es momento de peleas, tenemos
que estar más unidas que nunca por si pasara lo peor. Helena seguía
llorando. – No digas eso, por favor. Me
niego a vivir sin Pablo. – Pablo y tú, ¿estáis juntos? – Sí. O estábamos. Ayer
me enteré de algo que hizo que no quisiera saber nada más de él, pero ahora,
ahora la vida me ha demostrado de que no podría vivir sin él, esto que ha
pasado parece que es una señal para que estemos juntos. En ese momento un
doctor se acercó hacia nosotros. –
¿Familiares del señor Moreno? – Si, somos nosotras. ¿Cómo está mi hijo? Dijo
Helena apretándome la mano con fuerza. – Está
mejor señora. Cuando iba en la ambulancia iba bastante grave y ha mejorado, el
impacto del coche ha sido muy fuerte y pensábamos que podría dejarle secuelas,
ya que le ha dado en una zona del cuello muy delicada, pero los resultados han
sido bastantes buenos. De momento, si nada cambia, sólo tendría que llevar un
collarín, ya que lo tiene fracturado. Helena y yo suspiramos y logramos
sonreír aunque fuese difícil. – Gracias a
Dios. Contestó Helena. ¿Cuándo
podremos verle? – Ahora mismo no puedo decirle señora, el paciente sigue un
poco delicado, dentro de lo normal está bien, pero ahora se le está haciendo
pruebas por si algo se complicara. Estaréis informadas de todo lo que pase. - Muchas
gracias. Contestamos Helena y yo. Sinceramente, pensaba que sería mucho
peor. Vi bastante sangre y me temía que hubiese sido algo de la cabeza y que le
hubiese dejado secuelas, pero gracias a Dios no. Solo queda esperar y confiar
en que todo saldrá bien.
[Al día siguiente]
Después de pasar toda
la noche allí, comenzaron a llegar familiares y amigos de Pablo. Supongo que
mientras había echado alguna que otra cabezada Helena les llamaría, pero a
pesar de lo poco que logré dormir no me enteré del aviso. – Hola. ¿Tú eres? Una mujer y un hombre se acercaron a mí. – Hola, soy Sara, se puede decir que la
novia de Pablo. - ¿Cómo que se puede decir? Contestó el chico. – Perdonar por ser tan borde, pero creo que
no es el momento de explicaciones. – Tienes toda la razón. Volvió a
decirme. - Sí, tienes razón, ya
hablaremos otro día mejor. Bueno, no me he presentado. Soy Casilda, hermana de
Pablo. Él es Salvador, hermano de Pablo también. – Encantado. Me dijo Salvador.
– Igualmente. Sonreí. Ambos me dieron dos besos. Me imaginaba que serían
familiares y cercanos, más que nada porque guardaban un cierto parecido a
Pablo. - ¿Sabes que ha pasado? Preguntó
Casilda. Mi madre logró decirme de un
accidente, pero no pudo explicarme más por los nervios. – Sí… Yo estaba con
Pablo en el momento del accidente. Simplemente decirte que un coche le
atropelló. Yo seguía andando y el cruzó y en ese momento un coche le arrolló. Salvador
se puso la mano en la boca. – Madre mía… Dijo
nervioso. ¿Y como está? – Pues un doctor
nos ha dicho que en la ambulancia venía más grave, pero que de momento, si nada
se complica, sólo tiene fracturado el cuello y tendría que llevar collarín. Casilda
suspiró. – Menos mal que no ha sido nada
más grave. Me temía lo peor, porque cuando Pablo fue más joven tuvo otro
accidente y me he asustado más.
Después de largas
conversaciones con Casilda y Salvador, que he de decir que eran bastantes
simpáticos, volvió a venir el doctor. –
Hola de nuevo familia. El paciente Moreno se encuentra en la habitación, le
hemos puesto un calmante, ya que sólo hacia preguntar por una chica llamada
Sara. En ese momento todos me miraron y yo me moría de los nervios. ¿Es usted? Yo afirmé con la cabeza. Dice que necesita verle. ¿Podría pasar? –
Por supuesto que sí, ¿pero no debería de pasar antes su familia? Yo tan solo
soy su chica y me siento mal. – Como usted quiera, pero el paciente quiere
verla. – Pasa. Me decían todos. - ¿De
verdad? Sonreí. – Claro que sí. Dale
saludos de todos. Me dijo el padre de Pablo. – Muchas gracias. Se los daré.
El doctor me indicó la
habitación y entré. Pablo estaba dormido y bastante sereno, el cuerpo lo tenía
delicado por el impacto, pero por le demás le veía bien. Como el doctor había
dicho, tenía el collarín. Me acerqué a él y le di un beso en los labios. Lo
necesitaba. El miedo de poder haberle perdido me lo pedía. En ese momento Pablo
abrió los ojos. – Mi amor. Le dije
mientras le acariciaba la frente. Siento
mucho que estés así por mi culpa. ¿Cómo te encuentras? - ¿Mi amor? ¿Eso
significa que me perdonas? Sonrió. –
Sí. El miedo de perderte, de saber que te podías haber ido me ha hecho pensar
que no mereces mi rechazo. Sonreímos. Pero
bueno, dime, ¿cómo te encuentras? – Me duele un poco la cabeza y el cuello,
pero estoy bien. – No sabes cuánto me alegro. Por cierto, tu familia está ahí
afuera y te mandan saludos. Pablo sonrió. – Diles que estoy bien, que no se preocupen. Sólo me interesa saber si
volveremos a estar juntos. – Si. Me niego a estar sin ti. Me hacía feliz
que aún estando así, solo le interesara saber si estaríamos juntos. Como me has repetido en muchas ocasiones,
fue por culpa del alcohol, de la muerte de tu abuela y pasó hace mucho tiempo.
Además sé que te arrepientes, por lo cual mereces mi perdón. – Muchas gracias
por perdonarme. Dame un beso, por favor. Lo necesito. Y lo hice. Yo también
lo necesitaba. Como le he dicho a Pablo, fue parte del pasado, yo por lo que
pasó no quería saber nada, pero es una tontería no querer saber nada de él
cuando estoy completamente enamorada. Me
doy cuenta de que en esta semana hemos estado los dos en un hospital. El
destino, que somos iguales hasta para eso. Rió. De nuevo, el doctor entró
en la habitación. – Perdonad que os
interrumpa. Debería de salir, el paciente necesita descansar. – No, por favor. Contestó
Pablo. – Cariño, necesitas descansar, yo
estaré fuera, no me separaré de ti. Le di un tierno beso. – Vale. Está bien. Sonrió. Me quedaba
mucho más tranquila al saber que Pablo estaba bien y que se quedaría tranquilo.
Volví a besarle y salí de la habitación. Le comenté a la familia de cómo estaba
Pablo y se quedaron mucho más tranquilos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario