miércoles, 18 de junio de 2014

Capítulo 12



Narrado por Pablo


No me podía creer que yo fuese el culpable de lo que le pasó a Sara. Todo encaja. Hace cuatro años, la forma en la que lo ha contado todo, fui yo… He de decir que tuve un motivo por el que hice eso, el alcohol. Nunca he sido de beber, pero hacía unos días que mi abuela había fallecido y necesitaba olvidar ese mal momento y recurrí a la bebida. Me arrepiento. Siempre me he arrepentido de eso. Aunque iba un poco borracho recuerdo perfectamente todo. Con razón Sara desde un primer momento me sonaba bastante, a pesar de haberla conocido de pequeña, era por eso… Ahora no sé qué hacer, no sé si alejarme de ella, porque cuando se entere me va a odiar. Odia al hombre que le hizo la vida imposible y aunque sea yo, su pareja, me va a seguir odiando por eso. Encima le he mentido, le he dado a entender que me ha preocupado quién era, le he dicho que iba a estar con mi música y la realidad es que necesito estar solo, pensar, pensar en si le tengo que contar la verdad o no. Desde ese día yo tampoco soy yo. Siempre he defendido a la mujer y más aún si es agredida o pegada por un hombre, odio eso y yo, yo lo hice. Me siento impotente, me siento el mayor hijo de puta que hay en esta tierra, porque aunque pasó sin yo quererlo, pasó. Y encima ha sido a la persona que ahora mismo más quiero, de la persona que estoy enamorado. No sé cuánto tiempo voy a soportar el silencio, pero creo que no mucho. Necesito decirle la verdad, luego las consecuencias ya vendrán solas, pero ella tiene que saberlo, tiene que saber que yo fui ese hombre al que tanto le desea el mal por haberle hecho tanto de sufrir. Si antes no me lo perdonaba, ahora menos.  

Después de bastante tiempo pensando, necesitaba soltar todo. Como he dicho, el silencio sería peor, que luego venga lo que quiera, pero me siento mal mintiéndole. Más aún de lo que ya estoy… En ese momento cogí mi móvil y le mandé un whatsApp a Sara para ver si podía venir a mi casa. 

Pasado 5 min sonó el timbre. Nervioso, mordiéndome las uñas abrí. - ¡Pero Pablo! ¿Para qué me llamas si hemos estado hace nada? ¿No decías que no podías? Sara se acercó a mí para volver a darme un beso. – Ya, pero es que tengo que contarte algo. Dije separándome de ella. Vayamos a mi estudio, estaremos más tranquilos. Entramos en mi estudio y nos sentamos en ese sofá blanco. Siempre le he tenido mucho respeto, ya que nunca me he liado con ninguna chica y nunca lo haré, pero puede ser que esta vez sea testigo de una fuerte discusión. - ¿Qué pasa? Me estás asustando. Desde que te fuiste de mi casa te he visto raro. Dijo rascándose la cabeza. – A ver, no sé por dónde empezar. Contesté nervioso. ¿Recuerdas lo que me has contado antes? – Si… Para no olvidarlo. – Fui yo. - ¿¡Qué!? Sara alzó la voz. ¿Qué dices? No puede ser. Yo únicamente le miraba hasta que una lágrima comenzó a caer. No. Me niego. No, Pablo no. Sara se levantó y empezó a caminar de un lado para otro. – Si, Sara, fui yo. Conseguí decir bajando la cabeza avergonzado por lo ocurrido. Sara me miraba con ojos tan grandes como platos y bastante seria. Aunque más bien seria, enfadada, cabreada. Me preocupaba la discusión que tuviéramos al contarle todo. Antes de nada, por favor, déjame terminar. Te lo suplico. Necesito contarte todo. Necesito explicarme. - ¡Habla ya, joder! Dijo Sara nerviosa y enfadada. – Fui yo el que te hice… eso. Pero no era yo, el que lo hacía, era como si fuera otra persona. Tenía 20 años, era un idiota, sí, lo era y el mayor motivo por el que me emborraché fue por la muerte de mi abuela. Necesitaba olvidarlo todo y recurrí a lo peor que hice, el alcohol. Sé que será difícil perdonarme y no te lo pido, pero sí que por favor lo entiendas. Si yo llego a ser consciente de cómo estaba nunca te hubiese puesto una mano encima, ni si quiera te hubiese besuqueado y mucho menos intentar llegar a la violación. La cara de Sara era un poema. Estaba totalmente pálida, sin apenas decir ninguna palabra. No sé si era mejor que estuviese así o que comenzara a hablar. Y es normal que actúe de esa manera, yo también lo hubiese hecho en mi caso. Di algo, por favor. Le acaricié la pierna. - Suéltame. Dijo apartándose de mí. Fue lo único que logró decir. 
 
Después de unos minutos de estar ambos callados me levanté para coger una botella que había en mi mesa. Estaba sediento. – Tú… Comenzó a llorar. ¿Cómo pudiste ser capaz? ¿Sabes? No voy a insultarte, no voy a darte un tortazo, simplemente decirte que me has jodido la vida, otra vez, y cuando estaba mucho mejor ahora al saber que has sido tú, voy a volver a recaer. Gracias Pablo. Gracias. – No puedo verte así. Le acaricié el pelo. - ¡Qué me sueltes te he dicho! No quiero que me toques. Olvídate de mí. Olvida todo lo que pasó anoche. Piensa que solo fui una chica a la que te has tirado. Y ya. Dijo secándose las lágrimas. – No me digas eso, por favor. Me niego a olvidarte. Es más, no puedo. Punto uno, te quiero. Punto dos, quieras o no algún día nos tendremos que ver. Recuerda que somos vecinos. – Por desgracia, sí, lo somos. Pero, no sabes cuánto me arrepiento de haberme mudado aquí, de haber empezado una relación contigo, de haberlo hecho ayer. Me arrepiento de haberte conocido. Esas palabras se me clavaron como puñales. Quiero creer que no las siente, que son fruto de la rabia, pero no soy capaz de pensar que se arrepiente de lo que pasó cuando ayer era completamente feliz a mi lado. – No puedo creerte. Lo siento. – Mira Pablo, cree lo que quieras. No hará falta decirte que esta relación de apenas una noche se ha terminado, ¿no? Se levantó dispuesta a irse. Ah bueno, aunque ayer mismo te dije que le deseaba el mal a la persona que me hizo eso, o sea, a ti, pues no tengas en cuenta esas palabras, no te lo deseo. No puedo. Te quiero mucho. Pero de verdad, olvídate de mí. Será lo mejor. Y después de esas palabras de despedida que tanto me dolieron se marchó. Sin más. Yo la dejé ir. No podía hacer otra cosa, ya que sabía que si iba tras ella todo iba a ir a peor. Será difícil olvidarme de ella y no puedo hacerlo. Todo ha sido corto, pero intenso, tan, pero tan intenso… Me duele que por un pasado ahora esto se vaya a la basura. Sinceramente, no me quito culpabilidad, pero no entiendo porque el de su actitud cuando todo pasó en un pasado. Cuando fue culpa de mi borrachera y como ya he dicho, recurrí a al alcohol por la muerte de mi abuela, si no, nunca lo hubiese hecho. Sara ya me conoce como soy, sabe que he defendido cuando David le pegó, incluso quise meterme en peleas por ella. He odiado siempre la violencia de género. Ya lo he dicho en alguna ocasión. Pero no puedo hacer nada más. Podría intentarlo, pero será inútil. Sara está muy muy cabreada conmigo y sé que será para nada. Sólo queda confiar en el tiempo o en una segunda oportunidad.

Narrado por Sara

Salí de casa de Pablo y corriendo me metí en la mía. Por suerte ni mi madre ni mi hermana estaban en casa. O por desgracia, porque ahora mismo necesito un abrazo que me consuele. Estoy rota por dentro. Tanto que me siento incapaz de superar esto. La persona de la que estoy enamorada fue la que intentó violarme. La persona que pensaba que me iba a hacer feliz día a día fue la que me ha jodido la vida. Agradezco que me lo haya contado, porque si me lo hubiese ocultado hubiese sido peor para mi reacción. Sinceramente, ahora lo pienso y tal y como es mi carácter he reaccionado bastante serena, pero como le dije a Pablo, no puede darle un tortazo, ni si quiera soy capaz de insultarle, estoy bastante enamorada de él como para hacerlo. Lo único que puedo hacer es olvidarle. Aunque sea difícil. Y soy tonta, porque me dolerá verle en brazos de otra, pero será lo mejor, dejar de quererle. Es curioso y no sé si hasta llamarlo gracioso, pero nuestra relación ha durado una noche. Cuando pensé que podría ser feliz con una persona, la vida me vuelve a demostrar que no estoy hecha para el amor. Tanto personalmente, en general, como en el tema del amor, me han dado tantos palos y me he caído tanto que creo que hasta al suelo le duele más que a mí. 

Subí a mi habitación, ya que todo este tiempo de reflexión lo hice en el salón. Era raro, pero ni una lágrima caía. Había llorado tanto estos últimos días que creo que ya no tengo fuerzas ni para volver a hacerlo. ¿Cuándo podré ser feliz del todo? Esa pregunta que me he hecho tanto y nunca he encontrado respuesta. Cuando pienso que estoy empezando a ser feliz, luego viene algo por lo que se estropea. No puedo decir que aborrezca mi vida, porque por desgracia hay gente que se muere de hambre, que tiene una enfermedad, que no tiene familia y yo gracias a Dios tengo todo lo mencionado, que sí, me falta el amor, sí, me duele lo que me pasó y sobre todo que haya sido Pablo, pero saldré de esto. Soy fuerte. Soy una luchadora. Tengo que conseguirlo. 

Narrado por Pablo

[Al día siguiente]

Un nuevo día amanecía. Cuando pensaba que comenzaría una vida junto a otra persona todo se fue a la mierda. Estoy orgulloso de mi mismo por haberlo contado y no haber llevado la mentira tan lejos. Orgulloso por decir algo… porque de esto siempre me arrepentiré, pero, ¿qué se le va a hacer? La vida es así. Ojalá tuviera fuerzas para luchar por Sara, pero siento que no puedo, no puedo no por mí, sino por ella, no quiero que mi presencia le haga daño. No puedo hacerle más daño del que ya le he hecho.

Me vestí, me eché mi colonia favorita y salí a dar una vuelta para despejarme. En ese momento vi a Sara saliendo de su casa y no dude en irme hacia ella. En realidad, sabía que aunque decía de no querer buscarla no puedo hacerlo, necesito que me perdone. Cambio de opinión, pero ha sido verla y darme cuenta de que sí, de que tengo que luchar por ella, por su perdón y por hacerla feliz. – ¡Sara! Ella tan sólo cerró la puerta, se dio la vuelta y me miró fijamente. – Como esto vaya a pasar día a día te juro que me voy y no me ves más. No me busques Pablo, por favor te lo pido. Déjame. Comenzó a andar y yo iba tras ella. – No puedo, joder. Te quiero. ¿Por qué no me perdonas? Entiende que eso pasó hace tiempo y que ahora no lo volvería a hacer. Le cogí del brazo para que se parara. Dime algo, por favor. Aunque sea pégame, pero haz algo. Le miré serio. – Y yo te pido por favor que me dejes. Siguió andando. Una vez más, la dejé ir. Era lo mejor. Crucé la carretera y un coche vino hacia mí…

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