Narrado por
Pablo
Me encontraba en mi
estudio ordenando papeles, por eso no podía acudir a estar con Sara antes. En
ese momento mi móvil vibró. Un mensaje de Sara. ‘’Te necesito. Ven cuando puedas a mi casa, por favor. [icono
llorando]’’. Ese icono me había preocupado. ¿Habrá pasado algo más
con David? Fijo. Si no, no me necesitaría cuando le dije que quedaríamos pero
lo haríamos mas tarde. ¿Habrá sido capaz de haberle puesto de nuevo la mano
encima? No respondería a mis actos si eso fuera cierto. ‘’Ahora mismo voy, guapa’’. Le contesté y salí de casa lo más
rápido posible.
Pegué al timbre y Sara
me abrió en seguida llorando. – Ey, mi
niña, ¿qué ha pasado? Le abracé. – Vayamos
a la terraza y te cuento. Prácticamente no entendía sus palabras, estaba llorando
tanto que era incapaz de entenderla. Subimos las caleras y yo iba detrás de Sara abrazándole. Ella no
paraba de llorar y eso me quemaba por dentro. Verla así me preocupaba. Se había
convertido en un mes en una de las personas más importantes de mi vida, uno de
mis pilares fundamentales y me negaba a verla así y sé que era por ese imbécil
de su ex novio. Entramos en la tarraza, era bastante grande con una gran
piscina. Nos apoyamos en la barandilla viendo las increíbles vistas que nos
deparaba esa noche malagueña con el cielo estrellado. – Cuéntame. Le dije quitándole una lágrima. – David me ha vuelto a pegar. Seguía llorando. - ¿Qué? ¿Pero cómo ha sido
capaz? Hijo de puta… Es que vamos,
ahora mismo voy, le busco y le doy una paliza que le mato. No soy de esos, pero
se lo merece. – No por favor Pablo.
Te he llamado porque te necesito. Necesito que hagas olvidarme esta pesadilla,
no para tener más problemas. No quiero. Sus palabras no sé si significarían
algo, pero tal y como me dijo quería hacerle olvidar lo que había pasado. – Me apetece que nos bañemos en la piscina.
¿Te apetece a ti? Sonreí. – Me
encantaría. Voy a mi habitación a ponerme el bikini y vuelvo. Por cierto, si
quieres algo de beber ahí tienes la nevera. Coge lo que te apetezca. Sara
fue a su habitación y yo abrí la
nevera. Un poco de vodka hará que la noche sea más llevadera. Yo también
necesitaba despejarme, aunque tengo el presentimiento de que hoy va a ocurrir
algo precioso entre Sara y yo.
Después de unos
minutos, Sara apareció con un precioso bikini de rayas blancas y negras que
hicieron que me quedara embobado. Nunca la había visto así, sabía que era una
chica guapísima, pero aún con menos ropa más guapa está, la verdad tiene un
cuerpazo que hace que me quede atontado. –
Toma. Dije ofreciéndole un vaso. -
¿Qué es? Preguntó mirando la bebida. –
Vodka. Espero que te guste.
Después de tomarnos el vaso, me quedé mirando un buen rato a Sara hasta que ella se dio cuenta. - ¿Qué pasa? ¿Tengo monos en la cara? Soltó
una carcajada. – Que me parece que
alguien va a caerse a la piscina en 3, 2, 1… - Nooo. Comenzó a correr por
el alrededor de la piscina. Lo hacía simplemente para hacerle reír y lo estaba
consiguiendo. La cogí de la cintura y con ella encima me lancé a la piscina. – ¡¡¡Qué fría está!!! Chilló tanto que
hasta los vecinos creo que los despertaría. ¡Malvado!
¡Ahora te vas a enterar! Sara nadaba detrás de mí. - ¿Qué me vas a hacer, eh? – Esto. Me cogió de los hombros y se
subió encima de mí para meterme debajo del agua. Con que queriéndome ahogar, ¿no? Comencé a hacerle cosquillas. – Nooo. Déjameeee. Las sonrisas, las risas,
las miradas y el buen momento que estábamos pasando hacían acto de presencia.
Me sentía totalmente feliz en ese momento y necesitaba que ese beso llegara ya
y quería hacérselo saber. Sara corría de mí hasta llegar a uno de los rincones
de la piscina. En ese momento la atrapé, por decirlo de alguna manera. Cada vez
estábamos más cerca. Yo apoyado en el borde de la piscina y ella enfrente de
mí, mirándome fijamente con esos ojos vidriosos y esa sonrisa que tanto me
enamoraba, con esas mejillas rojizas que tantas veces he nombrado y he
comentado que me encantan. Y me lancé… Por fin estaba sintiendo el momento que
tanto esperaba, sentirla mía, sentir que estábamos piel con piel, sentir como
nos unimos a través de unos besos, besos húmedos y también nuestros cuerpos al
estar en el agua. Pocas veces me he sentido tan bien con una persona como en este
momento. El primer beso cuando estás enamorado es de las cosas más bonitas que
pueden pasar. Porque si, he llegado a un punto, que a pesar del poco tiempo que
conozco a Sara, me he enamorado de ella de una manera y una forma difícil de
expresar. Sólo sé que cuando estoy a su lado soy infinitamente feliz.
Después de unos cuantos
minutos besándonos nos separamos. Sin saber que decir, tan solo sonreíamos. Sonreíamos de una forma tan sincera que me encantaba. Creo que he logrado lo
que ella quería, hacerle olvidar lo que había pasado con su ex. – No sabes cuánto esperaba este momento. Logró
decirme. ¿Sabes? Si no llega a ser por
esa enfermera que nos interrumpió el otro día, me hubiese lanzado, pero creo
que ha sido mejor esperar, porque este lugar ha sido mucho más bonito para
nuestro primer beso. ¿No crees? – Tienes toda la razón. Volví a besarla. Yo también estaba deseando decirte lo que
sentía, a pesar del poco tiempo que nos llevamos conociendo, pero la duda de no
saber si querías estar conmigo o con David me lo impedía, pero soy aun más
feliz de saber que yo era el elegido. – El elegido. Rió. - ¿Por qué te ríes? – Me ha hecho gracia.
Bueno, ¿salimos? Tengo un poquito de frío. – Si. Salgamos.
Cogí una toalla que
había en una de las hamacas y se la puse a Sara. Entramos en la habitación y me
senté en una de las sillas que tenía. –
Gracias por mojarme la silla, eh. - ¡Hostia! Me puse la mano en la cabeza. Lo siento. Voy al cuarto de baño. Comenzamos
a reír y Sara se acerco a mí para darme un tierno beso. – No pasa nada. Me susurró al oído esas tres últimas palabras.
Volví a la habitación
de Sara ya seco. - ¡Ya! Reí. – Yo ya me he secado con la toalla. Sonrió.
Oye Pablo, ¿te vas a quedar esta noche
aquí o te vas a ir? – Como tú veas… Yo por mi me quedo, pero no sé que le
parecerá a tu madre. – Mi madre hoy no viene hasta tarde. No sé si eran
unas indirectas más bien directas, pero yo acepté encantado en quedarme,
además, me apetecía. - Entonces me
quedo. ¿Puedo tumbarme? Tengo que
ser sincero, sigo buscando un acercamiento, más allá de unos besos y unas
caricias, quiero hacerla mía, quiero hacerle el amor. – Por supuesto que puedes tumbarte. Yo también lo voy a hacer. ¿Te
apetece ver una película? – A mí me apetece otra cosa. Sonreí y le guiñé el
ojo. Sara entendió a que me refería y comenzó a besarme por el cuello. Una de
mis debilidades es esa, los besos por el cuello y notaba como tanto mi piel,
como la de ella se erizaba por sus besos. Acto seguido me tumbé encima de ella
y le quité poco a poco el bikini que llevaba. Ella hizo lo mismo pero con mi
bañador que acabó en el suelo. Este juego de besos y caricias hacían que la
temperatura subiera cada vez más, tanto que nuestras respiraciones se
aceleraban cada vez más. Cada vez estábamos más cerca de hacerlo por primera
vez, de hacerla mía. Cuando me quise dar cuenta estábamos completamente
desnudos y sólo una fina sabana nos tapaba. –
Perdona que interrumpa este momento. Sara se levantó cogiendo la sabana y
yo me quedé sin nada que me tapase. Abrió un cajón y cogió un preservativo. Ahora mejor. Me guiñó un ojo. – Se me había olvidado por completo. Reí.
Cogí el preservativo y me lo puse. Sara volvió a colocarse debajo de mí y
comencé a hacerla mía. Nuestra respiración y nuestras palpitaciones aceleraban
cada vez más y más. Sara daba alguno que otros suspiros de placer. Hacía mucho
que no sentía esta sensación, esa sensación de hacer el amor con amor. Es
increíble como alguien puede cambiarte la vida en tan poco tiempo, en mi caso,
en un mes.
Después de media hora
en el que los juegos de besos y caricias, de hacer el amor, Sara estaba apoyada
en mi pecho dándome besos. Como dije anteriormente, estábamos ambos
completamente desnudos, piel con piel y solo nos tapaba una fina sabana. – Pablo, ¿qué somos? Me miró con una
cara que hizo que mi enamoramiento hacia ella aumentara por segundos. – Con esa carita lo somos todo, Sarita. Absolutamente todo. Soltó una carcajada.
- ¿Qué cara? ¿Qué dices tonto? Volvió
a darme uno de sus besos que tanto me encantaban. – Bueno, pues a ver, a mí no me gusta llamarlo novia. Solo te pido que
seamos esas dos personas que se aman, que compartan increíbles momentos, que
cuando me des un último beso de buenas noches esté deseando que llegue el día
siguiente para volver a besarte, que hagamos el amor día sí y día también. Miré
a Sara y noté como se estaba emocionando. Ay
mi niña, pero no me llores. – Joder,
es que vayas palabras muchacho. En
serio, replantéate hacer una canción con esas palabras, porque madre mía. Ambos
reímos. – Y bueno, ¿qué me dices de lo
que te acabo de decir? Pregunté. –
Que acepto ser esa chica que te haga feliz día a día, que te apoye en los malos
y buenos momentos, en tu carrera, en todo. Que acepto estar contigo toda una
vida. Una vez más, las palabras volvieron a sobrar, tan solo con unas
miradas, unas sonrisas y unos besos lo volvieron a decir todo. Después de esas
palabras ambos nos quedamos dormidos abrazados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario