domingo, 29 de junio de 2014

Capítulo 15



Narrado por Pablo

Me di la vuelta para comprobar quién era y obviamente, no fallaba. Su voz era inconfundible. - ¿Qué haces otra vez aquí, Marta? Dije enfadado. – Uy chico que humos, recuerda que vivo cerca de aquí, no todo está relacionado contigo. Contestó acariciándose su pelo. – Bueno sí, pero no deberías saludarme. – Me parece a mí que alguien ha tenido peleas con su chica. Dijo con sarcasmo. – Disfrutas viéndome mal, ¿no? Volví a decirle bastante enfadado. – ¿Yo he dicho algo? Pablo, en serio eh, me das mucha rabia a veces, te lo juro. Sólo he dicho que me parece que has tenido peleas con tu chica. Ya. – Si, pero con cachondeo. – Te lo digo con cachondeo porque es lo único que puedo hacer. Así es como me lo debo tomar, ya que como me lo tome por la parte mala, mal vamos. No sabes cuánto me duele verte con otra. Cuando me quise dar cuenta Marta y yo estábamos a centímetros. – Si no me hubieses sido infiel yo no estaría en brazos de ella, estaría contigo. Tú me llevaste al lado de ella. Dije señalándole con el dedo. - ¿Yo? Yo no. Yo te hubiese llevado a alguien mejor. Esa tal Sara, ¿Sara es no? Sí. Pues ella no me llega ni a la suela de los zapatos. Contestó riéndose. - Eso no te lo crees ni tú. Ella te da mil vueltas. Contesté enfadado. – ¿Ella también te besa así? Marta cogió mi pelo y me llevó hacia ella para besarme. Hacía tanto que no notaba mis labios con los suyos. Tanto… Ya era todo raro, ya no sentía nada, no notaba lo mismo, ya nada era igual a cuando se me erizaba la piel por cada beso, cada caricia, cuando hacíamos el amor. Todo cambió. - ¡Pablo! Cerré los ojos temiéndome lo peor. Ya la había cagado una vez más. No… Sara. Miré a Marta y notaba como disfrutaba aún más con lo que estaba pasando. – Sara, por favor. Corrí tras ella. – Ten cuidado, a ver si te va a atropellar un coche otra vez. Dijo Marta. Miré hacia ella cabreado, pero seguí mi camino en busca de Sara. Volvió la esquina de nuestra calle y le cogí el brazo para que se detuviera. – Menos mal que era una amiga, eh. En serio Pablo, te perdoné lo que me hiciste porque te quiero, pero ya no tolero esto. Una lágrima comenzó a caer por su mejilla. Otra vez le veía llorar por mi culpa y no me lo podía perdonar. – Sara por dios, ella fue quién me besó. – Me da igual quien besara a quien, la cuestión es que no te separaste de ella, que si no llega a ser por mi aviso hubieses seguido. Dijo apenada. – Te juro que me iba a separar de ella. Creo que no me has visto lo incómodo que estaba. Por favor, yo te quiero. – Yo ya no sé qué creerte. Mira Pablo, si no tienes claros tus sentimientos vete con ella, pero a mí no me hagas daño. Es lo único que te pido. – Te acabo de decir que te quiero. Créeme por favor. Ella ya no significa nada, absolutamente nada para mí. Por favor… Comencé a llorar. Últimamente todo iba mal entre Sara y yo, desde que le conté lo sucedido en el pasado noto que nada es igual como al principio. Obviamente la quiero, pero estos días todo es muy frió y si no es por una cosa, es por otra, pero parece que todo se opone entre nosotros y eso que yo decía que nada ni nadie se iba a interponer entre nosotros, pero ahora no sé si creer si eso es cierto o no. – Pablo, déjame por hoy. Mañana hablamos. Sólo te pido que tengas cuidado al cruzar. Y yo no me río como la otra, yo me preocupo. Pero esta vez me negaba a dejarla ir, me daba igual donde fuese, o la hora que fuera, pero esto había que solucionarlo hoy. Hoy estás aquí y al día siguiente no sabes dónde puedes estar. Como la otra vez, lo que me pasó, a lo mejor no hubiese salido del hospital y todo hubiese acabado mal entre Sara y yo. Me acerqué a Sara, la cogí de la cadera y la acerqué a mí. – Déjame solucionarlo todo hoy. Y la besé. Ella siguió mi beso y me hacía feliz que lo hiciera, ya que me temía que no. En ese momento apareció Marta aplaudiendo. – Ohhhh, que bonito. – Mira niña, ¿quieres dejar ya de dar por saco? Contestó Sara enfadada y acercándose a ella. – Uy, que miedo, que la Sarita se releva contra mí. Soltó una carcajada. – Marta ya. Dije enfadado. – Me estás tocando las narices ya. Volvió a decir Sara. Tú no me conoces cabreada. Marta le dio un fuerte tortazo en la cara y Sara no dudó en devolvérselo. En ese momento me interpuse entre las dos cogiendo a Sara y queriéndomela llevar. Me impresionaba verla así, nunca la había visto de esa manera. Marta ya sabía que era capaz de comportarse así. Ella por defender lo suyo es capaz de eso y más, aunque eso de suyo… yo de ella no he sido nunca y ahora menos. – Pablo, déjame. Déjame que la mato. Decía Sara nerviosa, cabreada. – Tu sí que no sabes con quien te has metido, estúpida. Dijo Marta mientras nos íbamos Sara y yo.

Narrado por Sara

Caminaba nerviosa con Pablo, hasta las manos me temblaban. Nunca he sido de meterme en peleas, siempre he sido pacífica, pero cuando me tocan lo mío y en este caso, las narices, por no decir algo peor, saco las uñas. - Te juro que he estado a punto de sacarle los pelos. En ese momento Pablo no pudo evitar soltar una carcajada. Ah, ¿y te ríes? Le dije seria. Le di un tortazo en la espalda, señal de broma. En serio, no la soporto. No sé cómo has podido estar con esa víbora. Puse cara de asco. – Vaya como sois las mujeres. Tela… tela marinera. Volvió a reír. – Eso le pasa por burlarse de lo que no tiene que burlarse y por meterse en donde no le llaman. Porque me has cogido, si no soy capaz de dejarle la cara morada, ¿y sabes? Me hubiese dado igual. Yo defiendo lo que es mío. – Pues, ¿sabes? Ella decía lo mismo cuando estaba conmigo ‘’defendía lo suyo’’ y no es por ti, si no por ella, pero yo solo soy de mi madre. Espero que no te sienta mal. Me afectaron un poco esas palabras, aunque más bien, me impresionaron. Está claro que Pablo no es mío, pero no sé… si estamos juntos pues es solo para mí. Yo lo veo así. Por eso de decir que lo noto mío. – No me molesta, tranquilo. Es lo normal. Bueno, ¿vamos a casa? Ha sido un día un poco largo. Lo que no sé si quieres que vayamos juntos o no. - ¿Pues sabes? Al principio necesitaba descansar, pero he sentido que te perdía por un momento y ahora quiero estar contigo más que nunca. 

Esta vez fuimos a la casa de Pablo ya que con el tema de la barbacoa la familia de Pablo ya estaban dormidos y podíamos estar más tranquilos. – Adoro tu habitación, pero sobre todo tu estudio. Me encanta tu sofá blanco. – Allí nunca me he liado con ninguna chica, le tengo mucho respeto a mi sofá blanco. Reí. – No me malinterpretes, yo no he dicho que me guste el sofá para querer liarme, simplemente lo he dicho por que lo pienso así. – Pero oye, que mi cama me da igual, así que podemos hacer travesuras. Ambos soltamos una carcajada tras lo que Pablo dijo. Y como bien él dijo, hicimos esas travesuras que tanto me encantaban. Esta vez el preservativo no faltó. Pablo me quitaba mi ropa y viceversa. Cuando nos quedamos desnudos, me cogió, nos sentamos en una silla y empezamos con el juego de caricias, besos y suspiros de placer. En estos momentos era cuando más me sentía feliz y cómoda. – Te quiero. Le dije. Bendita Helena y Salvador. De nuevo los dos volvimos a reír tras mis palabras. Mis palabras ciertas, porque Pablo roza la perfección, lo puedo asegurar. A pesar de lo que ha pasado, tanto lo de Marta, como lo del pasado, que como bien es, es pasado y enterrado queda, pues por lo demás, repito, roza la perfección, tanto personalmente, como físicamente. Es un chico atento, cariñoso, detallista, romántico y físicamente… físicamente uf, me daban escalofríos de solo pensarlo, es uno de los chicos más guapos que he visto jamás y su cuerpo es completamente perfecto, de la cabeza a los pies como diría su canción Éxtasis. Y hablando de esa canción, ahora viene como anillo al dedo. ¿Sabes? Estoy pensando en Éxtasis y pega mucho para estos momentos. – Pues sí… Decía Pablo mientras me daba besos por el cuello, una de mis debilidades.

Después de bastantes minutos de vivir una de las mejores noches de mi vida, nos fuimos a la cama y ambos caímos rendido por el cansancio del largo día y raro que había sido hoy, pero que había terminado perfectamente.

jueves, 26 de junio de 2014

Capítulo 14


Narrado por Pablo

[Días después]

Unos rayos de sol entraban por la habitación del hospital. Mi familia y Sara habían estado todos estos días cuidándome, apoyándome, mimándome y eso me hacía completamente feliz. Hoy por fin me darían el alta, prácticamente estoy recuperado, sí que es verdad que tengo algún que otro dolor en el cuello pero los médicos se han portado bastante bien conmigo y me han dicho que con el collarín que me han puesto todo irá a mejor.

Mi madre entró en la habitación para traerme la ropa, ya que me tenía que vestir para irme. – Pablo, tienes visita. - ¿Quién es? Me resultaba raro, ya que no creo que sería nadie de mi familia, ni Sara, ellos hubiesen pasado y ya, no hubiese hecho falta que mi madre me lo dijera. La puerta se abrió y apareció esa rubia alta, con ojos verdes que tanto me había enamorado hace años. - ¡Marta! ¿Qué haces aquí? Pregunté confuso y bastante impactado porque ella estuviese aquí. – Os dejo solos. Dijo mi madre. En ese momento mi cabeza pensaba en Sara, no sé si ella habrá conocido a Marta, pero me preocupa que podría pensar de la visita de Marta. – Tu madre me contó lo sucedido, me preocupé y quise venir a hacerte una visita. ¿Cómo te encuentras? – Pues ya ves, bien. Decía colocándome la camiseta poco a poco, ya que cuando Marta entró estaba sin ella y me incomodaba que me viera así. – He visto fuera a una chica jovencita que no conozco, ¿quién es? – Mi novia. Contesté rápidamente, aunque bastante seco. Es lo mejor que puedo hacer, decirle que tengo novia. No creo que Marta vuelva a intentar algo conmigo, pero como eso yo no lo sé, prefiero decirle que tengo una persona a mi lado. – Mmmm. Contestó moviendo la cabeza. Me alegro mucho. Dijo con una sonrisa un poco falsa. Lo notaba, notaba como sus palabras no eran sinceras, que le quemaba por dentro que estuviera con alguien. Hace unos meses cuando me la encontré en la playa me dijo que estaba dispuesta a volver conmigo, aunque también me dijo que me haría la vida imposible, por lo cual, por esas dos razones me hacen creer aún más que sus palabras no son nada reales. – Muchas gracias. La verdad, estoy muy feliz con mi chica, Sara. Aunque parecía un poco cabroncete, esas últimas palabras se las dije para hacerle daño, aunque obviamente es la verdad, pero quiero que sepa, que ni ella ni nadie va a poder con lo que tenemos Sara y yo. – Ahh, con que Sara… Bonito nombre, la verdad. Sonrió falsamente. – Si, la verdad es que sí. Muy bonito es. En ese momento Sara entró a la habitación y se quedó a cuadros al ver a Marta allí. – Bueno, me marcho. Me alegro que estés bien. Marta se acercó a mí y me dio un tierno beso en la frente. Notaba como las miradas de Sara hacia la rubia se clavaban como puñales, su cara era totalmente un poema y la entendía, ya que ella no sabía de la existencia de Marta. Esta salió de la habitación y Sara se acercó a mí. - ¿Quién es? Preguntó seria. – Mi ex novia. No te preocupes, que entra ella y yo no hay nada. – Ya. ¿Entonces a que ha venido ese beso? – Hemos quedado como amigos, no te enfades. Ven aquí. Me acerqué a ella y le di un beso. Tú eres la única que ocupa mi corazón. Te lo digo de verdad. Créeme. Sonreí. – Te creo y te quiero. Sara volvió a besarme acariciándome la espalda. Bueno, ¿estás ya listo? Creo que ya tendríamos que irnos. – Sí, ya estoy listo. Sara cogió la bolsa donde guardaba el pijama y la ropa que traía el día del accidente y salimos de la habitación bastante sonriente. Fuera me esperaba mi familia también muy contenta. Observé que Marta ya no estaba allí y eso me tranquilizaba, más que nada por los celos que pudieran ocasionarle a Sara. He notado como su presencia le incomodaba y eso a mí también me preocupaba. 

[Unas horas después]

Llegamos a casa y mi familia me tenían preparado una barbacoa. ¡Si es que son los mejores! – Cielo, llama a tu madre y a tu hermana para que se pasen por aquí. Ya que Pablo y tú estáis juntos deberíamos de estar más tiempo juntas las dos familias. Le dijo mi madre amablemente. - ¡Claro que sí! Me encanta la idea. Indicó mi padre. – Me parece perfecto. Dijo Sara sonriente. Esta cogió el móvil para avisarles a Ana y Laura de que vinieran y aceptaron encantadas. A los treinta minutos de esa llamada la madre y hermana de Sara llegaron. La verdad, que en alguna ocasión Sara me había contado de que Laura era fan mía y me gusta estar con ella. Es algo maravilloso que la hermana de tu chica siga tu música, además de que es una niña encantadora.

Tras unas horas después de comer y tanto beber invité a Sara a tomar un helado. Necesitábamos hablar de lo sucedido del día antes del accidente, de todo lo que pasó. Sé que en ella ya no queda ningún rencor guardado, pero me apetece hablar del tema para que todo ya quede zanjado. – Mi niña, ¿me vas a perdonar de verdad? – Que sí, Pablo, no te preocupes por eso, de veras. Decía mientras cogía un trozo de helado. – Es que me molesta por decirlo de alguna manera que me hayas perdonado solo porque he tenido el accidente. Si no hubiese pasado nada, ahora mismo no estaríamos así. Dije enfurruñado. – Pues sí, tienes razón, no estaríamos así, pero te lo he dicho ya unas cuantas veces, si te he perdonado es porque tenía miedo a perderte y al ver tan cerca tu muerte me he dicho a mi misma de que no quiero que te vayas de mi lado. Sara se levantó, se sentó en mis piernas y me besó. – No me beses aquí. Dije mirando hacia un lado y otro. - ¿Por? Su sonrisa se borró de su rostro. – Por la prensa. Tengo miedo de que seamos una portada de revista. – Ah, ¿te molesta de que nos vean juntos? – No por dios Sara, no es eso, es por ti, no quiero que unos tíos estén siguiéndote noche y día para preguntarte si estás conmigo o no, si te acuestas en mi cama o yo que sé qué cosas más. Entiéndeme. – Te entiendo. Perdóname. Que me he puesto un poco borde. Volvió a besarme. Tengo la suerte de que por Benalmádena pocas veces he visto a alguien de la prensa, pero en cualquier momento puede que eso cambie y que me pillen. Eso es lo malo de la fama, yo soy una persona bastante reservada con mi vida privada y no quiero que ni yo, ni la persona que esté a mi lado seamos ni portada de revistas, ni de cotilleos de marujas. Suena un poco, ¿borde? No lo sé, pero no quiero, repito, soy muy reservado para mi vida privada. Yo siempre digo que mi voz es del resto de la gente, pero mi vida es mía y en este caso, puede perjudicarle a la persona que esté conmigo. Aún así de mis pensamientos sobre la prensa no dudé en ir a pasear con Sara. Por una vez me daba igual que nos vieran cogidos de la mano. 

Después de unas horas llevé a Sara a su casa, sí que es cierto que me apetecía estar con ella el máximo del tiempo, pero había sido un día largo y estaba un poco cansado, necesitaba descansar. Mañana será otro día.
- ¡Hombre hola! Esa voz…

domingo, 22 de junio de 2014

Capítulo 13



Narrado por Sara

  
Escuché un fuerte golpe, miré hacia atrás y no daba crédito a lo que estaba viendo, a lo que acaba de ocurrir. – Paaaaaaaablo. Corrí hacia él y comencé a llorar. ¡No podía ser! Un coche le había atropellado… ¿Por qué, por dios? ¿Por qué? Ahora me siento culpable… Si le hubiese hecho caso... Suspiré. Ahora mismo no es momento de lamentaciones. Me dije a mí misma. Cogí mi móvil nerviosa, los dedos me temblaban, tanto que era incapaz de poder teclear correctamente, pero conseguí poder llamar. – Una ambulancia, por favor. Le indicaba la calle llorando a la mujer que me entendía. El hombre del coche intentaba tranquilizarme y yo no sabía qué hacer. – Lo siento. Me decía. – Tú no tienes la culpa. Le contesté un poco más tranquila. En ese momento empezaron a salir vecinos de los alrededores. El impacto del coche lo había provocado. Pensé en la familia de Pablo y le pedí por favor al hombre del coche que se quedara con Pablo. Rápidamente fui hacia la casa, toqué el timbre y salió Helena. – Sara, ¿qué pasa por dios? Te veo aterrada. – Pablo... Dije llorando y con miedo al pronunciar su nombre por la reacción de Helena. Ésta salió de casa y al ver a su hijo tendido en el suelo, lleno de sangre se quedó pálida. 
 
Tras un minuto así acudimos las dos hacia Pablo y en ese momento llegó la ambulancia. – ¿¡Qué ha pasado!? Me decía Helena entre sollozos. – Yo… Estábamos hablando Pablo y yo. Ayer nos peleamos y me fui y el cruzo la carretera y… Abracé a Helena. Ella se caía en mis brazos, no podía soportar tanto dolor de ver a su hijo así. Los médicos sacaron una camilla y cogieron a Pablo. - ¿Podemos ir las dos en la ambulancia? Pregunté nerviosa. – No. Solo una persona. Es mejor para la salud del paciente. Me contestó uno de los médicos. – Por favor señor, no sé cómo ir, el coche de mi madre está roto y el mío lo tengo bastante lejos de aquí y tardaría mucho en coger un taxi o un autobús. - Por favor te lo pido, yo necesito estar con alguien. Le dijo Helena. – Vale, está bien. ¡Vamos! Dije ayudando a Helena a subir. Nos metimos en la ambulancia y ninguna de las dos dejaba de llorar. Veía a Pablo muy grave, con el suero puesto, con sangre y me temía lo peor. No podría soportar si falleciera, me sentiría culpable y además, me niego a una vida sin él. Ahora mismo lo que pasó en el pasado es lo de menos, de hecho si saliera de esta le perdonaría. Me estoy dando cuenta de que no quiero vivir sin él. 

Después de unos veinte minutos llegamos al hospital e ingresaron a Pablo de urgencias. – Dentro de unos cinco minutos intentaremos daros los resultados. Sólo os puedo adelantar que el señor está grave. El mundo se me caía encima tras escuchar esas últimas palabras. Volvía a temerme lo peor y no podía soportarlo. – Lo siento Helena. Dije apoyándome tras una pared. – No sientas nada. No sé lo que pasaría entre tú y Pablo ayer, pero tú seguro que no has tenido la culpa. Ahora mismo no es momento de peleas, tenemos que estar más unidas que nunca por si pasara lo peor. Helena seguía llorando. – No digas eso, por favor. Me niego a vivir sin Pablo. – Pablo y tú, ¿estáis juntos? – Sí. O estábamos. Ayer me enteré de algo que hizo que no quisiera saber nada más de él, pero ahora, ahora la vida me ha demostrado de que no podría vivir sin él, esto que ha pasado parece que es una señal para que estemos juntos. En ese momento un doctor se acercó hacia nosotros. – ¿Familiares del señor Moreno? – Si, somos nosotras. ¿Cómo está mi hijo? Dijo Helena apretándome la mano con fuerza. – Está mejor señora. Cuando iba en la ambulancia iba bastante grave y ha mejorado, el impacto del coche ha sido muy fuerte y pensábamos que podría dejarle secuelas, ya que le ha dado en una zona del cuello muy delicada, pero los resultados han sido bastantes buenos. De momento, si nada cambia, sólo tendría que llevar un collarín, ya que lo tiene fracturado. Helena y yo suspiramos y logramos sonreír aunque fuese difícil. – Gracias a Dios. Contestó Helena. ¿Cuándo podremos verle? – Ahora mismo no puedo decirle señora, el paciente sigue un poco delicado, dentro de lo normal está bien, pero ahora se le está haciendo pruebas por si algo se complicara. Estaréis informadas de todo lo que pase. - Muchas gracias. Contestamos Helena y yo. Sinceramente, pensaba que sería mucho peor. Vi bastante sangre y me temía que hubiese sido algo de la cabeza y que le hubiese dejado secuelas, pero gracias a Dios no. Solo queda esperar y confiar en que todo saldrá bien.
 
[Al día siguiente]

Después de pasar toda la noche allí, comenzaron a llegar familiares y amigos de Pablo. Supongo que mientras había echado alguna que otra cabezada Helena les llamaría, pero a pesar de lo poco que logré dormir no me enteré del aviso. – Hola. ¿Tú eres? Una mujer y un hombre se acercaron a mí. – Hola, soy Sara, se puede decir que la novia de Pablo. - ¿Cómo que se puede decir? Contestó el chico. – Perdonar por ser tan borde, pero creo que no es el momento de explicaciones. – Tienes toda la razón. Volvió a decirme. - Sí, tienes razón, ya hablaremos otro día mejor. Bueno, no me he presentado. Soy Casilda, hermana de Pablo. Él es Salvador, hermano de Pablo también. – Encantado. Me dijo Salvador. – Igualmente. Sonreí. Ambos me dieron dos besos. Me imaginaba que serían familiares y cercanos, más que nada porque guardaban un cierto parecido a Pablo. - ¿Sabes que ha pasado? Preguntó Casilda. Mi madre logró decirme de un accidente, pero no pudo explicarme más por los nervios. – Sí… Yo estaba con Pablo en el momento del accidente. Simplemente decirte que un coche le atropelló. Yo seguía andando y el cruzó y en ese momento un coche le arrolló. Salvador se puso la mano en la boca. – Madre mía… Dijo nervioso. ¿Y como está? – Pues un doctor nos ha dicho que en la ambulancia venía más grave, pero que de momento, si nada se complica, sólo tiene fracturado el cuello y tendría que llevar collarín. Casilda suspiró. – Menos mal que no ha sido nada más grave. Me temía lo peor, porque cuando Pablo fue más joven tuvo otro accidente y me he asustado más. 

Después de largas conversaciones con Casilda y Salvador, que he de decir que eran bastantes simpáticos, volvió a venir el doctor. – Hola de nuevo familia. El paciente Moreno se encuentra en la habitación, le hemos puesto un calmante, ya que sólo hacia preguntar por una chica llamada Sara. En ese momento todos me miraron y yo me moría de los nervios. ¿Es usted? Yo afirmé con la cabeza. Dice que necesita verle. ¿Podría pasar? – Por supuesto que sí, ¿pero no debería de pasar antes su familia? Yo tan solo soy su chica y me siento mal. – Como usted quiera, pero el paciente quiere verla. – Pasa. Me decían todos. - ¿De verdad? Sonreí. – Claro que sí. Dale saludos de todos. Me dijo el padre de Pablo. – Muchas gracias. Se los daré.
El doctor me indicó la habitación y entré. Pablo estaba dormido y bastante sereno, el cuerpo lo tenía delicado por el impacto, pero por le demás le veía bien. Como el doctor había dicho, tenía el collarín. Me acerqué a él y le di un beso en los labios. Lo necesitaba. El miedo de poder haberle perdido me lo pedía. En ese momento Pablo abrió los ojos. – Mi amor. Le dije mientras le acariciaba la frente. Siento mucho que estés así por mi culpa. ¿Cómo te encuentras? - ¿Mi amor? ¿Eso significa que me perdonas? Sonrió. – Sí. El miedo de perderte, de saber que te podías haber ido me ha hecho pensar que no mereces mi rechazo. Sonreímos. Pero bueno, dime, ¿cómo te encuentras? – Me duele un poco la cabeza y el cuello, pero estoy bien. – No sabes cuánto me alegro. Por cierto, tu familia está ahí afuera y te mandan saludos. Pablo sonrió. – Diles que estoy bien, que no se preocupen. Sólo me interesa saber si volveremos a estar juntos. – Si. Me niego a estar sin ti. Me hacía feliz que aún estando así, solo le interesara saber si estaríamos juntos. Como me has repetido en muchas ocasiones, fue por culpa del alcohol, de la muerte de tu abuela y pasó hace mucho tiempo. Además sé que te arrepientes, por lo cual mereces mi perdón. – Muchas gracias por perdonarme. Dame un beso, por favor. Lo necesito. Y lo hice. Yo también lo necesitaba. Como le he dicho a Pablo, fue parte del pasado, yo por lo que pasó no quería saber nada, pero es una tontería no querer saber nada de él cuando estoy completamente enamorada. Me doy cuenta de que en esta semana hemos estado los dos en un hospital. El destino, que somos iguales hasta para eso. Rió. De nuevo, el doctor entró en la habitación. – Perdonad que os interrumpa. Debería de salir, el paciente necesita descansar. – No, por favor. Contestó Pablo. – Cariño, necesitas descansar, yo estaré fuera, no me separaré de ti. Le di un tierno beso. – Vale. Está bien. Sonrió. Me quedaba mucho más tranquila al saber que Pablo estaba bien y que se quedaría tranquilo. Volví a besarle y salí de la habitación. Le comenté a la familia de cómo estaba Pablo y se quedaron mucho más tranquilos.

miércoles, 18 de junio de 2014

Capítulo 12



Narrado por Pablo


No me podía creer que yo fuese el culpable de lo que le pasó a Sara. Todo encaja. Hace cuatro años, la forma en la que lo ha contado todo, fui yo… He de decir que tuve un motivo por el que hice eso, el alcohol. Nunca he sido de beber, pero hacía unos días que mi abuela había fallecido y necesitaba olvidar ese mal momento y recurrí a la bebida. Me arrepiento. Siempre me he arrepentido de eso. Aunque iba un poco borracho recuerdo perfectamente todo. Con razón Sara desde un primer momento me sonaba bastante, a pesar de haberla conocido de pequeña, era por eso… Ahora no sé qué hacer, no sé si alejarme de ella, porque cuando se entere me va a odiar. Odia al hombre que le hizo la vida imposible y aunque sea yo, su pareja, me va a seguir odiando por eso. Encima le he mentido, le he dado a entender que me ha preocupado quién era, le he dicho que iba a estar con mi música y la realidad es que necesito estar solo, pensar, pensar en si le tengo que contar la verdad o no. Desde ese día yo tampoco soy yo. Siempre he defendido a la mujer y más aún si es agredida o pegada por un hombre, odio eso y yo, yo lo hice. Me siento impotente, me siento el mayor hijo de puta que hay en esta tierra, porque aunque pasó sin yo quererlo, pasó. Y encima ha sido a la persona que ahora mismo más quiero, de la persona que estoy enamorado. No sé cuánto tiempo voy a soportar el silencio, pero creo que no mucho. Necesito decirle la verdad, luego las consecuencias ya vendrán solas, pero ella tiene que saberlo, tiene que saber que yo fui ese hombre al que tanto le desea el mal por haberle hecho tanto de sufrir. Si antes no me lo perdonaba, ahora menos.  

Después de bastante tiempo pensando, necesitaba soltar todo. Como he dicho, el silencio sería peor, que luego venga lo que quiera, pero me siento mal mintiéndole. Más aún de lo que ya estoy… En ese momento cogí mi móvil y le mandé un whatsApp a Sara para ver si podía venir a mi casa. 

Pasado 5 min sonó el timbre. Nervioso, mordiéndome las uñas abrí. - ¡Pero Pablo! ¿Para qué me llamas si hemos estado hace nada? ¿No decías que no podías? Sara se acercó a mí para volver a darme un beso. – Ya, pero es que tengo que contarte algo. Dije separándome de ella. Vayamos a mi estudio, estaremos más tranquilos. Entramos en mi estudio y nos sentamos en ese sofá blanco. Siempre le he tenido mucho respeto, ya que nunca me he liado con ninguna chica y nunca lo haré, pero puede ser que esta vez sea testigo de una fuerte discusión. - ¿Qué pasa? Me estás asustando. Desde que te fuiste de mi casa te he visto raro. Dijo rascándose la cabeza. – A ver, no sé por dónde empezar. Contesté nervioso. ¿Recuerdas lo que me has contado antes? – Si… Para no olvidarlo. – Fui yo. - ¿¡Qué!? Sara alzó la voz. ¿Qué dices? No puede ser. Yo únicamente le miraba hasta que una lágrima comenzó a caer. No. Me niego. No, Pablo no. Sara se levantó y empezó a caminar de un lado para otro. – Si, Sara, fui yo. Conseguí decir bajando la cabeza avergonzado por lo ocurrido. Sara me miraba con ojos tan grandes como platos y bastante seria. Aunque más bien seria, enfadada, cabreada. Me preocupaba la discusión que tuviéramos al contarle todo. Antes de nada, por favor, déjame terminar. Te lo suplico. Necesito contarte todo. Necesito explicarme. - ¡Habla ya, joder! Dijo Sara nerviosa y enfadada. – Fui yo el que te hice… eso. Pero no era yo, el que lo hacía, era como si fuera otra persona. Tenía 20 años, era un idiota, sí, lo era y el mayor motivo por el que me emborraché fue por la muerte de mi abuela. Necesitaba olvidarlo todo y recurrí a lo peor que hice, el alcohol. Sé que será difícil perdonarme y no te lo pido, pero sí que por favor lo entiendas. Si yo llego a ser consciente de cómo estaba nunca te hubiese puesto una mano encima, ni si quiera te hubiese besuqueado y mucho menos intentar llegar a la violación. La cara de Sara era un poema. Estaba totalmente pálida, sin apenas decir ninguna palabra. No sé si era mejor que estuviese así o que comenzara a hablar. Y es normal que actúe de esa manera, yo también lo hubiese hecho en mi caso. Di algo, por favor. Le acaricié la pierna. - Suéltame. Dijo apartándose de mí. Fue lo único que logró decir. 
 
Después de unos minutos de estar ambos callados me levanté para coger una botella que había en mi mesa. Estaba sediento. – Tú… Comenzó a llorar. ¿Cómo pudiste ser capaz? ¿Sabes? No voy a insultarte, no voy a darte un tortazo, simplemente decirte que me has jodido la vida, otra vez, y cuando estaba mucho mejor ahora al saber que has sido tú, voy a volver a recaer. Gracias Pablo. Gracias. – No puedo verte así. Le acaricié el pelo. - ¡Qué me sueltes te he dicho! No quiero que me toques. Olvídate de mí. Olvida todo lo que pasó anoche. Piensa que solo fui una chica a la que te has tirado. Y ya. Dijo secándose las lágrimas. – No me digas eso, por favor. Me niego a olvidarte. Es más, no puedo. Punto uno, te quiero. Punto dos, quieras o no algún día nos tendremos que ver. Recuerda que somos vecinos. – Por desgracia, sí, lo somos. Pero, no sabes cuánto me arrepiento de haberme mudado aquí, de haber empezado una relación contigo, de haberlo hecho ayer. Me arrepiento de haberte conocido. Esas palabras se me clavaron como puñales. Quiero creer que no las siente, que son fruto de la rabia, pero no soy capaz de pensar que se arrepiente de lo que pasó cuando ayer era completamente feliz a mi lado. – No puedo creerte. Lo siento. – Mira Pablo, cree lo que quieras. No hará falta decirte que esta relación de apenas una noche se ha terminado, ¿no? Se levantó dispuesta a irse. Ah bueno, aunque ayer mismo te dije que le deseaba el mal a la persona que me hizo eso, o sea, a ti, pues no tengas en cuenta esas palabras, no te lo deseo. No puedo. Te quiero mucho. Pero de verdad, olvídate de mí. Será lo mejor. Y después de esas palabras de despedida que tanto me dolieron se marchó. Sin más. Yo la dejé ir. No podía hacer otra cosa, ya que sabía que si iba tras ella todo iba a ir a peor. Será difícil olvidarme de ella y no puedo hacerlo. Todo ha sido corto, pero intenso, tan, pero tan intenso… Me duele que por un pasado ahora esto se vaya a la basura. Sinceramente, no me quito culpabilidad, pero no entiendo porque el de su actitud cuando todo pasó en un pasado. Cuando fue culpa de mi borrachera y como ya he dicho, recurrí a al alcohol por la muerte de mi abuela, si no, nunca lo hubiese hecho. Sara ya me conoce como soy, sabe que he defendido cuando David le pegó, incluso quise meterme en peleas por ella. He odiado siempre la violencia de género. Ya lo he dicho en alguna ocasión. Pero no puedo hacer nada más. Podría intentarlo, pero será inútil. Sara está muy muy cabreada conmigo y sé que será para nada. Sólo queda confiar en el tiempo o en una segunda oportunidad.

Narrado por Sara

Salí de casa de Pablo y corriendo me metí en la mía. Por suerte ni mi madre ni mi hermana estaban en casa. O por desgracia, porque ahora mismo necesito un abrazo que me consuele. Estoy rota por dentro. Tanto que me siento incapaz de superar esto. La persona de la que estoy enamorada fue la que intentó violarme. La persona que pensaba que me iba a hacer feliz día a día fue la que me ha jodido la vida. Agradezco que me lo haya contado, porque si me lo hubiese ocultado hubiese sido peor para mi reacción. Sinceramente, ahora lo pienso y tal y como es mi carácter he reaccionado bastante serena, pero como le dije a Pablo, no puede darle un tortazo, ni si quiera soy capaz de insultarle, estoy bastante enamorada de él como para hacerlo. Lo único que puedo hacer es olvidarle. Aunque sea difícil. Y soy tonta, porque me dolerá verle en brazos de otra, pero será lo mejor, dejar de quererle. Es curioso y no sé si hasta llamarlo gracioso, pero nuestra relación ha durado una noche. Cuando pensé que podría ser feliz con una persona, la vida me vuelve a demostrar que no estoy hecha para el amor. Tanto personalmente, en general, como en el tema del amor, me han dado tantos palos y me he caído tanto que creo que hasta al suelo le duele más que a mí. 

Subí a mi habitación, ya que todo este tiempo de reflexión lo hice en el salón. Era raro, pero ni una lágrima caía. Había llorado tanto estos últimos días que creo que ya no tengo fuerzas ni para volver a hacerlo. ¿Cuándo podré ser feliz del todo? Esa pregunta que me he hecho tanto y nunca he encontrado respuesta. Cuando pienso que estoy empezando a ser feliz, luego viene algo por lo que se estropea. No puedo decir que aborrezca mi vida, porque por desgracia hay gente que se muere de hambre, que tiene una enfermedad, que no tiene familia y yo gracias a Dios tengo todo lo mencionado, que sí, me falta el amor, sí, me duele lo que me pasó y sobre todo que haya sido Pablo, pero saldré de esto. Soy fuerte. Soy una luchadora. Tengo que conseguirlo. 

Narrado por Pablo

[Al día siguiente]

Un nuevo día amanecía. Cuando pensaba que comenzaría una vida junto a otra persona todo se fue a la mierda. Estoy orgulloso de mi mismo por haberlo contado y no haber llevado la mentira tan lejos. Orgulloso por decir algo… porque de esto siempre me arrepentiré, pero, ¿qué se le va a hacer? La vida es así. Ojalá tuviera fuerzas para luchar por Sara, pero siento que no puedo, no puedo no por mí, sino por ella, no quiero que mi presencia le haga daño. No puedo hacerle más daño del que ya le he hecho.

Me vestí, me eché mi colonia favorita y salí a dar una vuelta para despejarme. En ese momento vi a Sara saliendo de su casa y no dude en irme hacia ella. En realidad, sabía que aunque decía de no querer buscarla no puedo hacerlo, necesito que me perdone. Cambio de opinión, pero ha sido verla y darme cuenta de que sí, de que tengo que luchar por ella, por su perdón y por hacerla feliz. – ¡Sara! Ella tan sólo cerró la puerta, se dio la vuelta y me miró fijamente. – Como esto vaya a pasar día a día te juro que me voy y no me ves más. No me busques Pablo, por favor te lo pido. Déjame. Comenzó a andar y yo iba tras ella. – No puedo, joder. Te quiero. ¿Por qué no me perdonas? Entiende que eso pasó hace tiempo y que ahora no lo volvería a hacer. Le cogí del brazo para que se parara. Dime algo, por favor. Aunque sea pégame, pero haz algo. Le miré serio. – Y yo te pido por favor que me dejes. Siguió andando. Una vez más, la dejé ir. Era lo mejor. Crucé la carretera y un coche vino hacia mí…