miércoles, 24 de diciembre de 2014

Capítulo 64



Narrado por Sara

Prácticamente quedábamos cuatro gatos, pero habían venido cerca de cincuenta personas, a las cuales agradecía a cada una de ellas, pero aún así, echaba de menos a algunas que pensaban que estarían… Y fue en ese momento en el que estaba pensando en una de las que más necesitaba, cuando le vi llegar por la puerta, mi querido Alejandro.

Sin pensármelo dos veces fui hacia él y lo abracé más fuerte que nunca. Siempre hablo de que nuestros abrazos son cálidos, pero el de hoy puedo asegurar que ha sido el que más lo he sentido así. He sentido su calor siempre, pero hoy aún más. Es un apoyo tan fuerte, es una persona tan importante en mi vida. 

– Te acompaño en el sentimiento, amor. Me decía mientras me masajeaba la espalda.

– Gracias por estar aquí, hoy y siempre, pero hoy sobre todo, porque que vengas desde Madrid solo expresamente para estar conmigo lo valoro mucho. 
 
– Sabes que siempre voy a estar ahí y más aún tratándose de ti, porque eres como esa hermana que nunca he tenido. Mira por dónde que ha sido la única persona que ha conseguido sacarme una sonrisa, porque desde ayer nadie lo había hecho. 

Alex y yo seguíamos hablando de todo lo ocurrido cuando Hugo nos interrumpió. 

– Hola tío. ¿Qué tal el viaje? Le decía estrechando su mano con la suya.

 – Bien, muy bien. Contestó Alex sonriente. 

 – Perdonad que os interrumpa, pero tengo que llevármela, no ha comido nada en todo el día y lo necesita. Indicó mientras me cogía del brazo.

– Ay no Hugo, no me apetece. Le decía mientras me apartaba de sus brazos. No tenía apetito y para comer algo y que me siente mal prefiero quedarme tal y como estoy.

– No seas cabezona, lo que faltaba es que te pusieras mala ahora tú. Indicaba Alex esta vez. Suspiré y no tuve otro remedio que aceptar.

Los dos pusimos rumbo a la cafetería abrazados. Me sentía cómoda a su lado, protegida, que nada malo me iba a pasar. Y eso con pocas personas lo he sentido…

– ¿Te parece que nos sentemos en ese banco mejor? Le preguntaba mientras le señalaba un banco grande que había a lo lejos. No me apetece entrar en la cafetería. Me agobio… Indicaba.

– Claro que sí, no me importa. Siéntate que yo voy a por el café. Llegamos al banco, yo me senté y rápidamente Hugo se fue. 

También necesitaba mi momento de soledad para asimilar todo lo que había ocurrido, ya no solo pensar en sí en que ya mi hermana no está aquí, ya ha sido el momento en el que terminó la misa y vi como se llevaban el féretro en un coche, llegaba al cementerio y lo introducían en el nicho. Eso ha sido lo peor que he vivido nunca. No he podido evitar derrumbarme allí mismo y en ese momento querer que la persona que estuviera en esa ‘caja’ fuera yo. Pero bueno, habrá que ser fuerte, pensar que ella desde arriba me cuidará… Siempre lo hará.

Narrado por Pablo

Permanecía apoyado en la pared, nervioso, bastante diría yo, más que nada porque ya había pasado mucho rato. Pero no me iba a tirar todo el día aquí, estaba claro que si Alejandro no me avisaba entraría, me daría igual si Sara estuviera sola o no, pero de saber que solo nos separaban unos metros me quema por dentro el estar aquí parado como un idiota…

Pero parecía que la indecisión de no saber qué hacer duraba poco, ya que escuché el sonido de una notificación de whatsApp. Sí, era Alex, me decía que había visto como le dejaban sola en un banco, así que nervioso, tragué saliva, respiré y puse camino a buscarla. ¡Por fin!

Entré en el cementerio y a lo lejos me fijé en como Alex estaba con dos muchachas y Ana. Como pude e intentando que no se notara mucho alcé mis manos para llamar la atención suya y que me hiciera saber para dónde tenía que ir, ya que este cementerio era enorme. Tenía la suerte de que no había venido mucho, por lo cual no lo recuerdo. 

Al cabo de un minuto por fin Alex se dio cuenta de las señas que le estaba haciendo y disimulando mucho me hizo saber que tirara hacia adelante. Aceleré el paso para que Ana no se diera cuenta de que estaba allí, no por nada, si no porque ya que Sara está sola quiero aprovechar para a la primera persona que vea, hable, consuele y apoye sea ella.

Seguí mi camino y al doblar la esquina vi a una chica que tenía todas las características de Sara. Y es que sí, conforme me iba acercando confirmé que era ella. Su pelo ondulado lo afirmaba…
Empecé a sentir un cosquilleo en mi estómago imposible de controlar, y es que no podía evitarlo, cada vez que le veía mis nervios, mi pulsación, mi corazón, todo, absolutamente todo iba a mil. Ya casi estaba llegando a ella y no sabía cómo comenzar mi conversación, no sabía si hacerlo con un ‘hola’ o a saber qué...

Y llegó el momento en el que me coloqué detrás de ella. Puse mi mano en su hombro nervioso.

– ¿Ya estás aquí? ¡Qué rapidez! 


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