Narrado
por Sara
Prácticamente
quedábamos cuatro gatos, pero habían venido cerca de cincuenta personas, a las
cuales agradecía a cada una de ellas, pero aún así, echaba de menos a algunas
que pensaban que estarían… Y fue en ese momento en el que estaba pensando en
una de las que más necesitaba, cuando le vi llegar por la puerta, mi querido
Alejandro.
Sin pensármelo
dos veces fui hacia él y lo abracé más fuerte que nunca. Siempre hablo de que
nuestros abrazos son cálidos, pero el de hoy puedo asegurar que ha sido el que
más lo he sentido así. He sentido su calor siempre, pero hoy aún más. Es un
apoyo tan fuerte, es una persona tan importante en mi vida.
– Te acompaño en
el sentimiento, amor. Me decía mientras me masajeaba la espalda.
– Gracias por
estar aquí, hoy y siempre, pero hoy sobre todo, porque que vengas desde Madrid
solo expresamente para estar conmigo lo valoro mucho.
– Sabes que
siempre voy a estar ahí y más aún tratándose de ti, porque eres como esa
hermana que nunca he tenido. Mira por dónde que ha sido la única
persona que ha conseguido sacarme una sonrisa, porque desde ayer nadie lo había
hecho.
Alex y yo seguíamos hablando de todo lo ocurrido cuando Hugo nos
interrumpió.
– Hola tío. ¿Qué tal el viaje? Le decía estrechando
su mano con la suya.
– Bien, muy bien. Contestó Alex sonriente.
– Perdonad que os interrumpa, pero tengo que
llevármela, no ha comido nada en todo el día y lo necesita. Indicó mientras
me cogía del brazo.
– Ay no Hugo, no
me apetece. Le decía mientras me apartaba de sus brazos. No
tenía apetito y para comer algo y que me siente mal prefiero quedarme tal y
como estoy.
– No seas
cabezona, lo que faltaba es que te pusieras mala ahora tú. Indicaba Alex
esta vez. Suspiré y no tuve otro remedio que aceptar.
Los dos pusimos rumbo a la cafetería abrazados. Me sentía cómoda a su
lado, protegida, que nada malo me iba a pasar. Y eso con pocas personas lo he
sentido…
– ¿Te parece que
nos sentemos en ese banco mejor? Le preguntaba mientras le señalaba un
banco grande que había a lo lejos. No me
apetece entrar en la cafetería. Me agobio… Indicaba.
– Claro que sí,
no me importa. Siéntate que yo voy a por el café. Llegamos al
banco, yo me senté y rápidamente Hugo se fue.
También necesitaba mi momento de soledad para asimilar todo lo que había
ocurrido, ya no solo pensar en sí en que ya mi hermana no está aquí, ya ha sido el momento
en el que terminó la misa y vi como se llevaban el féretro en un coche, llegaba
al cementerio y lo introducían en el nicho. Eso ha sido lo peor que he vivido
nunca. No he podido evitar derrumbarme allí mismo y en ese momento querer que
la persona que estuviera en esa ‘caja’ fuera yo. Pero bueno, habrá que ser
fuerte, pensar que ella desde arriba me cuidará… Siempre lo hará.
Narrado
por Pablo
Permanecía
apoyado en la pared, nervioso, bastante diría yo, más que nada porque ya había
pasado mucho rato. Pero no me iba a tirar todo el día aquí, estaba claro que si
Alejandro no me avisaba entraría, me daría igual si Sara estuviera sola o no,
pero de saber que solo nos separaban unos metros me quema por dentro el estar aquí parado como un idiota…
Pero parecía
que la indecisión de no saber qué hacer duraba poco, ya que escuché el sonido
de una notificación de whatsApp. Sí, era Alex, me decía que había visto como le
dejaban sola en un banco, así que nervioso, tragué saliva, respiré y puse
camino a buscarla. ¡Por fin!
Entré en el
cementerio y a lo lejos me fijé en como Alex estaba con dos muchachas y Ana.
Como pude e intentando que no se notara mucho alcé mis manos para llamar la
atención suya y que me hiciera saber para dónde tenía que ir, ya que este
cementerio era enorme. Tenía la suerte de que no había venido mucho, por lo
cual no lo recuerdo.
Al cabo de un
minuto por fin Alex se dio cuenta de las señas que le estaba haciendo y
disimulando mucho me hizo saber que tirara hacia adelante. Aceleré el paso para
que Ana no se diera cuenta de que estaba allí, no por nada, si no porque ya que
Sara está sola quiero aprovechar para a la primera persona que vea, hable,
consuele y apoye sea ella.
Seguí mi
camino y al doblar la esquina vi a una chica que tenía todas las características
de Sara. Y es que sí, conforme me iba acercando confirmé que era ella. Su pelo
ondulado lo afirmaba…
Empecé a
sentir un cosquilleo en mi estómago imposible de controlar, y es que no podía
evitarlo, cada vez que le veía mis nervios, mi pulsación, mi corazón, todo,
absolutamente todo iba a mil. Ya casi estaba llegando a ella y no sabía cómo
comenzar mi conversación, no sabía si hacerlo con un ‘hola’ o a saber qué...
Y llegó el
momento en el que me coloqué detrás de ella. Puse mi mano en su hombro
nervioso.
– ¿Ya estás
aquí? ¡Qué rapidez!
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