domingo, 12 de abril de 2015

Capítulo 80



Narrado por Sara

[Unas semanas después]

Unas caricias de Pablo hicieron que me despertara de golpe. 

– Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, te deseo mi niña, cumpleaños feliz. ¡Felicidades mi amor! Este será el primer cumpleaños de muchos. No podía evitar emocionarme y más aún cuando ese ‘’cumpleaños feliz’’ era cantando por su dulce y perfecta voz. 

Miré mi móvil y me di cuenta cómo eran las 00:00. ¡Pablo simplemente es el mejor! 

– Tienes detalles que hacen que cada día me enamore más de ti. Las doce en punto mi vida. Gracias, gracias por todo. Decía mientras secaba mis lágrimas de felicidad y me acercaba a él para besarle. 

– Los detalles que te mereces. Respondió mientras me abrazaba. Quiero que este día sea inolvidable desde las doce y cuatro minutos que son ahora mismo hasta las doce que den mañana. Y voy a encargarme en ello empezando desde ya. Comenzó a besar mi cuello, a acariciarme. No podía expresar con palabras esta maravillosa sensación. Desde luego que no podía haber empezado mejor mi cumpleaños.


Y una vez más hicimos el amor. Esos buenos momentos que la vida te regala… 

Después de terminar con nuestros cuerpos sudados, nos duchamos y salimos. 

– Ahora, a dormir, que te espera una muy buena. Me decía. Rodeó mi cintura para que me apoyara en su pecho y abrazados nos quedamos dormidos los dos.

Narrado por Pablo

[A la mañana siguiente]

Poco a poco me iba levantando de la cama intentando que Sara no se despertara. Ayer ya había hablado con toda mi familia para prepararle una fiesta sorpresa. Quiero que el primer cumpleaños que pasamos juntos sea especial, ya que los anteriores no pudimos por estar separados, esta vez tiene que ser inmejorable e inolvidable. Mis planes eran: Desde ahora tenía pensado decorar mi jardín y pasar toda la mañana en familia, pero luego por la noche vendría lo mejor, muchas sorpresas pensadas.

Bajé a la planta baja y toda mi familia ya estaba preparada. 

– ¿Y Sara? Preguntaba mi padre acariciándome el hombro.

– Arriba, dormida. Como comprenderás es normal que no esté. Reí. Manos a la obra, que si no se nos echa el tiempo encima. Decía aplaudiendo. Tengo miedo que Sara se despierte. Volví a decir.
 
– Venga vamos. Indicó mi hermana. 

Ya había comprado todo lo necesitado, globos, serpentinas y muchas más cosas para que este cumpleaños fuera especial. Comenzamos a preparar todo. Mi hermana y yo cogimos una gran pancarta dónde ponía ‘’Feliz cumpleaños Sara’’ y la colgamos en el jardín. Mis sobrinos de mientras inflaban los globos y mis padres ponían la mesa para que quedara todo perfecto. Faltaba mi hermano con Silvia, Alejandro, Rafa y Cris para que estuviéramos todo, ya que Ana acababa de llegar. 

Prácticamente estaba todo acabado. La comida sobre la mesa y ya quienes faltaban habían llegado, solamente había que avisar a Sara para que empezara este gran día. 

– Shhhh, no hagáis mucho ruido, voy a despertar a Sara y no quiero que se entere de que hay gente aquí. Les dije a todos. En ese momento me metí en casa, subí rápidamente las escaleras y entré en mi habitación. Buenos días cumpleañera. Le decía mientras le daba un tierno beso en la frente. Ésta despertó bostezando mientras sonriente me daba un beso en los labios. Dúchate y vístete que tenemos que irnos. 

– ¿A dónde? Preguntaba confusa. 

– Ahhhhh. Venga va. Dije dándole un pequeño tortazo en el culete mientras se despertaba. Sara cogió todo lo necesario para meterse en la ducha, un vestido de color rojo que hacía que aún sin vérselo puesto me enamorara cada vez más de ella. Tiene un cuerpazo, y todo lo que se pone le sienta espectacular.
Después de un buen tiempo sentado en la cama, intranquilo y cansado de esperar comencé a dar vueltas por la habitación. Mujeres… Mujeres y sus tardanzas e impuntualidad. Me dio por mirar por la ventana para ver cómo iba la preparación y sonreí ante verlo todo ya listo, comida, globos, todo lo necesario para que empezara. 

– ¡Ya estoy! Rápidamente me quité de la ventana provocando que la cortina se me rodeara en el cuerpo hasta el punto de casi llegar a cargármela. ¿Qué haces? Preguntaba riéndose a carcajadas.

– Nada, nada, vamos para abajo. Estás preciosa. Le decía mientras rodeaba su cintura con mi brazo.
La cogí en brazos y bajamos las escaleras. Cuando llegamos a la planta baja la bajé y me puse en frente suya. 

– Vamos, ¿no? Me decía.

– Cierra los ojos. Me hizo caso y me saqué un pañuelo que tenía en mi bolsillo y se lo coloqué. Me separé de ella y me fui a unos de los ventanales que daban al jardín para avisar a los presentes que ya íbamos a salir. Sigamos.

Fuimos avanzando, abrí la puerta, y mi familia se preparó para cantar feliz cumpleaños. ‘’Uno, dos, tres’’ hice con los dedos y todos comenzamos a cantarle. Le quité el pañuelo rápidamente y la cara de Sara era totalmente un poema, se moría de vergüenza, pero rebosaba alegría por los cuatros costados.  


lunes, 26 de enero de 2015

Capítulo 79



Narrado por Pablo

­Después de la alegría de este gran día, tarde y noche llegamos a nuestra calle y dejamos a Ana en casa. Al final decidimos que nos íbamos a quedar en mi casa.

– Que sepáis que me habéis devuelto la ilusión con vuestra reconciliación. Indicó mi suegra.
 
– Ay que te quiero. Respondí dándole un tierno beso en la mejilla.

– Cuidaros mucho y no separaros más, por favor.

– Nunca más. Indicó Sara mirándome sonriente.

Ana sacó las llaves y se metió en casa. Nosotros tuvimos que andar unos pasos más…

Llegamos a mi casa, sonrientes, sin dejar de besarnos. Habíamos perdido mucho tiempo y teníamos que recuperarlo. Saqué las llaves yo esta vez y abrí la puerta.

– ¡Saraaaaaaaaaaaaa! Un grito de mi sobrina Sofía hizo que diéramos un pequeño salto por el susto.

– Shhhh, ¡pero qué hacéis despiertas las dos! ¡Anda a la cama ya! Les dije a mis sobrinas un poco enfadado por las horas que eran.

– No, tito, queremos estar con ella. Indicó esta vez Laura haciéndome pucheros.

– Déjame estar con ellas Pablo. Hace mucho que no las veo. Me suplicó Sara.

– Bueno, está bien. Miré el reloj y eran ya las cinco de la madrugada. Pero unos minutos, eh, que es muy tarde.

Nos fuimos con las niñas al jardín para estar más tranquilos y yo me senté en una de las hamacas que había. Prácticamente no había parado en todo el día y estaba agotado. De repente Laura cogió una pelota y se la lanzó a Sara.

– ¡Pero qué haces ahora jugando! ¡Laura no! Alcé la voz.

– Pablo por Dios, que pareces su padre, no va a pasar nada. Me dijo Sara acariciando mi cuello.

– Claro, pero si despiertan a mi hermana las culpas van para mí. ¿Te has fijado la hora que es? Le decía enseñándole el reloj.

– Ya me has despertado. Intervino Casilda entrando al jardín y restregándose los ojos. Mi hermana se fue hacia Sara y la abrazó con fuerzas. Creo que si estás aquí y vienes con Pablo es por algo, no sabes las ganas que tenía de veros juntos. Por fin hija, estaba deseando decírtelo, pero no soportaba al otro. Le dijo a ella refiriéndose a Hugo y no pude evitar reírme.

– Y decías que siempre habías sido sincera conmigo, eh. Contestó y rieron ambas.

– Bueno, no lo era del todo. Volvimos a reír. Niñas, vamos a la cama, mañana tendréis tiempo para jugar, si total, Sara se va a quedar aquí esta noche. Indicó mi hermana entrando a la casa con las niñas y guiñándonos un ojo. Ambos reímos y nos volvimos a fundir en un beso.

– ¿Cerramos esta noche perfecta con un broche de oro perfecto? Pregunté volviéndole a besar.

– Me parece una muy buena idea. Respondió guiñándome el ojo. Así que nos levantamos de las hamacas y entramos en casa.

Mientras subíamos las escaleras para llegar a la habitación yo una vez más la cogía en brazos. Ella no dejaba de darme besos en el cuello y yo sentía que me iba a volver loco. En cierta parte me daba cosa hacer el amor aquí, con mis sobrinos, que aunque sus habitaciones estén en la otra punta de la casa tenía que tener un mínimo de respeto hacia ellos.

– Oye. Indicó Casilda entrando en mi habitación con un tono bajo. Que si os da pudor hacerlo aquí por los niños que no pasa nada, eh, que ya se han quedado dormidas las niñas. Vaya, parecía que esta mujer había leído mis pensamientos. Pero que si os diera mucha mucha vergüenza os dejo las llaves de mi apartamento. Volvió a decir sacando las llaves de su bolsillo.

– Eres la mejor. Le dije acercándome a ella y dándole un tierno beso en la mejilla.

– Lo sé. Nos reímos y nos fuimos de mi habitación.

– Por cierto, ella no lo sabe. Me dijo Sara mientras me miraba y se reía.

– ¿El qué? Preguntaba Casilda alzando una ceja.

– Dentro de poco va a haber una última boda. Indiqué.

– ¡No me digáis que! ¡Ay que me muero! Decía gritando.

Los tres reímos y nos abrazamos.

– Shhhhh los niños. Se notaba tanto que era la persona más cuidadosa con mis sobrinos que ni hasta en este momento de felicidad podía evitar preocuparme por ellos.

– Pues con más razón os tenéis que ir para el apartamento. Mi hermana me entregó las llaves y Sara y yo volvimos a salir de casa.

Cogimos el coche y pusimos dirección al apartamento, como le dije a Sara, donde pondríamos el broche de oro a una más que perfecta noche.

Cuando nos quisimos dar cuenta llegamos a aquel lugar, dónde había venido muy pocas veces. Salí del coche, cerré la puerta y fui a abrir la puerta para que Sara pudiera bajar.

– ¿Me permite? Sara me dio la mano y la cogí en brazos cual princesa de cuento. Una vez más.

Entramos al apartamento y nos fuimos derechos a una de las habitaciones. No quería andarme con rodeos, quería comenzar esto ya. Poco a poco me tumbé encima suya quitándole el abrigo y el vestido azul que llevaba, que por cierto, he de mencionar que al tener una piel tan morena le quedaba de escándalo. Ella hizo lo mismo con mi chaqueta y mi pantalón que terminaron en el suelo. Cuando nos dimos cuenta ambos ya estábamos desnudos… Rodeó mi cintura provocando que se colocara esta vez encima de mí. Me sonreía tan pícaramente que hacía que me volviera aún más loco, que mi corazón se acelerara por momentos y que la temperatura subiera cada vez más a pesar de que corriera un poco de fresco por nuestra piel. Comencé a besarle en el cuello, deslizando mis manos por su cuerpo, acariciándole hasta notar su piel erizándose por momentos. Y comenzamos con ese juego de suspiros de placer…  

– Hacía mucho que necesitaba vivir esto contigo. Te quiero. Dije ahogándome con mis propias palabras.

– Te amo y nunca he dejado de hacerlo. Respondió. Ambos sonreímos y seguimos con ese juego esta vez de caricias, dónde las palabras sobraban, solo como acabo de decir, con unas caricias, besos y miradas lo decían todo.

Notaba como daba algunos que otros suspiros de placer demasiado fuertes que hacía que a veces me preocupara por si le pudiera hacer daño.

 – Shhh, tranquila mi niña. Le dije acariciando su pelo y besándole continuamente.

Y como dije, pensé y creía afirmar en su momento, ahora lo afirmo con la mayor rotundidad que se pueda hacer, al 100%, ambos fuimos culpables de que hayamos puesto el mejor broche de oro a una noche perfecta.
 

sábado, 24 de enero de 2015

Capítulo 78



Narrado por Sara

Pasó una hora y ya me estaba empezado a preocupar un poco por Pablo y Alejandro. No entendía por qué de repente había tanto misterio, pero bueno, intentaré no darle la mayor importancia y seguir con la fiesta.

– Cuñadita. Me di la vuelta y vi a Salva sonriente mirándome con unos ojos brillantes. No hemos tenido oportunidad de hablar, eh. Indicaba. Ya me he enterado de vuestra reconciliación y no sabes cuantísimo me alegro de que volváis a estar juntos. No podíais haber elegido mejor día, porque me habéis hecho el doble de feliz de lo que ya estoy, pero solo te pido y también se lo pediré a mi hermano que no os volváis a separar, eh. Me decía dándome un beso. 

– Ay mi Salva. Contestaba en forma de abrazo. No te preocupes que ya me tendréis que aguantar toda la vida.

En ese momento vino también Silvia y mis suegros y también me dieron la enhorabuena. Helena una vez más. Qué raro se me hacía el volver a llamarles suegros, cuñados y demás, pero a la vez y sobre todo, que feliz me hacía.

Era increíble como desde el primer momento hemos conectado tan bien. Eran una familia sana, bonita, unida… Conforme los iba conociendo más, entendía a Pablo aún mejor del por qué hablaba de que era tan familiar. ¿Con una familia así como no serlo? Y les envidiaba. Yo no he tenido nunca la oportunidad de encontrar esa cercanía con mi familia. Curioso que estemos llegando al final de la historia y nunca haya hablado de mi padre, murió cuando era muy pequeña, por lo cual no le recuerdo. Y en general somos una familia muy pequeña y los familiares que tengo no están en Málaga, así que nunca he vivido esa unión y ahora verla tan de cerca hacía que me empezar a emocionar…  

– ¿Qué te pasa, hija? Preguntaba Salvador quitando mis lágrimas.

– Que sois una familia ejemplar. Indicaba posando mis dedos en mis ojos. Y que me encantaría tener algo así en mi vida.

– Pero oye. Me decía rodeándome con su brazo. ¿Cómo que te encantaría? Si sabes que desde el primer momento te tratamos como a una más. Bueno, eres una más.

– Exacto. Has sido, eres y lo serás. Intervenía Salva.

– Gracias. Les decía abrazando a cada uno.

– ¡El ramoooooooooooo! Me di la vuelta y vi a una amiga de los novios avisando de que era el turno de esa típica tradición que se hace. 

Nos colocamos muchas chicas en grupo y Silvia se puso dándonos la espalda para tirarlo.

– ¡A las una, a las dos y a laaaaaas treeeeeeeees! Tiró el ramo y yo rápidamente corrí como si se me fuera la vida en ello para cogerlo. Para mi sorpresa, ¿quién lo cogió? Sí, ¡YO! Madre mía… Saraaaaaaa. Gritaba Silvia yéndose a mí y seguidamente abrazándome.

Sonriente miré mi ramo y me imaginaba cada vez más cerca mi boda con Pablo. Y es que de nuevo, de solo pensarlo, se me erizaba la piel. 

De repente vi llegar a los chicos. Ambos corriendo, pero Pablo metiéndose en el salón y Alejandro hacia mí. No me dio tiempo a contarle a Alex como me sentía de mi reconciliación con Pablo cuando vi que me tapó los ojos con un pañuelo.

– Alex, ¿qué haces? Preguntaba nerviosa y agobiada. ¡Alex! Alzaba la voz.

– ¡Tranquilízate joder! Me decía gritando.

Noté como poco a poco Alex, que supongo que sería él, me cogía de la cintura y me llevaba con él a algún lado. 

Narrado por Pablo

Cogí de la cintura a Sara y comenzamos a andar llevándola conmigo de nuevo a la carpa. En un momento pensé que lo mejor sería que habláramos ella y yo a solas, pero luego pensé que mi familia, amigos y madre de Sara podrían ayudarme mejor a saber cómo llevar esto, así que les avisé para que vinieran detrás de nosotros. 

Nos colocamos en el centro y le quité el pañuelo de los ojos a Sara… 

En ese momento las primeras notas de Solamente tú comenzaron a sonar. Solo la melodía sonaba, que aunque sea un tema mío, me parece muy mágico, además, sé que Sara le tiene un cierto cariño a esta canción, y yo… Bueno, sobran las palabras.

Sara miraba de un lado a otro preguntando a todo el mundo, incluido a mí que pasaba. De repente saqué esa cajita misteriosa que tenía en el bolsillo y se la entregué. Nada más abrirla tanto ella, como todos los presentes se llevaron las manos a la cabeza. 

– Querida Sara Rodríguez, no sé si esto ya se lleva a o no, o si será muy cursi, pero me arrodillo ante ti. Y eso hice cogiéndole de la mano. Cogí de nuevo la caja y sí, lo que todo el mundo piensa, cogí el anillo para ponérselo en su dedo. Sé también que hemos pasado más malos momentos que buenos, pero no tengo duda de que tú eres mi fiel compañera, la madre de mis hijos y te elijo a ti. Si volviera a nacer te elegiría a ti. Por eso, ¿quieres casarte conmigo? Preguntaba mirándole fijamente a los ojos. Conforme más me fijaba en ella, más lloraba y es que ya sabía de sobra que se pondría a llorar, la conozco.

– Por supuesto, mi amor. Respondió con un sinfín de lágrimas y abrazándome. Después de ese precioso abrazo llegó algo mucho más mágico, ese beso.

Todos los presentes comenzaron a gritar, aplaudir, saltar, sonreír.

– ¡Pero bueno! Indicaba mi madre. ¿Esto qué es? ¿Vamos a salir de una boda y nos vamos a meter en otra?

– Va a ser que sí. Contesté yo mientras miraba a Sara sonriente y ella a mí con los ojos vidriosos.

Y ya estaba hecha mi mayor locura. Yo a esto lo llamo locura porque nunca, jamás, se me había pasado por la cabeza el casarme, pero me he dado cuenta de que cuando estás enamorado todo lo que hayas dicho anteriormente no sirve de nada.

Sin darnos cuenta, ya eran las cuatro de la mañana. Podríamos quedarnos, pero Sara y yo necesitábamos intimidad. Me había dado cuenta de que Casilda se fue mucho más temprano por los niños y ahora tendría que llegar a casa y me temo que despertaría a mis sobrinos, pero ni era plan de quedarnos en casa de Ana, ni en mi casa, pero algo habría que hacer. Lo que yo quiero es que esta noche la tenemos que pasar juntos.
Nos despedimos de toda la familia y cogí a Ana y a Sara rodeándolas con mis brazos mientras nos íbamos. Todavía la noche no había terminado…